Atención mediática ¿injusta y
selectiva?
FORBES- 31 de Marzo de 2016
Muchos se preguntan –algunos con
sobrada indignación– ¿por qué los ataques terroristas en países ‘remotos’ no
ocasionan la misma atención mediática que aquellos que ocurren en países del
llamado ‘primer mundo’?
Cuando el mundo lloraba dos veces
a París, ignoraba a Beirut y Nigeria; cuando clamaba por Bruselas, desconocía a
Pakistán y Ankara. En unos, la cobertura mediática es integral; en otros,
parcial y efímera. ¿Por qué? Presento cuatro hipótesis conexas que poco tienen
que ver con la diatriba común, esa que sostiene que en el injusto orden
internacional, las vidas de los ricos valen más que las de los pobres. En
realidad se trata más de accesibilidad, libertad de expresión, business y
símbolos. Veamos:
Accesibilidad: Hay tres grandes
agencias de noticias en el mundo: la inglesa Reuters, la francesa Agence
France-Presse (AFP), y la estadounidense Associated Press (AP). Estas
organizaciones acopian información en todo el mundo a través de corresponsales,
quienes la envían inmediatamente a una central que la reparte a medios que no
tienen los recursos –humanos o financieros– para obtenerla de primera mano. La
gran mayoría de medios en el mundo –incluidos los mexicanos– dependen de estas
agencias. No debe sorprender, entonces, que un ataque en París, donde está la
matriz de la AFP –que tiene oficinas en 110 países y centrales en las
principales capitales del mundo–, y donde las otras dos agencias tienen sedes,
genere más atención mediática que un ataque en la selva de Nigeria. La atención
no tiene mucho que ver con el valor de la vida ‘francesa’ versus la ‘nigeriana’
¾ambas pérdidas son trágicas¾; tiene que ver con el acceso que los medios del
mundo tienen a una u otra tragedia. Y aunque este modelo ha cambiado con el
advenimiento de internet, las agencias no sólo siguen recabando gran parte de
la información, sino que el acceso a internet es mayor en los países
desarrollados, por lo que el flujo informativo digital también. Lo cual me
lleva a la segunda hipótesis.
Libertad de expresión: Para
obtener información sobre una masacre en Nigeria, Líbano o Turquía, una fuente
debe enfrentar una montaña de adversidades, no sólo geográficas, lingüísticas y
de infraestructura, sino, sobre todo, políticas ¾al grado de exponer su vida… y
en ocasiones sin conseguir mucho¾. Estos héroes son susceptibles de secuestro,
extorsión y otras formas costosas de chantaje que desequilibran a una
organización periodística; por eso la renuencia a enviarlos. En estos países
pululan grupos extraestatales que, junto con los propios gobiernos, vigilan todo
el ciclo informativo, incluido internet. En cambio, Francia, junto con
Inglaterra y Estados Unidos, es pionera de la liberad de expresión como un
derecho inalienable del hombre. Desde el siglo XVIII, los franceses pelearon
sus propias guerras internas para despojar a sus déspotas y asegurar que una
organización como la AFP pudiera existir. Mientras que en Francia, Bélgica o EU
no hay ningún problema para conseguir información –audiovisual, histórica, de
registros públicos, etc.–, en Nigeria, Líbano, Turquía o Pakistán puede ser una
osadía, a veces mortal.
Business: Aunque muchos no
quisieran, el periodismo es un negocio. Suena crudo porque nos gustaría verlo
como un arte noble, pro bono, libre de ataduras, pero sencillamente no tiene
otra forma de sobrevivir. De hecho, entre más venda un medio, menos incentivos
tiene para corromperse y es más probable que su información sea fidedigna. La
materia prima es la noticia y, en segundo lugar, su presentación. Este juego
opera en un escenario donde, como en todos los negocios, el mercado determina
la justa proporción entre oferta y demanda. Esto quiere decir que si los
ataques en París venden más que los de Beirut, es porque tienen más demanda de
la gente común y corriente, nada más. Ahora, ¿por qué tienen más demanda?
Última hipótesis.
Símbolos: Hay una serie de
factores simbólicos, culturales, geopolíticos e históricos que hacen de
Francia, Estados Unidos e Inglaterra más significativos, en la segunda acepción
de la palabra, que Nigeria o Pakistán. No es que las vidas de sus ciudadanos
valgan más, claro que no; es simplemente que sus vicisitudes nacionales hoy
significan más para mucho más gente en el mundo. ¿Por qué? Por la seguridad
global, el arte, la lengua, la tecnología, la ciencia, los negocios, la filosofía,
la academia, el cine, la arquitectura, la moda y cinco siglos consecutivos de
progreso, entre otras cosas. El acervo histórico y cultural de otros países,
especialmente de Líbano y Turquía, es milenario, cierto, pero no se puede
comparar con la relevancia –si se quiere, exclusivamente actual– de las
potencias.
Se nos pueden ocurrir más
hipótesis, pero estas cuatro son esenciales para entender el fenómeno y, lo más
importante, para prevenirlo a usted de sentirse culpable cuando lo acusen de
interesarse más por un ataque en el corazón de la civilización, que por uno en
sus confines ¾sin que el primero, claro, sea más terrible que el segundo.
Pablo Majluf es periodista y
maestro en comunicación por la Universidad de Sydney, Australia. Es coordinador
de Información Digital del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las
opiniones de Pablo Majluf son a título personal y no representan necesariamente
el criterio o los valores del CEEY.
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