Oro vs. bitcoin
FORBES- 16 de Marzo de 2016
El oro es la sustancia más
demandada de todas, seguida de la plata. Contra eso nada puede hacer ninguna
criptodivisa, ni siquiera el bitcoin.
En la entrega anterior comentamos
acerca del origen del dinero, y explicamos que fue un proceso evolutivo cuyo
origen se puede rastrear hasta el trueque, el intercambio privado de un bien
por otro. Si se la perdió, le recomendamos echarle un ojo.
Aquí continuaremos advirtiendo
que a lo largo de la historia, el Estado –siempre en busca de nuevas formas de
expandir su poder sobre los ciudadanos–ha buscado la manera de “confiscar” la
institución del dinero al grado de monopolizarlo. Esto lo hace ahora por medio
de los bancos centrales.
Debido a ello nos encontramos en
un experimento de dinero estatal irredimible, sin respaldo en dinero real, que
por primera vez es global.
En este contexto han aparecido
nuevos proyectos monetarios, y en particular nos referiremos ahora a las
llamadas “criptodivisas”.
De todas éstas, la más
emblemática es el bitcoin. Aquí abundaremos sobre cuál es el talón de Aquiles
de esa novedosa propuesta de dinero y sus riesgos asociados para la libertad de
las personas.
De entrada, el bitcoin –al igual
que el dinero fíat– incumple con la condición elemental de ser una mercancía o
la representación de ella. No es “nada”, no existe más allá del mundo
cibernético. Entonces, ¿al no ser “nada”, no puede ser dinero?
La respuesta legal ya la han dado
diferentes autoridades en varios países. Por ejemplo, la Corte Europea de
Justicia ha determinado que el bitcoin sí es una divisa, y por ello las
transacciones en sus bolsas de intercambio quedan exentas de IVA. En Estados
Unidos, la CFTC (Commodity Futures Trading Commission), como regulador del
mercado de commodities, ha manifestado que el bitcoin es reconocido
oficialmente como una “materia prima”, por lo que supervisa su mercado de
opciones y futuros.
De manera que el bitcoin sí es
una “materia prima” y una divisa.
Los seguidores del bitcoin han
celebrado este reconocimiento oficial como un triunfo, pero lo cierto es que el
hecho de que autoridades estatales “abracen” las criptodivisas es un pésimo
signo.
Sus apologistas también subrayan
entre las ventajas del bitcoin que su número está determinado y que, por tanto,
a diferencia del dinero fíat, no puede crearse de la noche a la mañana por un
banco central, ni de forma ilimitada, de la nada. Pero el valor no depende sólo
de que algo sea escaso, o de su oferta, sino también, y sobre todo, de que haya
demanda.
¿Cómo podría esta “materia prima
virtual” convertirse en la commodity más demandada del mundo, por encima del
oro o la plata, cuando ni siquiera tiene una existencia material? En
condiciones de libre mercado eso parece imposible, pues, de hecho, significaría
que la gente apreciaría más un bitcoin, que “no existe”, que al oro, cuyo
brillo puede ver con sus propios ojos y apreciar en sus manos. No por nada la
humanidad lo ha acumulado por milenios, mucho antes, incluso, de que se
convirtiera en dinero.
Bitcoin es, pues, un derivado más
del dinero fíat, del sistema al que dice desafiar. Sí, es una divisa, pero no
llegará a ser LA materia prima dinero por encima del rey de los metales. Ésa es
una gran diferencia.
El oro es la sustancia más
demandada de todas, seguida de la plata. Esto queda demostrado al revisar las
ratios de existencias/producción de ambos metales preciosos, muy superiores a
los de cualquier otra materia prima. Contra esto nada puede hacer ninguna
criptodivisa. Son atesorados por el elevado valor que le otorgan las personas y
no van a desaparecer.
Por eso la utilidad marginal del
oro, para fines prácticos, es constante. Nunca se tiene suficiente oro porque
siempre hay quien quiere tener más del que posee. El oro ES dinero. Una moneda
de oro, dicen, no le cae mal a nadie, y es cierto.
De ahí proviene la fuerza de su
carácter de monetario, que el bitcoin tendría que desplazar en condiciones de
competencia. No sucederá.
¿Eso significa que el bitcoin
debe ser desechado? De ninguna manera. El bitcoin no tiene por qué ser visto
como un enemigo del dinero real o los mercados libres. Al contrario.
Nuestra demanda de mercados
libres y de un dinero REPRIVATIZADO –con una banca privada libre SIN la
existencia de un banco central– pasa por que la gente use y acepte lo que
quiera como dinero, es decir, como respaldo de los billetes en circulación.
Algunos estamos convencidos de
que –como ya lo hizo antes el actuar de las personas en el comercio– el oro y
la plata serían de nuevo elevados al trono monetario –del que los desplazó por
la fuerza el poder del Estado–. No sería un proceso nuevo, sino la confirmación
de lo que eligió ya antes la sabiduría de millones y millones de seres humanos
interactuando en el mercado a lo largo de milenios.
Esto no quiere decir que todos
andemos cargando en el monedero un montón de pesadas monedas, en absoluto. La
tecnología haría más fácil que nunca el DERECHO a convertir los billetes o el
dinero digital en oro y plata físicos, a una tasa determinada.
Ése sería el freno extintor de
deudas que haría sostenible el sistema monetario y bancario, a diferencia del
actual, condenado a fracasar por su expansión ilimitada y exponencial del crédito.
Si un banco es irresponsable, se arriesgaría de inmediato a la quiebra que
significaría quedarse sin oro ante los retiros de la gente.
¿Por qué sin banco central? No
soslayemos la intención del Estado de obligarnos a usar su corrupta forma de
dinero irredimible y la de usar a la autoridad monetaria para salvar a sus
amigos banqueros en desgracia. Eso debe terminar.
Un sistema de dinero sólido y
banca privados sin banco central significaría el fin del saqueo estatal de
nuestros bolsillos por la vía monetaria. Ése es el camino a seguir.
La gente escogería, en abierta
competencia, si prefiere el oro, el bitcoin u otra cosa como dinero, o sea,
como respaldo de los billetes emitidos por la banca privada.
¿Pueden coexistir las
criptodivisas en un sistema monetario libre? Sin duda, pero será el público el
que elija por discriminación la mejor forma de dinero. En este espacio
reiteramos: no tenemos duda alguna de que el trono del oro permanecería
intacto.
En este sentido, hay señales
claras de que la creación de criptodivisas no es mal vista por los bancos
centrales, y quieren las suyas. Mal síntoma. Ésa es también una enorme
diferencia respecto al oro, pues, como sabe, éste es reconocido como el enemigo
público número uno del sistema de dinero fiduciario, cuya cabeza es el dólar.
Hay que seguir la ruta a la que más se oponen los banqueros centrales, porque
lo que no es bueno para ellos, es bueno para los ciudadanos.
En la tercera y última entrega de
esta serie sobre el dinero abordaremos la manera en que los bancos centrales
piensan adueñarse también del mercado de criptodivisas. No quieren dejarnos en
libertad, sino encontrar nuevas maneras de imponer controles a nuestra vida
privada, y de seguirse beneficiando del monopólico sistema monetario. Lo espero
el viernes.
Guillermo Barba-Economista de la
Escuela Austríaca y periodista mexicano, autor del blog Inteligencia Financiera
Global. Experto en mercados de oro y plata y comentarista de TV en Proyecto 40
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