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martes, 6 de diciembre de 2016

Dior

 El nuevo día de Dior



  The  wall street journal- diciembre de 2016  
Faltan cuatro días para el debut en pasarela de Maria Grazia Chiuri en su cargo como directora artística de ropa para mujeres de Christian Dior, la primera vez que el público evaluará a la diseñadora de 52 años y la nueva dirección que le ha dado a una de las casas de modas con más historia. La atmósfera de este día de finales de septiembre es de tranquilidad exterior, pero Chiuri, que lleva unos jeans holgados, una blusa de seda azul marino y unas sandalias planas de cintas, y cada dedo adornado con un enorme anillo, está intensamente concentrada. Se reúne con su equipo, que incluye 10 modistas asistentes, a Stephen Jones —el sombrerero de Dior—, y a la estilista Elin Svahn, en un enorme showroom en el piso principal de uno de los ocho edificios de estilo Haussmann que la empresa ocupa en el octavo distrito de París. Chiuri lo llama Diorland, “porque es tan enorme”, dice en su fuerte acento romano.

La mayor parte de la sala principal está tomada por una réplica de la pasarela minimalista de madera contrachapada y paredes pintadas de blanco y gris que se verá en el desfile. Los diseños de Chiuri se han mantenido esencialmente iguales desde que dio los bocetos a los patronistas de Dior a finales de julio, dos semanas después de que la empresa anunció su decisión de contratarla, nueves meses después de la renuncia de Raf Simons, el anterior director artístico, en octubre de 2015. Simons parecía afligirse ante la presión de producir seis colecciones al año. “No soy el tipo de persona a la que le gusta hacer cosas tan rápido”, dijo en una entrevista con la revista System antes de irse.

Aunque colegas como Marc Jacobs, Miuccia Prada y Alessandro Michele, de Gucci, son conocidos por diseñar hasta el último minuto, Chiuri no lo piensa dos veces, ni disfruta de los cambios o improvisaciones de última hora con la falange de 50 sastres y modistas de Dior, aunque nunca antes haya trabajado con ellos. No hay gritos y hay pocas grandes declaraciones, excepto el ocasional “Sí, bellissimo”. (Chiuri aprendió inglés cuando tomó las riendas de Valentino en 2008 con su socio profesional de muchos años, Pierpaolo Piccioli, pero por el momento no domina el francés). “Quizá es por mi edad, pero con mi experiencia, sé lo que quiero”, dice dos días después del desfile.

La prueba de peluquería y maquillaje para el desfile, que comienza en una hora, tiene lugar dos días antes de lo planeado. “Maria Grazia es muy sencilla, muy directa y muy tranquila. Es un proceso organizado”, dice el estilista Guido Palau, que colaboró con Chiuri en todos menos dos desfiles en los ocho años que fue codirectora creativa en Valentino con Piccioli (Piccioli es ahora el único director creativo de Valentino).


Palau tiene la tarea de interpretar la inspiración de Chiuri —pinturas flamencas, esgrima, niñas de apariencia andrógina y los talismanes del fundador de la casa, Christian Dior, como estrellas, corazones, tréboles de cuatro hojas y motivos del tarot— en una imagen de pasarela. Muchos desfiles de moda son como espectáculos al estilo Las Vegas con luces, sonido y decoración, donde la ropa a veces compite por la atención con el resto. No es así en la producción de Chiuri, un cambio marcado frente a las paredes de flores frescas y los escenarios futuristas de su predecesor, Simons, y antes que él, la extravagancia teatral de John Galliano. Su fuerte concentración hace que los pequeños detalles sean más significativos, algo que entiende el equipo de belleza. “Si el cabello es seco, brillante o se sale un poco para hacerlo más fácil, son matices”, dice Palau en un estudio del piso superior. Mientras su equipo de cuatro asistentes seca, carda y cepilla el pelo a cuatro modelos del desfile, Peter Philips, el director creativo y de imagen de maquillaje de Dior, trabaja a poco más de un metro en silencio monástico sobre las mejillas de otra delgada adolescente. “Es importante que haga esto bien para ella”, dice Palau, quien, con Philips, había sido informado acerca de la colección sólo momentos antes. Y ambos lo logran; en alrededor de una hora Chiuri aprueba su trabajo con mínimos ajustes: un moño un poco más suelto para Palau, o el consejo de no poner mucho brillo en las delicadas y neutrales caras para Philips.

