Stephen Curry: rompiendo el
esquema
The wall street journal-viernes, 2 de diciembre
de 2016
Stephen Curry creyó que aún era
posible dejar de ser Stephen Curry. Esa ilusión se terminó a mediados de este
año, aproximadamente un mes después de que sus Golden State Warriors sufrieron
una dolorosa derrota en el séptimo partido de la final de la NBA (la Asociación
Nacional de Básquet de Estados Unidos) a manos de LeBron James y los Cleveland
Cavaliers. Curry y su mujer, Ayesha, decidieron celebrar su quinto aniversario
de bodas con un viaje a Saint-Tropez, en el sur de Francia. El plan parecía
perfecto. Después de todo, ¿a quién iba a importarle que Steph Curry estuviese
en Saint-Tropez?
“Creíamos que iba a ser una
escapada de muy, muy, muy bajo perfil”, cuenta Curry. “Pero llegamos al hotel y
casi de inmediato, esa noche, ya había un artículo: Las vacaciones de los
Curry”.
Sonríe, en parte sorprendido, en
parte triste. Esta ha sido su realidad durante varios años, desde que el otrora
base del equipo del Davidson College se transformó en uno de los jugadores de
básquet más electrizantes de la historia, un lanzador virtuoso y una máquina de
coleccionar jugadas fantásticas que ha alterado los límites de ese deporte.
Sentado aquí, en la cancha de
entrenamiento de los Warriors en Oakland, California, con su ropa deportiva
negra de Under Armour, Curry pasa inadvertido. Al salir, sin embargo, su
presencia provoca alboroto. Eso puede manifestarse en personas desconocidas que
persiguen a Curry con sus iPhones, rogándole que se asome a FaceTime para que
lo saluden otros desconocidos al otro lado del teléfono. Riley, la hija de 4
años de Curry, —muy conocida por sus encantadoras apariciones en las
conferencias de prensa de su padre luego de los partidos— vigila ahora las
salidas familiares. “Riley ha llegado a un punto en que nos avisa cuando
alguien intenta tomarnos una foto sin permiso”, dice Curry.
No suena harto ni desagradecido
respecto de su fama y lo que ha generado. No exuda nada de ese cansancio con el
mundo, típico de las celebridades y los deportistas, que al resto de los
mortales nos irrita tanto. Este hombre de 28 años sabe que prácticamente a
cualquier persona en el mundo le encantaría permutar de lugar con él. “Lo
entiendo”, señala. “Jugamos un juego. Nuestros fanáticos lo aman”.
Con Curry la cuestión parece más
bien un enigma: ¿cómo hace para mantener la apariencia de una vida corriente
inmerso en una vida tan fuera de lo común?
Esa impronta de normalidad es
parte de su atractivo. Las estrellas de básquet suelen verse como seres
sobrenaturales sacados de libros de historietas. Sin embargo, con 1,90 metros
de altura y “82 kilos todo empapado”, como dice su nueva campaña para Under
Armour, Curry es un superhéroe encerrado en el cuerpo de un simple mortal, que
pese a ser el jugador más valioso por dos temporadas consecutivas, no llamaría
la atención en la fila de un Starbucks de un aeropuerto. Las grandes
universidades no lo ficharon; a los equipos de la NBA les preocupaba que no
tuviera el físico para volverse un jugador de primer nivel. El éxito de Curry
entre los gigantes de la NBA es un ejemplo para cualquiera que haya sido desalentado
a perseguir su sueño.
“Su excelencia no proviene de un
físico abrumador sino de sus habilidades especiales”, explica Adam Silver, el
comisionado de la NBA. “Ya sea por su lanzamiento o por el manejo de la pelota,
la sensación que despierta en la gente, especialmente en los niños, es que
tiene habilidades en las que ellos también podrían destacarse”.
Fuera de la cancha, Curry parece
decidido a mantener una cuota de normalidad. Es difícil no quedar cautivado
ante la vida de superpadre que lleva con Riley, su otra hija de 1 año, Ryan, y
Ayesha, quien acaba de lanzar un programa de cocina llamado Ayesha’s Homemade y
cuyo primer libro de recetas, A Seasoned Life (algo así como Una vida
condimentada) se convirtió en un best seller. La fe es una enorme parte de su
identidad (Curry es un cristiano devoto). Tiene raíces en la NBA: su padre,
Dell, jugó 16 temporadas en la liga, y Steph y su hermano, Seth, pasaron su
niñez entre vestuarios y canchas de entrenamiento. Sin embargo, en lugar de
haberle creado un aura de privilegio, ese trasfondo parece haber cultivado en
él una conciencia clara y juiciosa sobre la profesión.
“No conozco a nadie, sea o no una
estrella, que tenga los pies en la tierra como Steph”, dice su entrenador,
Steve Kerr, que a lo largo de su carrera jugó con Michael Jordan y Tim Duncan.
“Tiene un gran pilar de valores y humildad fuera de la cancha. Eso parecería
ser compatible con su increíble confianza dentro de la cancha, pero se trata de
una gran combinación”.
