El ISIS y el ébola disparan la
demanda de búnkeres entre los ricos españoles
El Confidencial - noviembre de 2015
La industria se ha transformado
en un par de décadas. De las sencillas bodegas revestidas de hormigón de hace
dos décadas se ha pasado a hormigueros prefabricados y ultratecnológicos
La primera norma del club del
búnker es que no se habla del club del búnker. En España son ya cientos, quizá
miles, las familias que disponen de un agujero bajo tierra donde contener la
respiración si viene mal dadas. No se exhiben, ni se habla demasiado de ello,
porque una de las principales obsesiones de sus propietarios es pasar
desapercibidos. Tiene sentido. Basta sintonizar levemente con la paranoia que
te lleva a construir una habitación a prueba de bombas atómicas para entender
que el razonamiento es impecable: un refugio sólo cobra sentido en caso de
Apocalipsis. Pero en ese escenario se convierte en la posesión más preciada.
"Mis clientes exigen máxima
discreción y suelen pedir que las obras se hagan muy deprisa para que nadie
note nada. Algunos módulos prefabricados los podemos instalar en hora y media.
Se le oculta a los vecinos, incluso a los familiares más cercanos. Piensa que
las plazas están contadas y, en caso de catástrofe, todo el mundo va a querer
estar dentro. Te podrían incluso matar por entrar en tu búnker, así que hasta
el mantenimiento lo tenemos que hacer nosotros bajo la más estricta cláusula de
confidencialidad”.
Quien habla es Ángel Castro, CEO
de Valbeca, constructora especializada en refugios e instalaciones militares.
En sus oficinas ("mejor no escribas donde estamos") se almacenan los
planos de algunos de los búnkeres más sofisticados de España. Dicen haber
construido más de 20 grandes estructuras para clientes particulares a lo largo
de 2014. “Este año vamos a superar con creces la cifra. La demanda ha crecido
por la inestabilidad internacional y el miedo se ha disparado por la amenaza
del Estado Islámico y, en menor medida, el ébola. Muchos clientes nos dicen que
temen un gran atentado en España, con armas nucleares, químicas,
bacteriológicas... Algunos son personas muy bien conectadas y con un altísimo
poder adquisitivo”, dice.
¿Pero quién demonios encarga un
búnker? Según Castro, lo hacen millonarios (“es curioso pero algunos ofrecen
pagar en negro”), banqueros, gente de la farándula (“muy conocidos”), aunque
también familias de clase media alta con diferentes grados de exigencia. La
demanda ha cambiado mucho. Hace un par de décadas se construían poco más que
bodegas revestidas de hormigón. Hoy el cliente consulta catálogos: desde
sencillas estructuras de cemento dotadas de filtros hasta hormigueros
ultra-sofisticados que se arman como un lego con módulos metálicos. Y cuyo
aspecto nos transporta a algunas películas de ciencia ficción.
Como en todo, existen modas. La
última, importada de Estados Unidos, son las “carpas de interior protegidas”,
campanas plásticas para aislarse de epidemias, parecidas a las que pueden verse
en algunos hospitales especializados. Los catálogos prometen la certeza de
"seguir haciendo vida normal, dormir y trabajar, dentro de la estructura,
aunque se produzca una epidemia mortal". "Estamos recibiendo muchas
consultas sobre este tipo de estructuras, claramente motivadas por la psicosis
que ha desatado el ébola", dice Castro.
Carmen, decoradora de refugios
En la industria de los búnkeres
hacen falta suministradores de comida deshidratada (similar a la que usan los
militares) para llenar despensas, sistemas electrónicos y descompresores,
filtros de aire, depósitos de agua, de oxígeno... Y también decoradores, como
Carmen, que ha realizado varios proyectos de este estilo en los últimos años.
“No es un tipo de decoración muy complicado porque son espacios pequeños donde
no se pueden hacer tampoco virguerías. Yo trato de crear un ambiente lo más
parecido posible al hogar del cliente, para suavizar el trauma”.
Lo más importante, incide Carmen,
es la luz. “Intentamos que vivir bajo tierra se parezca lo más posible a vivir
en la superficie. Para conseguirlo, instalamos fluorescentes de luz blanca con
visillos para simular el interior de un ventanal diurno muy luminoso. Podemos
crear también una escena exterior estática, como un prado o un bosque, para
simular la experiencia de estar fuera. Además, la luz va cambiando con un
potenciómetro que recorre todas las horas del día. Vamos, que parezca que
amanece y anochece. Y cuando anochece, se pueden encender lámparas, como en
cualquier casa. Suena intrascendente pero es importantes para los biorritmos y
esas cosas”, asegura.
Las periferias pudientes de las
grandes ciudades, como el noroeste de Madrid, son el mejor lugar para instalar
un búnker. “En el centro es casi imposible y demasiado lejos del núcleo urbano
no tiene tampoco sentido porque a lo mejor no vas a llegar a tiempo si pasa
algo”, razona Castro. Se producen casos extremos: familias que han creado
refugios en páramos perdidos donde nadie pueda encontrarlos. “Hay de todo. Una
vez llegó una petición de una asociación que quería un búnker capaz de aguantar
un ataque de zombies. Pensábamos que había una cámara oculta”.
Cada búnker es un mundo, adaptado
a los caprichos del cliente. Pueden ser zulos o superar los 200 metros
cuadrados. Algunos ofrecen protección sencilla frente a un bombardeo; y otros
disponen de sistemas de oxígeno autónomos para que 50 personas aguanten hasta
72 horas con vida. “Lo mínimo es tener filtros, un generador de energía propio,
válvulas de descompresión, etcétera. Para la gente de menos presupuesto
ofrecemos un kit con lo básico para que se lo construyan ellos mismos si tienen
conocimientos de albañilería”.
En contra del primer instinto de
la mayoría de sus clientes, en Valbeca recomiendan no construirlos en el sótano
de casa. “Eso se puede convertir en una tumba si hay una explosión y la casa se
derrumba”. Lo ideal, dicen, es hacerlo en un espacio apartado dentro de una
finca. “Y con dos salidas, por si acaso. Tan importante como proteger el
refugio es asegurarse de que se podrá salir pasado un tiempo prudencial. En
general, se recomienda no permanecer bajo tierra más de quince días.
Los proyectos más ambiciosos
disponen también de un plan de huida, por ejemplo un par de motocicletas sin
sistema eléctrico (a prueba de ataques electromagnéticos), dotadas con bombonas
de oxígeno y trajes especiales. “El objetivo de esto es poder alejarse hasta
300 kilómetros del epicentro de un ataque nuclear, bacteriológico o químico”,
dice Castro.
Aunque es dificil saber con
exactitud lo que ocurre en las entrañas del planeta, parece que España no es un
país precisamente puntero en la construcción de bunkers privados. Los líderes
indiscutibles son Suiza y Estados Unidos, seguidos por Israel y algunos países
del este de Europa, como Polonia, de donde vienen la mayor parte de los
suministros. "Dicen que en Suiza hay suficientes plazas bajo tierra para
resguardar a toda la población. Allí se construyen con mucha más naturalidad.
Aquí en España todavía se lleva con cierta vergüenza, algunos clientes
prefieren ocultarlo por lo que pueda pensar la gente. No quieren que nadie
piense que se han vuelto locos".
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