Chiuri luego vuelve a enfocar su atención en un tablero con fotos de la colección, puestas en el orden en que las prendas saldrán a la pasarela. Su meta es reducir los conjuntos a 62, pero mientras trabaja con su equipo consumiendo pequeñas botellas de agua e ignorando las bandejas de macarrones color pastel y las trufas de chocolate, parece que es un reto que no van a poder superar. Necesita 64 conjuntos para expresar todo lo que quiere. La combinación final incluye serias piezas sastre, blusas transparentes de encaje, chaquetas de cuero, camisetas con mensaje, sandalias planas, botas de esgrima, bolsos con logotipos inspirados en los 70 y confecciones de tul delicadamente bordadas que remiten a su trabajo con Piccioli.

En Valentino, Chiuri y Piccioli llevaron a la marca a obtener ventas anuales de más de US$1.000 millones con angélica ropa de noche con bordados y con los accesorios populares de la línea “Rockstud”, decorados con tachas. En Christian Dior Couture, una empresa con casi US$2.000 millones en ingresos, Chiuri debe demostrar su capacidad en una mayor variedad de aspectos críticos: ropa de día, tanto atlética como refinada, ropa de noche, joyería y, crucialmente, accesorios. Detrás del escenario, la importancia de Dior transciende a la marca, por el significado personal que tiene para Bernard Arnault, el presidente ejecutivo del conglomerado de modas LVMH. Arnault empezó a formar su gran imperio cuando compró Christian Dior en 1984, y luego tomando el control del grupo LVMH en 1987. Hoy, a pesar de que LVMH cotiza en bolsa, Arnault es el dueño total de Christian Dior Couture, una entidad separada que abarca además belleza, joyería fina, ropa de niños y de hombre. Está liderada por su segundo al mando, Sidney Toledano, que ha sido presidente ejecutivo de Dior desde 1998.

Al día siguiente, Chiuri, que lleva la misma ropa que el día anterior, se concentra en las pruebas con las pocas modelos que ya están confirmadas para el desfile, ajustando pequeños detalles. En un punto, Svahn intenta cambiar una blusa que irá bajo una de las chaquetas inspiradas en la esgrima y Chiuri dice: “No, no está bien”. Después consideran añadir una rosa de encaje a un vestido pero al final descartan la idea. Chiuri es seguida por cámaras todo el tiempo, con un equipo de video interno de tres personas que documenta cada momento y muestra pequeñas partes de su trabajo al público en tiempo real a través de la cuenta oficial de Dior en Instagram. También hay un equipo de Channel 4 del Reino Unido que trabaja en un perfil de la empresa desde mayo, así como la fotógrafa independiente Janette Beckman, a quien Chiuri ha contratado, explica luego, para tener una visión del momento desde fuera. “Quiero que las mujeres den su punto de vista sobre otras mujeres”, dice. Sólo momentáneamente deja ver su incomodidad frente a la atención, echando una mirada de dolor a su hija, Raquele Regini, de 20 años, que está aquí durante un descanso de sus estudios de arte en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Regini, a quien Chiuri se refiere a menudo como una musa, está vestida con el tipo de eclecticismo que Chiuri espera que capture su colección: pantalón corto de sastre, una camiseta negra pequeña, botas de combate con suela gruesa, un gorro de jinete y un kimono largo vintage. “Mi hija es mi referencia sobre las nuevas mujeres de hoy”, dice Chiuri. “Las encuentro muy emocionantes porque cambian y se desafían a sí mismas”.

Chiuri no muestra señales de tensión mientras el reloj avanza. En el día del desfile, unas horas antes de que se corra el telón, está vestida con el serio traje negro con el que saludará al público. Tomando asiento en las gradas de la carpa que Dior ha erigido en los jardines del Museo Rodin, para el único ensayo del desfile, baila en su sitio como una madre al ritmo de los fragmentos de música de PJ Harvey y Nina Simone que el DJ Michel Gaubert ha adaptado para la banda sonora, y dirige al productor del show, Alexandre de Betak.

