'Café con piernas': entramos en el mundo de la
explotación sexual en Chile
El Confidencial - marzo
de 2016
Oscuridad, 'La Gozadera' a todo
volumen y chicas en escuestos bikinis que atienden a sus clientes
sirviéndoles... café. Así son los 'cafés con piernas' chilenos, unos
establecimientos que comenzaron vistiendo a sus camareras con faldas cortas y
ceñidas a finales de los 70 y que hoy se enfrentan a acusaciones de
prostitución encubierta, explotación sexual de menores y tráfico de personas.
En el centro de Santiago, el café
Ikabarú -paredes negras, espejos en todos los rincones, luces fluorescentes ritmos
latinos a todo volumen- está lleno hasta la bandera; estudiantes, oficinistas y
funcionarios acuden para tomar el café de media mañana. “Esto es muy simple: la
gente viene, paga su consumición, se pone en cualquier parte de la barra, la
chica les atiende. Un saludo, se sirve el café y nada más”, asegura a El
Confidencial su propietario, Cristián Silva, que accede de buena gana a ser
entrevistado y a enseñar el local de arriba abajo para demostrar que allí no
hay gato encerrado. “Carabineros, la Municipalidad, la prensa... para nosotros,
cuanta más fiscalización tengamos, mejor”.
Junto a Silva aparece una joven
morena encaramada a unos tacones imposibles. Un bikini mínimo le cubre el pubis
y parte de los pechos. La chica pasa junto a Silva balanceando sus nalgas
desnudas y saluda con un sonoro beso en la mejilla a un hombre apoyado en la
barra. Le susurra algo al oído y se da media vuelta entre risitas. El cliente,
con ojos algo desorbitados, le masajea la espalda.
Pese a la transparencia que
exhibe el Ikabarú -papeles del local en regla y contratos de camareras para
todas las chicas-, otros 'cafés con piernas' arrastran una fama mucho más
turbia. Aunque reacio, lo admite el mismo Silva: “Hay otros cafés que han
optado por otra línea, por hacer otro tipo de cosas”. Presionado para aclarar
qué, zanja: “Juegan más al filo de la ley”.
Sexo, extintores y puertas
misteriosas
Hasta hace poco, en el mundo
ambiguo de los cafés con piernas reinaba “la ley de la selva”, según el
director de Inspecciones de la Municipalidad de Santiago, Patricio Hidalgo.
Pero en 2015, un estudio situó estos negocios como una de las principales
preocupaciones de los vecinos del centro de la capital. En solo un año, el
Ayuntamiento clausuró 60 locales.
Quejas de vecinos, música
demasiado alta, extintores mal puestos o luces de emergencia estropeadas son
algunas de las causas de cierre más frecuentes. Después de esto, “la presencia
de menores de edad y de drogas son lo más habitual”, explica a este diario
Hidalgo, quien añade que la Municipalidad no pretende cerrar todos los cafés,
sino evitar los efectos negativos que tienen en el barrio y combatir
actividades ilegales.
Los cierres causaron revuelo
entre los propietarios de los locales afectados, que desplegaron un ejército de
abogados para combatirlos. “La situación de posible comercio sexual en los
cafés con piernas se da en determinados cafés, que no son los más
tradicionales”, explica el director de Inspecciones de la Municipalidad,
Patricio Hidalgo.
En la galería comercial de la
calle Diagonal Cervantes, a pocos pasos de la plaza de Armas, el centro
neurálgico de Santiago, hay varios 'cafés con piernas' de apariencia
destartalada. Hidalgo y un grupo de cuatro inspectores entran en uno de ellos.
Al tiempo, varias persianas de la misma galería caen de golpe.
Dentro reina una penumbra casi
total. Un solo cliente charla con la única chica del café, que luce un bikini
mínimo amarillo y uñas a juego. Los inspectores ordenan al administrador del
local que apague la música y que encienda las luces. Con la ayuda de linternas,
examinan las esquinas mugrientas y las tuberías cubiertas de óxido de las que
cuelgan prendas de ropa interior femenina. En una esquina, una figurilla de la
Moreneta, la virgen de Montserrat, vela un puñado de monedas.
Uno de los inspectores aparta un
armario, ilumina y frunce el ceño. Con la ayuda de una escoba, saca unos diez
condones usados. El administrador permanece en silencio, la chica se cubre con
un vestido y el cliente sale cabizbajo del local. “Esto nos permitirá clausurarlo
porque demuestra que aquí se han llevado a cabo actividades que no son propias
de un café”, aclara Hidalgo.
