¿La riqueza es problema para el
desarrollo? La clave es la desigualdad
FORBES- 30 de Marzo de 2016
Más de 64 millones de mexicanos
no pueden adquirir una canasta básica, pero el país alberga a uno de los
hombres más ricos del mundo. La concentración de riqueza que caracteriza a
México no sólo tiene implicaciones sociales: las implicaciones políticas
también juegan un rol preponderante.
El mundo está dividido en dos
linajes: los que tienen y los que no, de acuerdo con la abuela de Sancho Panza
en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Esta sabia mujer hoy se
sorprendería de que 400 años después de su aforismo, las 62 personas más ricas
del mundo acumulan la riqueza equivalente de 3,600 millones de personas que se
encuentran en el otro extremo de la distribución.
Éste es el estado del mundo.
Varias voces desde hace varios años –de distintas tendencias ideológicas y
políticas– se han pronunciado contra la extrema desigualdad. Desde el papa
Francisco hasta el presidente Barak Obama, pasando por Desmond Tutu y la
directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, han
hablado de la amenaza que presenta la desigualdad económica para el
funcionamiento de las sociedades. Todos han sustentado sus argumentos en los
análisis de académicos reconocidos como Thomas Piketty, Branco Milanovic,
Joseph Stiglitz, entre otros.
Desde enero de 2014, en el marco
del Foro Económico Mundial celebrado cada año en Davos, Suiza, Oxfam reveló que
85 personas tenían la misma riqueza que la mitad más pobre del mundo. Ahora son
sólo 62 multimillonarios, de los cuales nueve son latinoamericanos. En México,
nuestro análisis reveló que el 10% más rico de la población mexicana concentra
el 64.4% de la riqueza. De acuerdo con Credit Suisse, el 1% concentra el 43.3%
de la riqueza.
grafico_riqueza
La pobreza y desigualdad de
ingresos están relacionadas de manera aritmética y estadística. Cálculos
recientes como los de México, ¿cómo Vamos? muestran una correlación positiva
entre los niveles de pobreza y desigualdad en los estados mexicanos. Y por
definición, si se reduce la desigualdad, la pobreza disminuirá más rápido, dada
una tasa de crecimiento similar. Sin embargo, éste no es el punto más
importante.
El problema es que estamos
acostumbrados a entender la pobreza de manera muy específica. Para muchos, la
pobreza es no tener suficiente ingreso para cubrir necesidades básicas. En
México, de acuerdo con el Coneval, hay 64 millones de personas viviendo en esta
condición –alrededor del 53% de la población– algo que es inaceptable y sobre
todo en un país de ingreso medio alto. Pero la pobreza no es sólo no tener
ingreso suficiente, como el mismo Coneval reconoce. La pobreza es también no
tener la oportunidad de decidir el futuro propio o no tener la oportunidad de
contribuir a la sociedad. La pobreza también es la imposibilidad de actuar libremente
y ejercer derechos, la incapacidad de expresar opiniones y necesidades, de
avanzar socialmente con base en el mérito y el esfuerzo. La pobreza también es
ausencia de poder e influencia. Y es así que la pobreza se conecta con la
concentración extrema de riqueza.
De acuerdo con el estudio
Desigualdad extrema en México, realizado por Oxfam México, el diseño y
estructura del sistema tributario es también uno de los aspectos en los que la
élite económica mexicana ha logrado influir de manera preponderante. En el país
no se tiene una política fiscal progresiva. Así, mientras que el promedio de
los países de la OCDE obtiene el 32.5% de todos sus ingresos a partir de
impuestos en bienes y servicios (lo que incluye impuestos al consumo e
impuestos especiales), México obtiene el 54% de todos sus ingresos por esta
vía. Es decir, la estructura fiscal está más orientada a gravar el consumo que
el ingreso personal o empresarial.
El poder económico y político
desmedido de unos reduce la capacidad de acción e influencia del resto de la
sociedad. ¿Quién tiene más posibilidades de recibir una invitación a una cena
con algún miembro de la alta esfera política del país?, ¿alguno de los miembros
de la lista de forbes o el resto de la sociedad? La riqueza se está
convirtiendo rápidamente en la fuente más importante de poder e influencia en
el mundo.
La concentración extrema de
riqueza produce una captura política, es decir, la influencia excesiva e
indebida sobre la toma de decisiones y los procesos democráticos que esa
riqueza permite a las élites del país. Peor aún, estos procesos sesgados de
toma de decisión que benefician a unos cuantos se convierten en reglas, en
instituciones y en narrativas. Es así como industrias oligopólicas son
protegidas por décadas y se presentan como industrias innovadoras, creadoras
de riqueza y tomadoras de riesgo, cuando en verdad están extrayendo rentas.
