Los fondos de cobertura le ganaron a Argentina
con osadía y persistencia
The wall street journal - miércoles, 2 de marzo
de 2016
La apuesta que transfiguró a Wall
Street esta semana bien se podría llamar la negociación más larga de la
historia.
Una apuesta de casi 15 años en
los bonos del gobierno de Argentina rindió US$2.400 millones, incluyendo más de
US$100 millones para pagar costos legales, una ganancia en torno a entre 10 y
15 veces la inversión original.
El ganador es Elliott Management
Corp., un fondo de cobertura de Nueva York que administra US$26.000 millones y
que inició la inversión durante los primeros días del primer mandato de George
W. Bush como presidente de Estados Unidos.
En ese entonces, un gestor de
cartera de Elliott llamado Jay Newman estaba buscando una oportunidad de
inversión en deuda argentina, que entonces se negociaba a sólo 20 centavos
sobre el dólar. Elliott calculó que podría llevarle algunos años cosechar las
ganancias.
Este domingo, el fondo llegó a un
acuerdo con el nuevo gobierno de Argentina para poner fin a lo que funcionarios
presentaron como un asalto coercitivo al orgullo y las finanzas del país
sudamericano.
El país acordó en principio pagar
US$4.650 millones a Elliott y otros tres fondos de cobertura para resolver los
reclamos pendientes sobre su deuda impaga, según Daniel Pollack, el mediador
que un juez estadounidense puso a cargo de supervisar el caso.
La inversión, que duró más que
los gobiernos de cinco presidentes de Argentina, se convirtió en una labor de
tiempo completo para Newman, dicen amigos.
“No se iba a dar por vencido”,
señaló uno de sus allegados. “Había una cualidad de Moby Dick y Ajab”.
Mientras tanto, un juez de
distrito de EE.UU. avanzó el miércoles hacia la decisión de permitir que
Argentina volviera a los mercados de deuda después de más de 20 años y en
contra de las peticiones de bonistas más pequeños. La prohibición será
levantada automáticamente en dos semanas siempre y cuando Argentina cumpla
ciertas condiciones.
Originalmente, Newman, un abogado
de 64 años que empezó a trabajar en Elliott en 1995, divisaba varias maneras de
obtener ganancias de los bonos argentinos, según fuentes que lo conocen. Si la
economía argentina repuntaba, el precio de los bonos subiría. Si el país caída
en cesación de pagos, Elliott pasaría a integrar un comité de acreedores, como
ocurre con casi todas las reestructuraciones, y trataría de beneficiarse de una
refinanciación.
Los bonos ofrecían cláusulas que
parecían asegurar que todos los acreedores serían tratados por igual en el caso
de un incumplimiento, lo que tranquilizó a Newman y su fondo.
Abogados externos expresaron en
algunas ocasiones su desacuerdo con el análisis de Newman, pero Paul Singer,
fundador de Elliott, lo respaldó ya que algunos años antes, había realizado una
jugada muy rentable con bonos peruanos en problemas que tenían protecciones
similares.
Argentina entró en cesación de
pagos en 2001 y rápidamente sus líderes rechazaron la idea de negociar con
acreedores, un golpe para Newman.
Sobrevinieron años de disputas y
para 2005, Argentina logró presionar a cerca de 75% de los acreedores para que
canjearan sus bonos por nuevos valuados en apenas 30 centavos por dólar. La
oferta los obligaba a aceptarla o rechazarla y el país promulgó una ley que hacía
ilegal el pago a los bonistas rebeldes o “holdouts”.
Pero Newman no aceptó la oferta
con el argumento de que la cláusula de los bonos significaba que el fondo
conseguiría un mejor acuerdo a través de las negociaciones.
La seguridad de Newman parecía
equivocada tras la crisis financiera de 2008, cuando los bonos se llegaron a
cotizar por centavos sobre el dólar. Newman montaba a caballo en su hacienda de
Nueva York para bajar el estrés, según su amigo.
El abogado pasó a ser el rostro
público de la inversión de Elliott. Mientras que Singer es conocido por sus
opiniones políticas y por sus diatribas de inversionista, Newman asumió un tono
más conciliador, con la esperanza de que los funcionarios argentinos cedieran.
“Jay Newman lideró el ataque
durante 13 años. En ciertas ocasiones, lo consumió”, dijo David Tawil, director
gerente del fondo de cobertura neoyorquino Maglan Capital LP, que tiene
inversiones en Argentina.
En 2009, Newman viajó a Argentina
para tratar de negociar un acuerdo, pero fue infructuoso. En un momento dado,
le preocupaba que “lo detuvieran en una celda oscura,” dijo alguien que
participó en las conversaciones.
Para 2010, 93% de los bonistas
había intercambiado su deuda de 30 centavos sobre el dólar.
Elliott recurrió a medidas extraordinarias.
En 2012, convenció a un tribunal en Ghana para que confiscara la Fragata
Libertad, el buque escuela de la Armada de Argentina, con una tripulación de
200 personas, cuando ancló en el país. La medida irritó al gobierno argentino y
un acuerdo parecía cada vez más distante. Un corte internacional ordenó a Ghana
liberar el buque dos meses después.
Hace dos años, el fondo interpuso
una demanda infructuosa en California para impedir que SpaceX, la empresa
ligada a Elon Musk, lanzara un par de satélites para Argentina.
Las medidas crearon más
antagonismo con Argentina. La entonces presidenta Cristina Fernández de
Kirchner se negó a negociar y acusó a Elliott y otros fondos de ser “buitres” y
“terroristas económicos”.
Elliott obtuvo una victoria legal
en 2014 cuando la Corte Suprema de EE.UU. negó una apelación final de Argentina
a un fallo de una Corte de Distrito estadounidense que le prohibía pagar
intereses sobre los bonos canjeados sin pagar también a los bonistas que no
aceptaron la reestructuración. Si no podía pagar a los tenedores de bonos
existentes, Argentina no sería capaz de recaudar dinero mediante nueva deuda,
un golpe para una economía en problemas.
En julio de ese año, Axel
Kicillof, el ministro de Economía de Argentina en el momento, les dijo a Newman
y a un grupo de inversionistas que “nunca obtendrían” más de 30 centavos por
dólar por los bonos, de acuerdo a fuentes al tanto. Al día siguiente, Argentina
volvió a caer en default, esta vez sobre los bonos que los inversionistas
habían recibido en los canjes de 2005 y 2010.
No obstante, la elección a fines
del año pasado de Mauricio Macri renovó las esperanzas de Newman y sus colegas.
El nuevo mandatario se fijó como prioridad la solución de la disputa.
El 18 de febrero, Newman y otros
acreedores se reunieron con los negociadores argentinos en la oficina en
Manhattan del mediador designado por la corte. Después de más de ocho horas,
las dos partes acordaron los términos clave del acuerdo.
“Oh, Dios mío”, exclamó Pollock,
cuando se cerró el acuerdo. El ejecutivo dio la vuelta a la mesa corriendo para
estrechar la mano de los representantes argentinos. “Tenemos un trato”.
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