El motor de EE.UU. no es
suficiente para rescatar a la economía mundial
The wall street journal- marzo
de 2016
Ante el debilitamiento del
crecimiento global, gran parte del mundo espera colgarse de la locomotora de
Estados Unidos. El problema, no obstante, es que la economía estadounidense tal
vez no tenga la suficiente potencia para remolcar al resto del mundo.
El colapso de los precios de las
materias primas y la desaceleración de China han vapuleado a economías que
habían mostrado un gran desempeño, llevando a muchos encargados de políticas y
a empresas a volcar su mirada hacia EE.UU., una economía relativamente robusta
impulsada por el consumo.
El Banco Mundial estima que el
año pasado EE.UU. representó casi 23% del crecimiento global, su mayor
contribución desde 2003. Este año, se espera que ese país aporte 21%, una cifra
que sigue siendo sólida, con un crecimiento más acelerado que el de muchos
países desarrollados. El Fondo Monetario Internacional proyecta que EE.UU. se
expandirá un respetable 2,6% este año y el próximo, aunque los economistas del
sector privado prevén un crecimiento ligeramente más modesto.
Si bien la atención internacional
habla bien del momento que atraviesa la economía estadounidense, a algunos
expertos y autoridades les preocupa que se genere una dependencia excesiva. El
poderío relativo de EE.UU., advierten, tiene sus límites y no puede sacar a la
economía global de su postración.
“La economía de EE.UU. por sí
sola no puede tirar de la economía mundial. Sencillamente no tenemos la fuerza
suficiente”, indica Timothy Adams, director del Instituto de Finanzas
Internacionales, una entidad que representa a las instituciones financieras.
Los líderes estadounidenses han
aprovechado eventos como la reciente reunión de ministros de Finanzas del Grupo
de los 20 para exhortar a otros países a que estimulen un consumo más acelerado
en grandes economías como China y Alemania.
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“El mundo no puede depender de
que EE.UU. sea el consumidor de primera y última instancia”, dijo el secretario
del Tesoro, Jacob Lew, en una reciente entrevista con The Wall Street Journal.
“No es un motor lo suficientemente potente como para impulsar a toda la
economía mundial. Por lo tanto, es necesario que haya más demanda en otros
lugares donde existe la capacidad para generarla”.
De todos modos, los hábitos de
compra de los hogares estadounidenses han pasado a ser una preocupación global.
El año pasado, el gasto del consumidor en EE.UU. creció 3,1%, el aumento anual
más rápido desde 2005.
Aunque los sectores orientados a
las exportaciones han sufrido el impacto de las turbulencias globales y la
fortaleza del dólar, que encarece los productos estadounidenses, la economía
del país norteamericano ha tenido un buen desempeño y se ha beneficiado de una
caída del desempleo y de los menores precios de la energía, lo que ha
apuntalado el poder adquisitivo de los consumidores. Sólo alrededor de una
octava parte de la producción de EE.UU. se corresponde con las exportaciones,
mientras que el consumo constituye más de dos tercios del Producto Interno
Bruto.
“El hecho de que EE.UU. haya
logrado desacoplar sus propias perspectivas económicas de las de casi todo el
resto del mundo es bastante notable”, dice Eswar Prasad, economista de la
Universidad de Cornell. “Mucha gente, incluido yo, había previsto al menos
algún lastre de la persistente fortaleza del dólar y el hecho de que el resto
del mundo estuviera tan débil”.
Guillaume Deglise, presidente
ejecutivo de Vinexpo, una empresa francesa que organiza ferias para la
industria vitivinícola y de licores, señala que la compañía se está enfocando
en EE.UU. porque “es el mercado líder de consumo”.
El ejecutivo agrega que mucha
gente se había olvidado de eso en los últimos años. “Hubo un enfoque
probablemente excesivo en China”, afirma.
Amando M. Tetangco, gobernador
del banco central de Filipinas, manifestó recientemente que la “perspectiva
vibrante” de EE.UU. podría tener “efectos colaterales positivos” para los
exportadores filipinos.
El consumidor estadounidense ya
ha ayudado a la economía alemana. Entre enero y noviembre del año pasado, las
exportaciones a EE.UU. aumentaron 19,4%, lo que ayudó a neutralizar una caída
de 4,3% en los envíos a China, según la agencia de estadísticas de Alemania.
La dinámica actual es parecida a
la que prevalecía hace casi dos décadas. En 1999, cuando las economías
asiáticas todavía eran presa de la crisis financiera que afectaba a la región,
un informe del FMI indicó que EE.UU. “no ha mostrado señales de bajar el ritmo
a pesar de la desaceleración de la mayoría de los mercados internacionales” del
país. “La capacidad de EE.UU. para actuar como el principal motor del
crecimiento mundial puede explicarse en parte por el optimismo de los
consumidores e inversionistas suscitado por una mezcla excepcionalmente
alentadora de acontecimientos económicos”, señaló el documento.
Eran otros tiempos. En 1998,
EE.UU. era el coloso indiscutido de la economía mundial y representaba casi la
mitad del crecimiento global. Hoy, después del ascenso de China y otros
mercados emergentes, la contribución de EE.UU. es menos de 25%.
Cifrar las esperanzas del mundo
en EE.UU. plantea riesgos, tanto para las economías en desarrollo como para
EE.UU.
En el caso de los mercados
emergentes, una concentración excesiva en exportar a EE.UU. podría vincularlos
a los ciclos económicos estadounidenses, quedando a merced no sólo de la
política monetaria de la Reserva Federal, sino también a los caprichos de los
consumidores. También podría conducirlos a postergar las reformas necesarias
para el desarrollo de una demanda interna saludable.
Además, hay razones para
preocuparse por la salud de la economía de EE.UU., a pesar de una perspectiva
general positiva. Los salarios se han demorado en aumentar desde el fin de la
recesión, aunque durante los últimos meses han repuntado algo. La inversión
empresarial tampoco se ha recuperado del todo.
Mientras tanto, el alza del dólar
provocó un retroceso anualizado y desestacionalizado de 2,7% en las
exportaciones del cuarto trimestre del año pasado, después de haber aumentado
apenas 0,7% en el tercer trimestre.
Eso ha perjudicado a las empresas
manufacturas estadounidenses y sembrado pesimismo sobre el futuro. El año
pasado, la demanda de bienes duraderos cayó 3,3% y sólo 27% de los fabricantes
del país se mostró optimista acerca de la economía mundial en una encuesta
realizada por PricewaterhouseCoopers. Un porcentaje más alto, 46%, expresó
optimismo sobre la economía de EE.UU.
“Mientras más dure el lastre del
crecimiento global, mayor es la probabilidad de una desaceleración en EE.UU.
que tendría coletazos en el resto del mundo”, dice Gregory Daco, director de
macroeconomía estadounidense en Oxford Economics.
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