El Rey Midas del made in Italy
FORBES - lunes, 9 de noviembre de
2015
¿Cuál ha sido el secreto del
éxito de Lapo Elkann? Su infalible olfato para anticipar lo que se pondrá de
moda en los próximos años, desde la pintura de coche en tono mate al clásico
traje sastre masculino, pero en tejidos tecnológicos.
Estas son dos de las tendencias
que él predijo y tradujo en beneficios para su holding empresarial. Él mismo
ejerce de hombre-anuncio cada vez que aparece en público: sus camisas favoritas
son de Italia Independent —aunque a veces es infiel a su marca con modelos
vintage de Charvet y Turnbull & Asser— y sus trajes, imitados hasta la
saciedad, los cosen a medida en la línea made-to-order de Italia Independent.
Todo en él destila un estilo
único e irrepetible, pero con una raíz común: el llamado estilo italiano, que
le ha granjeado formar parte en la lista de los mejor vestidos del Hall of
Fame. «El europeo, y sobre todo el italiano, tiene una esencia de talento y
gusto profundo que no existen en otras regiones del mundo», sostiene. «Mi
objetivo es ser embajador de lo mejor de la cultura italiana: los productos, la
artesanía… y hacerlo como un equipo. Si supiéramos unirnos, seríamos
imbatibles. El estilo de vida italiano es algo con lo que la gente sueña».
Su formación, sin embargo, es
netamente internacional. Es el mediano de tres hermanos (John, nacido en 1976,
presidente de Fiat Chrysler Automobiles y de Exor, compañía inversora de la
familia Agnelli; y Ginevra, en 1980), fruto del matrimonio entre Margherita
Agnelli, hija de Gianni y hermana del difunto Edoardo, con el escritor Alain
Elkann. Los dos hermanos varones nacieron en Nueva York, pero en 1978 se
mudaron a Londres, donde permanecieron hasta que Margherita se volvió a casar,
en 1985, con el aristócrata ruso Serge de Pahlen.
Desde entonces, su vida se
convirtió en un frenético periplo cosmopolita: primero Brasil, luego un
internado en los Alpes franceses, después París, donde terminó la secundaria en
el Lycée Charlemagne; finalmente estudió
Relaciones Internacionales en la Guildhall University en Londres. Aunque la
infancia no es su época favorita —«era disléxico y tenía déficit de atención»,
confiesa—, admite que «fue muy buena para los idiomas, porque hablo muchos y
tengo amigos alrededor del mundo, pero tanto movimiento provocó que no hiciera
más que preguntarme: ¿de dónde soy?».
Las relaciones familiares con
personajes claves del siglo xx le permitieron tener mentores como Henry
Kissinger, ex secretario de Estado
norteamericano y amigo personal de su abuelo, de quien fue asistente
tras los atentados del 9/11 en Nueva York; trabajó también con Sergio
Marchionne en el relanzamiento de Fiat y con Luca Cordero di Montezemolo en
Ferrari. Todos estos apoyos le permitieron superar sus inseguridades cuando, en
2007, decidió crear su propia empresa.
Ese mismo año, su madre,
Margherita, emprendió acciones legales contra su madre, Marella, viuda de
Gianni Agnelli, y dos socios de Giovanni Agnelli e C., Franzo Grande Stevens y
Gianluigi Gabetti, administradores de los bienes de la familia. La única hija
viva de L’Avvocato solicitaba una relación detallada del patrimonio de su
padre, de quien había heredado en 2004 un patrimonio valorado en casi 1,300
millones de dólares. Aunque siempre ha dicho que no quiere «atacar a nadie,
sino sólo obtener completa claridad sobre la herencia paterna» —esas fueron sus
declaraciones al Corriere della Sera—, su actitud le ha granjeado la enemistad
de toda la familia: ni su madre ni los dos hijos varones de su primer
matrimonio le dirigen hoy la palabra.
A pesar de que la prensa suele
anteponer su faceta creativa a la de empresario, él no encuentra una antítesis
entre ambas; es más, según él ambas se complementan. «Hoy por hoy, cualquier
emprendedor debe ser un creador y cualquier creador debe ser un emprendedor. Es
un tándem. A mí me gusta ganar y hacer ganar, es inútil ser hipócrita. A la
gente que dice “a mí no me interesa hacer dinero”, les digo que no es verdad»,
afirma. «Si mis empresas crecen y aportan beneficios a los accionistas y al
mismo tiempo llevan satisfacción al cliente final con las campañas o con los
productos, quiere decir que he hecho un buen trabajo», añade.
Cuando parecía que su carrera
como empresario de éxito había logrado hacer olvidar un pasado marcado por los
excesos y escándalos, dos sucesos en los últimos años han venido a resucitar
ese halo de eterno rebelde que parece acompañarle. En 2013, protagonizó junto a
Goga Ashkenazi —socialité nacida en Kazajistán, a quien los tabloides
británicos han relacionado con el príncipe Andrés de Inglaterra, propietaria en
la actualidad de una maison histórica, Vionnet— un robo millonario en Punta del
Este. A ella, le robaron joyas por valor de casi cuatro millones de dólares; a
él, 25,000 euros en metálico. Ninguno había declarado nada al pasar por la
frontera, a pesar de que la ley uruguaya estipula que todo artículo superior a
10,000 dólares que entre al país debe ser declarado. La multa por transgredir
esta norma asciende al 30% de los bienes introducidos ilegalmente en el país.
El año pasado, la policía detuvo
a los hermanos, Enrico y Giovanni Bellavista, por chantajear al heredero de los
Agnelli, a quien habían grabado en su casa consumiendo sustancias. En un primer
momento, consiguieron 30,000 euros, pero aconsejados por Fabrizio Corona,
paparazzo actualmente en la cárcel por extorsionar a personajes como los
futbolistas Christian Vieri o David Trezeguet, exigieron 350,000 euros. Aunque,
finalmente, las autoridades lograron arrestar a ambos, la noticia saltó a los
medios italianos. «El titular de hoy es el papel higiénico de mañana», escribió
el empresario en su perfil de Facebook. LA Holding, Italia Independent e
Independent Ideas, su holding empresarial, continúa dando beneficios, a pesar
de todo. «Mi problema son los resultados. Si alguien quiere juzgarme, que mire
los números», ha declarado. Y lo cierto es que los números no mienten. La
genética, tampoco.
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