Y después están los Momentos
Steph Curry. Casi todos hemos vivido un Momento Steph Curry.
Quizás alguien fue lo
suficientemente afortunado para vivir un Momento Steph Curry en persona. Lo más
probable, sin embargo, es que lo hayamos visto por televisión o en un video en
alguna red social. Quizás a través de un mensaje de texto de un amigo con un
enlace y apenas cuatro palabras: “Tienes que ver esto”.
Gran parte del mérito es de los Warriors, un
equipo que se opone al comportamiento egoísta, que predica el movimiento
constante de la pelota y juega con un estilo incansable y fluido que resulta
cautivante de ver. Curry es el eje central, siempre moviéndose, siempre una
amenaza para el aro rival, sin importar a qué distancia se encuentre. “Cada vez
que tiene la pelota, uno no puede dejar de mirarlo porque cree que va a hacer
algo que nadie hizo antes”, dice Silver.
Curry no es simplemente un
fenómeno del baloncesto. En un momento en medio de la temporada anterior,
durante la cual los Warriors rompieron el récord de la liga al ganar 73
partidos seguidos en la temporada regular, Curry y su equipo se convirtieron
además en el máximo espectáculo deportivo, atrayendo a espectadores que se
habían alejado del juego años atrás o que nunca antes habían seguido el torneo.
Los niños en particular. Yo vivo a casi 5.000 kilómetros de Oakland, en
Brooklyn, Nueva York, donde hay más niños con camisetas de Curry que de los
Knicks o los Nets (Curry ha liderado las ventas de mercadería de la NBA las
últimas dos temporadas). Chicos, chicas, no importa. Es como si Star Wars y
Frozen se hubiesen unido para convertirse en un jugador de básquet.
Llegó a tal punto la temporada
pasada que los fanáticos de los Warriors empezaron a llegar a los partidos
temprano, sólo para ver cómo Curry practicaba sus tiros y entraba en calor,
como si fuera Bruce Springsteen haciendo una prueba de sonido. El ritual le
causa gracia a Curry, pero también lo deja perplejo. “Es confuso porque en
realidad es simplemente mi rutina, es lo que hago todos los días”, dice.
Intenta concentrarse en su práctica y no dejarse llevar por la locura, temeroso
de “perderse en esa escena”.
Curry sabe que todo lo que sus
fans adoran hoy nació en soledad a través de la práctica, la repetición y el
trabajo duro. Una hora antes, había observado a Curry trabajar en su
lanzamiento con algunos entrenadores ayudantes de los Warriors, haciendo un
giro familiar para cualquiera que haya jugado básquet incluso en el nivel más
básico. Una y otra vez, repitió esa rutina. Se me ocurrió que era como estar
viendo a Mozart improvisar en el piano. Esa persona realizando lanzamientos
probablemente sea mejor que cualquier otro que haya hecho lo mismo.
Siguió y siguió por casi una
hora. Le pregunto a Curry si alguna vez se aburre de la repetición. “Nunca
jamás me canso de tirar”, asegura. “Quizás no tenga tanta energía según qué día
de la semana sea, pero me gusta desafiarme a mí mismo. Es parte de la lucha.
Eso lo que separa a los tipos que pasan uno o dos años en la liga de los Kevin
Garnett y los Kobe Bryant. Quizás no les agrade, pero saben que deben hacerlo,
y lo encaran con el mismo esfuerzo con que lo harían durante un partido”.
Esta mentalidad más propia del
que no es favorito atrajo a Curry, que antes había firmado con Nike, a Under
Armour, la compañía con sede en Maryland que buscaba desarrollar una nueva
línea de calzado para básquet. Under Armour había penetrado con éxito un mercado
de indumentaria deportiva históricamente dominado por Nike y Adidas, y creyó
haber encontrado en Curry una pareja espiritual, un jugador del que más de una
vez se dijo que no llegaría al máximo nivel. “Tan pronto nos sentamos con Steph
y su familia, creo que todos en la sala pensamos: ‘Este es el tipo de
deportista, el tipo de persona con el que quieres estar asociado y hacer
negocios’”, cuenta Kris Stone, director de marketing de la división de
básquetbol de Under Armour.
Curry le generó a Under Armour un
impacto inmediato en ese deporte, aunque ha habido algunos contratiempos. En
medio de los playoffs el año pasado, el lanzamiento de una nueva zapatilla, la
Chef Curry, fue blanco de burlas en las redes sociales, con críticos que
ridiculizaban las simples zapatillas blancas como un calzado para padres
suburbanos. O peor: llegaron a calificarlas como unas Air Jordan para
enfermeras o minivans para los pies.
“De repente se generó una
catarata de bromas”, recuerda Curry. “Muchas fueron bastante creativas, con
diferentes nombres para las zapatillas. Me hicieron reír bastante”.
Todo esto sirvió como
recordatorio de que Curry es una superestrella de la era digital. LeBron James
llegó a la NBA muchos años antes de la irrupción de Instagram o Twitter. En
cambio, el éxito de Curry ha sido paralelo al auge de las redes sociales.