Este brío es importante: es la primera vez en más de 30 años que Chiuri trabaja sin Piccioli. Su relación se mantiene cordial y de apoyo. Después del desfile, Piccioli será la primera persona con la que Chiuri se tomará una foto en bastidores. Al día siguiente, se sentará en la primera fila en el primer desfile de Piccioli como único diseñador de Valentino. Además, como enfatizó orgullosamente Dior cuando anunció la designación de Chiuri en julio, es la primera mujer en encabezar la casa de modas después de los seis hombres que pasaron por el puesto: luego del mismo Dior, la lista incluye a Yves Saint Laurent, Marc Bohan y Gianfranco Ferré, así como Galliano y Simons. Chiuri está contenta de dar a Dior un enfoque más femenino, como participar en una sesión de ideas para una campaña de Instagram llamada “Las mujeres tras mi vestido”, que se centra en las empleadas de Dior, desde la recepcionista del showroom al equipo de relaciones públicas. “Es muy raro en Dior”, dice Chiuri. “Si ves la empresa por fuera, sientes que es fría, pero no es cierto. Dentro es una familia enorme y también cálida. No sé por qué no lo han mostrado antes”.

Si las mujeres diseñan de una manera y los hombres de otra es una pregunta cargada, pero Chiuri es clara en su postura. “Me gustan las mujeres tal y como son”, dice. “No tengo una visión idealista de las mujeres”. Ha viajado a las más importantes de las 138 tiendas de Dior para capacitar en persona a los empleados que mostrarán y venderán su colección, con el fin de “introducir esta idea de mirar a la mujer que se tiene en frente y proponerle una idea de lo que es bueno para ella”, cuenta. Demasiados diseñadores tratan de “vestir a la mujer con su marca o vestir a una celebridad con su marca. Siento que es más una conversación”. Para Chiuri, “es una visión de mujeres más consistentes consigo mismas, vistiéndose de una manera más cercana a ellas. Es totalmente diferente de lo que fue en el pasado; ahora es la mujer la que quiere decidir”.

A diferencia de su tiempo en Valentino, Chiuri no tendrá que supervisar el universo de productos de Dior para mujeres, como maquillaje y fragancias. “Es difícil controlar todo”, explica. “Quiero compartir mi visión con las otras personas de la empresa, pero controlar todo es ambicioso y, en mi opinión, imposible”.

Cuando hablamos dos días después del desfile, con otro plato de macarrones intacto a su lado, Chiuri dice que sus amigos le han dicho que su colección inaugural es valiente. “Pero valiente fue la decisión de mudarme a París, ¡no mi colección! Valiente es decidir cambiar tu vida. Eso no fue fácil, honestamente”, dice, mencionado que entre semana se queda en París en un apartamento aún vacío cerca de los Jardines de Luxemburgo. Los fines de semana viaja a Roma a ver a su marido, Paolo Regini, que tiene una sastrería de camisas, y su hijo Nicolo, de 24 años. Ha viajado entre ciudades por trabajo antes, cuando estaba en Fendi, con sede en Florencia. Sin embargo, Francia es otra cultura, otro idioma y otra visión del mundo. “Dije: Bueno, realmente amo la empresa Valentino, pero si no me mudo ahora, ¿cuándo?”. No cree que tendrá la misma energía física para hacer algo así en 10 años. “Pierpaolo y yo crecimos juntos, nos respetamos, pero hay un momento en que quieres probarte a ti misma”.


Chiuri se confiesa sorprendida de que Christian Dior se haya acercado a ella. “Me conocían desde hace muchos”, dice, recordado una vez, 15 años antes, cuando tuvo una entrevista para otro puesto en la casa. “¡No fui muy cortés sobre mis ideas!”, reconoce. Fue franca otra vez cuando Dior volvió para hablar del trabajo que acabó aceptando. “Me dijeron: ‘No, de verdad, nos gustaría que vinieras, pensamos que eres la persona indicada’. Y fui directa de nuevo. Creo que es estúpido no ser honesta. Si tienes que empezar una nueva aventura, es importante que seas clara”. •

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