En el siguiente local no hay ni
un solo cliente y cuatro chicas esperan en silencio a que la patrona guíe a los
inspectores hasta un sótano con una silla en una esquina. “Si hubiera un
colchón, o un sofá, podríamos argumentar que pasa algo más, pero con esto no”,
dice Hidalgo, que centra su atención en una puerta cerrada con candado. “¿Y
esto?”, le pregunta a la patrona, que responde que no sabe dónde conduce y que
nunca ha tenido la llave.
En realidad, la puerta da a otro
sótano: un cine porno situado al otro lado de la galería donde varios hombres
contemplan hipnotizados la pantalla gigante, que reproduce sin volumen una
orgía descolorida. Los inspectores buscan un rato entre los recovecos oscuros
del cine, se encogen de hombros y se marchan. Allí no sucede nada irregular.
“En los cafés con piernas hay
comercio sexual”
La presión de la Municipalidad ha
llevado a algunos cafés a prácticas cada vez más sofisticadas para evitar el
cierre. Así, muchos emplean chivatos en las esquinas o circuitos cerrados de
televisión para detectar a los inspectores. Quizás por eso nunca han cerrado un
café por prácticas sexuales, por explotación de mujeres chilenas o de
inmigrantes en situación irregular. Sin embargo, la responsable de trata de
personas de la ONG Raíces, Ingrid Almendras, sostiene que todas estas prácticas
suceden: “Nosotros sabemos que en los 'cafés con piernas' hay comercio sexual”,
afirma.
El comercio sexual no está ni
penado ni regulado en Chile, aunque sí lo están la explotación sexual y la
trata de personas. La dificultad reside en detectar estos delitos. Una
investigación de Raíces y la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM) reveló que en Arica, al norte del país, algunos 'cafés con piernas'
empleaban a menores. “Había falsos muros en el café y en cuanto entraba alguien
sospechoso metían a las chiquillas por esos huecos hasta que se marchaban. Solo
pudimos descubrirlo porque quienes fueron a hacer el estudio iban de
incógnito”, cuenta.
Las mujeres que caen en redes de
trata de personas son a menudo víctimas de explotación sexual y acaban
trabajando en los 'cafés con piernas'. Raíces ha detectado este tipo de
situaciones a través de la casa de acogida Josefina Bahati para mujeres víctimas
de la trata y de la explotación, que gestiona junto al Servicio Nacional de la
Mujer (SERNAM). “Hay mujeres extranjeras que han pasado por la casa de acogida
que estaban en 'cafés por piernas'. Las habían captado tratantes de personas
desde el extranjero”, asegura.
Desde el SERNAM, Mitzi Figueroa
alerta: “Nosotros ya tenemos situaciones de precariedad importantes en nuestro
país. Pero esto se agrava aún más con las extranjeras y hace que exista un
caldo de cultivo para las redes que se manejan en la irregularidad”, alerta.
Víctimas en la sombra
A la poca concienciación en la
sociedad y la tendencia a culpabilizar a las víctimas se une la falta de datos.
Según cifras oficiales del SERNAM, hubo un total de 186 víctimas de trata de
personas entre 2011 y 2014. Pero la cifra solo representa los quince casos que
llegaron a los tribunales. De estos, diez constituían explotación sexual, y el
resto laboral. “Desde el Estado el abordaje de la trata de personas y de todo
lo que esto implica es relativamente nuevo”, afirma Figueroa. De hecho, Chile
no aprobó su primera ley sobre el tráfico ilícito de migrantes y la trata de
personas hasta 2011. El primer plan nacional para combatir el fenómeno data de
2014.
La prosperidad económica de Chile
a lo largo de los últimos años, sobre todo en relación a sus vecinos en el
continente, “hace que estén aumentando considerablemente las migraciones del
resto de América Latina a nuestro país, lo que genera el aumento de situaciones
de explotación”, asegura Figueroa.
En el centro de Santiago, en una
de las galerías más concurridas, los inspectores se disponen a entrar en otro
'café con piernas'. Revisan unos 10 establecimientos al día. Solo en el centro
hay más de 100 y controlar lo que pasa en todos es imposible.
A un lado del café hay una
camisería y al otro una zapatería. Los santiaguinos pasan sin mirar los
cristales opacos el local; forman parte del paisaje urbano. Dentro, suena el
último éxito de Marc Anthony a todo volumen. Sobre la barra se inclina una joven
ataviada con una prenda de tiras complicadísimas que casi no oculta nada. El
cliente frente a ella sorbe un cafémientras contempla el reflejo del trasero en
el espejo. Los inspectores ordenan al administrador que apague la música y la
chica sigue tarareando: “Una mordidita, una mordidita...”. Con una mirada
severa, el jefe interrumpe el canturreo juguetón. Una vez más, los inspectores
no encuentran nada irregular.
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