Cuando hablamos, Curry tenía un total de 27,5 millones de seguidores entre
Facebook, Twitter e Instagram. La misma audiencia digital que se burló de las
zapatillas de Curry ha alabado su grandeza, casi evangélicamente, a través de
videos de sus proezas en la cancha.
Debido a la cercanía geográfica
de los Warriors con Silicon Valley, no es sorprendente que Curry haya comenzado
a meterse en el espacio digital. “El acceso está asegurado”, dice. “Si te tomas
en serio algo y llamas a alguien en Sequoia o Andreessen Horowitz o en
cualquier firma de capital de riesgo, te darán una reunión. Pero no van a poner
el dinero o ir a ciegas sólo porque se trata de mí”.
Además de patrocinios
tradicionales como los del banco Chase, Brita (filtros de agua) y Muscle Milk
(productos nutricionales), Curry está involucrado con una serie de startups
digitales como Bubble, una aplicación para compartir fotos próxima a lanzarse,
y otra llamada CoachUp, en la que los usuarios pueden hallar entrenadores
privados de diferentes deportes. En un plano más destacado, es director
informático de Slyce, que cofundó con Bryant Barr, su antiguo compañero de
habitación en Davidson. Slyce aspira a ser un destino único para las personas
famosas que deben responder a la demanda de diferentes auspiciantes en las
redes sociales.
Jeff Austin, representante de
Curry desde hace tiempo, dice que ambos rechazan la mayoría de las potenciales
ofertas, incluyendo muchas que hubieran tomado de inmediato en los primeros
años de la carrera del basquetbolista. Ayesha, entre tanto, es la caja de
resonancia de su marido. Su carrera emprendedora ha crecido rápidamente: además
del libro de cocina y el programa en el canal de TV por cable Food Network, lanzará
un servicio de entrega a domicilio de kits de comida a principios de 2017.
“Hablamos de todo”, cuenta
Ayesha. “Nos aseguramos de comunicarnos e intercambiar todo el tiempo las ideas
que tiene cada uno”. Steph, dice, es “realmente bueno para hacer de abogado del
diablo, analizando las causas y los efectos”.
Ambos son agradecidos por las
oportunidades que tienen, dice Ayesha, pero ella considera que encontrar un
equilibrio entre el trabajo y la familia es esencial. Los Curry son una pareja
con dos hijas pequeñas. Tienen un caos considerable incluso sin salir de la
casa. “Todo lo que hacemos tiene que tener sentido y alinearse entre sí”,
señala Ayesha.
La vida hogareña de los Curry
parece cálida, con el agregado de la comida rica y saludable. Un capítulo
reciente de Ayesha’s Homemade mostró a la pareja enredada en una charla sobre
la mejor manera de hacer un sloppy joe, el famoso sándwich estadounidense.
“Ella prácticamente ha estado cocinando desde que tenía 5 años”, comenta Steph.
Esta temporada de la NBA es un
intrigante nuevo capítulo para Curry. Consagrado como el circo más loco del
deporte, los Warriors ficharon a mediados de año a otra superestrella, Kevin
Durant, una jugada que ocasionó movimientos sísmicos en el mercado de agentes
libres y no sólo rompió corazones en Oklahoma City (donde Durant comenzó su
carrera profesional) sino que también instaló de inmediato a Golden State como
el favorito indiscutible para ganar el título y quizás hacer añicos el récord
de la temporada regular del año pasado.
Curry no puede evitar reírse ante
la hipérbole. “Todos nos están calificando de superequipo, y esto y lo otro, y
hablando de 82-0 (victorias y derrotas) o que superaremos los 73 triunfos”,
dice. “Las preguntas que nos hacen son ridículas”.
La incorporación de Durant también causó un
cambio en la atmósfera de Oakland. Curry ahora comparte la cancha con otro MVP:
Durant es el último en ganar el premio al jugador más valioso de la liga antes
de que Curry lo hiciera dos veces de forma consecutiva. Por el momento, la
aclimatación de Durant parece serena —“Las cosas que puede hacer en la cancha
te asombran”, dice Curry— pero es posible que los números de Curry bajen, un
cambio con el que todos en el plantel dicen sentirse cómodos si eso significa
obtener otro campeonato. Sin embargo, Golden State ya no es visto como el
equipo de adorables principiantes. Ahora se lo considera un gigante, un Goliat,
un Google.
Al mismo tiempo, hay sed de
revancha. La final de la temporada pasada tuvo un poco de todo, incluyendo la
suspensión por un partido de un Warrior, Draymond Green, por pegarle en la
ingle a LeBron James. Al final, sin embargo, pareció más una declaración de supremacía
de James como el mejor jugador del deporte. Curry fue nombrado MVP dos veces
seguidas y tiene en general un mejor equipo, pero James fue la estrella,
llevando a los Cavaliers a la victoria después de estar abajo 3 a 1 en la
serie. Una temporada histórica para Curry y los Warriors quedó desperdiciada.
No es que necesite motivación, pero Curry no se relajará. “Está defendiendo sus
dos MVP y cree que aún puede mejorar”, dice Austin.
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