Cómo aprovechar las lecciones de un fracaso
The Wall Street
Journal. - noviembre de 2015
Todos sabemos que tenemos que
aprender de nuestros errores. De Silicon Valley hemos aprendido dos mantras:
“Fallar a menudo y rápido” y “sentirse cómodos con el fracaso”.
Suena sencillo, pero no lo es. De
partida, a nadie le gusta reconocer sus errores. Tampoco es fácil aceptar la
probabilidad de un fracaso en una cultura (y un mercado) que siempre espera los
niveles más altos de desempeño. Ciertamente, no queremos que el fracaso sirva
como excusa a la incompetencia o a un esfuerzo hecho a medias.
En otras palabras, es fácil
equivocarse con el fracaso y perderse las valiosas lecciones que aporta como
recurso estratégico para acelerar la innovación, propulsar el crecimiento y
reforzar el compromiso de los empleados.
Entonces, ¿cómo podemos
aprovechar nuestros errores? ¿Cómo podemos pasar de un remordimiento a un
recurso que permita avanzar nuestras metas? A continuación, cuatro pasos prácticos.
1. El primer paso: reconocer los
errores propios
Numerosos ejecutivos se niegan a
admitir sus equivocaciones y mucho menos a reconocer o tratar en forma adecuada
el tema de los fracasos por temor a comprometer o socavar su estatus y sus
objetivos. Se equivocan por completo: un énfasis exagerado en la creación de
una cultura en la que “el fracaso no es una opción” puede conducir al engaño,
el encubrimiento y la posibilidad de errores mucho más garrafales.
De modo que los ejecutivos
necesitan empezar por reconocer su propia falibilidad, en este sentido un poco
de humildad e incluso de humor pueden servir de mucho. Compartir unos cuantos
fracasos personales, en particular si se puede demostrar que más adelante
contribuyeron a grandes logros, fomenta una actitud de mayor apertura en el
resto del equipo, lo que ayuda a detectar fallas en gestación. Si los colegas
las pueden reconocer antes, eso ofrece un tiempo muy valioso y concientización
para minimizar la severidad de los errores.
Abordar el fracaso en forma
honesta también demuestra que los ejecutivos comprenden cabalmente la
importancia e implicaciones del proceso de ensayo y error. Con demasiada
frecuencia, observamos líderes que defienden esta apertura y honestidad, pero
en la práctica su reacción al fracaso promueve una cultura de “ensayo y terror”
que socava la conducta que pretendían estimular.
2. Cuando un fracaso es
inevitable, haga las preguntas adecuadas
Su equipo de desarrollo de
productos acaba de toparse en el laboratorio de diseño con un obstáculo serio e
imprevisto que podría poner en riesgo la fecha de lanzamiento del producto. Si
la primera pregunta que les hace es “¿quién es responsable?” podría parecer que
está más interesado en repartir culpas que descubrir qué lecciones se pueden
desprender de la falla.
En lugar de ello, los ejecutivos
deben comenzar con unas preguntas más importante: “qué, cómo, cuándo y dónde”,
formuladas con un auténtico espíritu de indagación, no en uno de caza de
brujas. Esto incentiva la confianza y la apertura, y ni hablar de la
comprensión más acabada de los cambios estratégicos que son necesarios. Los
ejecutivos también debieran estar preparados para mostrar una dosis de humildad
e incluso humor al compartir algunos de los fracasos de los que han sido parte,
pero a los que han sobrevivido. Esas experiencias han mejorado su perspectiva.
3. Copie una página, o al menos
un término del laboratorio
A la mayoría de los ejecutivos de
empresas les gusta hablar de su compromiso con la innovación. Pocos, sin
embargo, tienen mucho que mostrar por sus esfuerzos. Su entusiasmo por la
estrategia de moda engendra la confianza de que ya lo han visto todo. Eso, a su
vez, dificulta que reconozcan errores y cambien de dirección.
En vez de ello, los ejecutivos
deben considerar el uso del lenguaje y la lógica de los experimentos. Después
de todo, ¿acaso las nuevas estrategias, iniciativas y proyectos de negocios no
son más que una versión empresarial de la experimentación, repletas de
presunciones que deben ser probadas o refutadas en el mundo real? Los
científicos prevén desenlaces negativos y positivos de los experimentos que
conducen en la búsqueda de conocimiento. Así es como funciona el método
científico de descubrimiento, impulsado por el ensayo y el error.
4. El final cuenta
Los líderes tal vez no puedan
prevenir los fracasos, pero pueden determinar cómo concluirá la historia para
los equipos y los individuos involucrados en el proyecto. Los economistas
especializados en comportamiento han demostrado que nuestros recuerdos de cómo
acabaron las experiencias muy emotivas tienen una gran influencia en nuestras
expectativas futuras. Esos finales nos afectan de forma directa si el temor al
fracaso de una organización compromete en forma innecesaria su capacidad para
generar la clase de creatividad e innovación que probablemente necesita para
expandirse.
Severin Schwan, presidente
ejecutivo de Roche Holding AG , organiza
almuerzos con champaña en honor de los equipos de laboratorio cuyos esfuerzos
no dieron los frutos esperados. “Diría que, desde una perspectiva cultural, es
más importante elogiar a las personas por las nueve ocasiones en que fracasan
que por la vez que consiguen el objetivo”, señala.
Durante nuestro trabajo en el
Great Place to Work Institute aprendimos que los mejores lugares de trabajo
tienen a la confianza como piedra fundacional, y que la confianza se genera o
se pierde entre miembros de un equipo dependen de la medida en que sus
superiores jerárquicos y sus colegas estén dispuestos a salir en su defensa.
Después de todo, los fracasos raramente son el producto de la estupidez, la
pereza, el descuido o la mala voluntad. Son, más bien, un reflejo de
presunciones erradas, recursos mal asignados, competidores ágiles y astutos y
mala suerte.
El fracaso es un recurso
estratégico. Al igual que las personas que una empresa emplea, el dinero que
gasta o las instalaciones y tecnologías que despliega, posee un valor
intrínseco único siempre y cuando los ejecutivos sean abiertos y lo
suficientemente inteligentes como para gestionarlo de esta manera. Hay que
tratarlo como un mineral no refinado que debe ser procesado y examinado para
revelar todas sus riquezas. El fracaso es la manera que tiene la realidad para
mostar lo que la empresa todavía desconoce y tiene que aprender. Contiene las
semillas de esa porción de conocimiento que estaba buscando, si tiene la
humildad y la honestidad para explorar tales secretos. Después de todo, ya pagó
la matrícula así que mejor aprenda todo lo que hay que aprender.
—Danner y Coopersmith son
coautores de ‘The Other F Word: How Smart Leaders, Teams, and Entrepreneurs Put
Failure to Work’ (algo así como La otra “F”: Cómo los líderes, equipos y
emprendedores inteligentes ponen el fracaso a trabajar). Son catedráticos del
Centro Lester de Emprendimiento y del Instituto de Innovación Empresarial de la
Escuela de Negocios Hass de la Universidad de California en Berkeley. Danner
también es profesor de emprendimiento en la Universidad de Princeton y
Coopersmith es autor en residencia del Centro Nasdaq de Emprendimiento.
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