La igualdad de oportunidades, que
es mencionada regularmente como el verdadero objetivo, es un mito. Un sistema
que recompensa el talento, la innovación y que pone los incentivos necesarios
para el desarrollo de las personas es un sistema en el que cierto nivel de
desigualdad es necesario para recompensar decisiones personales y habilidades
distintas. Pero vivimos en algo muy lejano a este sistema. Como muestra el
análisis de Forbes, la gran mayoría de las fortunas más grandes del país son
heredadas. Estudios del Centro Espinosa Yglesias indican que la sociedad
mexicana es mucho más rígida en términos de movilidad social que la sociedad
estadounidense, especialmente en la parte alta de la distribución. En México,
los millonarios que se hacen a sí mismos son muy pocos (sin tomar en cuenta el
tráfico de drogas, que es otra historia), la mayoría nacen con este privilegio
y lo heredan.
Este privilegio se tergiversa:
recientemente, un presentador de televisión que ha sido la promesa del futuro
durante los últimos 25 años –y al parecer siempre lo será– e hijo de otra
figura televisiva del pasado, sugirió que para salir de la pobreza, las
personas en esa condición tendrían que trabajar mucho más (utilizó otra
palabra). Este desafortunado comentario da muestra de cómo piensan personas
que heredan su posición.
Es necesario un cambio. Un
sistema que extrae rentas, privilegia las decisiones y necesidades de unos
pocos y, además, promueve la idea de que los pobres son tales por pereza, es
injusto, ineficiente y, ahora mismo, insostenible.
El deseo de disminuir la
desigualdad no es un ataque a los empresarios o a los multimillonarios. Este
deseo surge de una crítica severa a un sistema económico y político que permite
la acumulación o el incremento de fortunas heredadas a través de monopolios u
oligopolios y que mantiene en la marginación política, económica y social a
millones de personas.
Un sistema tal no sólo es
injusto, es ineficiente y está muy lejos de fomentar una sociedad donde el
talento sea recompensado y tenga el potencial de ser desarrollado por muchas
más personas con acceso a las mejores oportunidades y donde se multiplique la
actividad empresarial exitosa, no donde ésta sea producto de la confluencia
entre el poder público y el poder privado. En países con mucha menor
desigualdad, las personas tienen mucha mayor capacidad de prosperar por sí
mismas.
La desigualdad no es inevitable y
la evidencia es clara: los países con mejor distribución de la riqueza tienen
menores niveles de pobreza, mejores sistemas de salud y educación y una mejor
calidad de vida. Los niveles de desigualdad actuales no son una casualidad, ni
un efecto negativo del crecimiento económico o la globalización; son el
resultado de decisiones políticas deliberadas que escuchan al 1% por encima de
la voz del 99% restante. En ese 99% están las personas que quieren poner una
pequeña o mediana empresa, están los profesionistas que buscan empleo, están
las mujeres jóvenes que se integran a la fuerza laboral y están también las
poblaciones altamente excluidas como los indígenas y las comunidades rurales.
De hecho, hay un ejemplo muy
concreto sobre cómo las decisiones políticas reducen la desigualdad y
benefician a la mayoría:
De acuerdo con Forbes, la fortuna
del millonario mexicano Carlos Slim disminuyó en 15,900 mdd durante el año
2015, una caída en su fortuna personal del 22%, en parte como consecuencia de
la reforma en telecomunicaciones y la decisión del Instituto Federal de
Telecomunicaciones de declarar como empresa preponderante a América Móvil. Con
esto, el resto de la sociedad mexicana ha sido beneficiada al pagar menos por
sus servicios de telefonía celular. Es un caso muy específico pero tangible de
cómo se cierran brechas de desigualdad y se beneficia a la mayoría –todos
aquellos que utilizamos día con día un teléfono celular. La pregunta más
importante es: ¿por qué no se implementan políticas en todas las industrias
donde hay ausencia de competencia y un desmedido poder de mercado que se
traduce en extracción de rentas?
Oxfam, organización que ha
trabajado durante más de 70 años en la erradicación de la pobreza y la
injusticia, afirma que la desigualdad es una de las amenazas más grandes de
nuestros tiempos, y que sólo un debate franco sobre sus causas y efectos podrá
provocar los cambios que requieren las sociedades actuales.
El problema de la desigualdad
tiene que ser atacado porque sociedades que marginan y excluyen a gran parte
de su población de beneficios políticos y económicos pierden legitimidad,
estabilidad y capacidad de innovación. Son sistemas cuyas instituciones son
débiles y que tarde o temprano se convierten en ogros ineficientes e
improductivos. La experiencia histórica posterior a la Segunda Guerra Mundial
mostró que sociedades más incluyentes son posibles pero es necesario tomar esas
decisiones políticas.
La fuerza de la discusión global
y nacional sobre la desigualdad muestra el deseo de cambio y la oportunidad
de construir una economía donde se generen oportunidades y que anteponga los
intereses de la mayoría. Hay algunos que lo entienden así. Warren Buffett, un
personaje común en las listas de multimillonarios, comparte gran parte de este análisis
y ha sugerido recurrentemente, por ejemplo, pagar más impuestos. Buffett
entiende que en el siglo xxi la gran brecha entre los que tienen y los que no
puede y debe reducirse.
*Ricardo Fuentes-Nieva es
director ejecutivo de Oxfam México, una empresa con presencia en nuestro país
desde 2010, que forma parte de la Red Global Oxfam y combate la desigualdad
para reducir la pobreza a través de acciones en las zonas y poblaciones más vulnerables.
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