Propiedad intelectual, reto para el desarrollo
en América Latina
FORBES - martes, 1 de marzo de 2016
La situación de la propiedad
intelectual en Latinoamérica es compleja, sobre todo si comparamos el
desarrollo normativo de los derechos de autor y conexos con respecto al
desarrollo normativo de los derechos de propiedad industrial
A finales del siglo XIX, el
pintor Alejandro Bonilla se enfrentó al también artista Abelardo Rodríguez
Urdaneta, autor de un cuadro al óleo representativo de una alegoría de los
Padres de la Patria, en el que la figura de Juan Pablo Duarte había sido
supuestamente inspirada en el Duarte pintado también al óleo por Bonilla.
Las creaciones intelectuales se
amparan bajo el paraguas normativo interno de cada país. En República
Dominicana la Ley 65-00 es considerada uno de los cuerpos legales más avanzados
de la región y hace acopio de los tratados de la Organización Mundial de la
Propiedad Intelectual (OMPI) sobre interpretación o ejecución y fonogramas
(TOIEF), así como sobre derecho de autor (TODA). “La parte de la difusión es
el problema. En general, el derecho de autor es un ámbito poco difundido y
desconocido para una parte importante de los titulares de derechos, abogados y
jueces”, explica el abogado Franz Ruz, de la empresa internacional Écija.
Las organizaciones más
importantes con respecto a la propiedad intelectual en Latinoamérica a nivel
internacional son la OMPI, el Centro Regional para el Fomento del Libro en
América Latina y el Caribe (CERLALC) y la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal), todas vinculadas a Naciones Unidas. El Sistema
Nacional de Propiedad Intelectual en República Dominicana busca integrar esta
temática en las políticas públicas; instancia vinculada al Ministerio de
Industria y Comercio y a la Oficina Nacional de Derecho de Autor (ONDA),
dependiente del Ministerio de Cultura.
Según la OMPI, todos los países
de Latinoamérica apenas registran 1,200 patentes, de las cuales 660 son de
Brasil; 230 de México; 140 de Chile; 80 de Colombia; 26 de Argentina, y 12 en
el caso de República Dominicana. De acuerdo con datos emitidos por el
Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT), apenas 0.2%
del PIB es invertido en investigación y desarrollo.
“Las patentes son un indicio de
los resultados de la actividad investigadora, no son la única manera de
fomentar la innovación. De hecho, son una fórmula de protección económicamente
costosa. En Europa, por ejemplo, las universidades patentan mucho más de lo
que a mi juicio sería necesario o conveniente, a veces innovaciones sin aplicación
comercial efectiva o que tendrían una protección más robusta por otras vías,
como el secreto industrial. Lo mismo ocurre con cualquier innovación y
desarrollo en materia de software, dado que en la mayoría de países del mundo
el software no es patentable”, asegura Ruz.
En general, gran parte de los
países de América Latina tiene un importante desarrollo legislativo en materia
de propiedad intelectual e industrial y son parte de los principales tratados
y convenios internacionales en estas materias. Por ejemplo, en 2007
Dominicana, en cumplimiento de los acuerdos adquiridos con la ratificación del
DR-CAFTA, se adhirió al Tratado de Cooperación en Materia de Patentes (PCT).
“Lo que hay que diferenciar es
entre la existencia de una ley y el cumplimiento efectivo de la misma, donde se
puede encontrar una mayor ‘gap’ que en otras regiones más desarrolladas del
mundo. Esto se ve de manera manifiesta en ámbitos como la piratería física y
digital, tanto de contenidos culturales como de productos de marcas de
renombradas”, señala Ruz.
Naciones líderes
Los países con mayor desarrollo
legislativo y sensibilidad frente a estas materias son dos miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): Chile y
México. “También hay que considerar a Argentina, Uruguay y Colombia. Brasil
está adquiriendo un papel relevante debido a sus políticas de fomento de
contenidos nacionales, especialmente en cine y televisión, que está teniendo
como efecto la irrupción de un tejido industrial audiovisual de gran capacidad
de producción e interés y con gran número de activos intangibles que
proteger”, puntualiza el experto.
Estos países tienen legislaciones
más consolidadas y la gestión colectiva a través de sociedades de derechos
autor y conexos está en fases maduras de implementación. En el caso de México,
Argentina y Colombia juega a favor la existencia de industrias creativas más
sólidas y generadoras de empleo, como la editorial. “En el ámbito de la gestión
colectiva de derechos, la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) —entidad
de gestión colectiva de derechos musicales— es considerada internacionalmente
como un ejemplo de transparencia y eficiencia; no solamente en la región, sino
también en Europa y Estados Unidos. Esta agilidad de la SCD ha permitido que un
servicio como Netflix esté disponible en Chile y ausente de algunos países
europeos como España, donde la obtención de autorizaciones es mucho más
compleja y lenta. Otro país interesante de observar es República Dominicana, debido
a su apuesta por la industria cinematográfica y la captación de rodajes
internacionales, que debería necesariamente tener un efecto positivo en el
derecho de autor”, apunta.
Chile es calificado como una
nación de renta alta por el Banco Mundial, tiene políticas cada vez más
relevantes en materia de protección de la innovación y de la creación, lo mismo
que México y Colombia. “Lo que no es realista es esperar el mismo nivel de
inversión en otros países de América Latina (de renta media o baja) que tienen
otras prioridades de orden social mucho más urgentes. En estos países, por
ejemplo, puede ser más importante mejorar la educación primaria y secundaria
para que más ciudadanos puedan acceder a la educación superior y, en
consecuencia, que en unas pocas décadas haya mayor talento investigador;
talento que genera conocimiento e innovación”.
Einstein vaticinaba que imperios
del futuro se construirían sobre el conocimiento y Houssay decía en 1934 que
América Latina estaba atrasada en este terreno. La situación en Latinoamérica
es ahora mismo un interrogante, con el valor añadido de tener un capital humano
talentoso y creativo. “En mi opinión, no tiene nada que envidiarle a otras regiones
del mundo. A veces en Latinoamérica, con menos recursos, se consiguen
resultados extraordinarios. Y es una lección de austeridad que Latinoamérica
puede enseñar a los países desarrollados, ahora en crisis. Como propuestas de
mejora, pensaría en la necesidad de profesionalizar más sus industrias
tecnológicas y culturales y en superar importantes desigualdades sociales que
al día de hoy impiden que todo el mundo puedan alcanzar su máximo potencial
innovador”.
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