El origen de los ingredientes se
vuelve una prioridad para las empresas de alimentos
The wall street journal - marzo
de 2016
Fish + People Inc. ha estado
publicando en su sitio web los nombres y las fotos de los capitanes de los
barcos que durante los últimos tres años han capturado los peces para su nueva
marca Fishpeople de frutos de mar envasados y filetes congelados. Muchos
compradores quedaron enganchados.
La compañía puso códigos
especiales en sus paquetes que, cuando se ingresan en su página web,
proporcionan información sobre cómo se hace cada ingrediente y quiénes son las
personas involucradas en su producción. Algunos envases de la marca Fishpeople,
ofrecidos en 7.500 puntos de venta en Estados Unidos, muestran fotos del
capitán y del barco que capturó el pescado.
“Lo que más interesa (a los
compradores) es el lugar y la gente” involucrada con el producto, afirma el
presidente ejecutivo de Fish + People, Duncan Berry.
Desde firmas de nicho como ésta
hasta grandes compañías como Campbell Soup Co., Wal-Mart Stores Inc. y JBS SA,
las empresas se están apresurando a satisfacer la creciente demanda de los
consumidores que quieren saber más acerca de lo que hay en su comida, de dónde
vino y cómo se produjo. Nuevas “etiquetas inteligentes” en los envases de
Hershey Co. dan más información nutricional y más adelante podrían llegar a
indicar dónde se compra cada ingrediente. Kellogg Co. y General Mills Inc.
revelan en sus sitios web los nombres y perfiles de los agricultores que
cultivan el trigo y la avena de sus cereales.
El gigante brasileño de la carne
JBS creó un programa llamado “Confianza desde el Origen” para su marca Friboi,
por el cual el consumidor puede visitar un sitio web y, al ingresar un código
que aparece en los envases de varios productos, rastrear el nombre de la granja
donde se crio el animal.
Sam’s Club, la división de
locales mayoristas con membresía de Wal-Mart, recientemente comenzó a poner en
los envases de sus productos códigos que los compradores pueden escanear con
sus teléfonos inteligentes para saber dónde, cómo y quién los produjo.
El factor que impulsa estos
cambios es la mayor preocupación de los consumidores por la salud y por el
impacto ambiental y social de la producción de alimentos, así como las
inquietudes de las empresas sobre la regulación y la seguridad. Para las
grandes compañías, es un intento por defenderse de nuevas marcas rivales que
están ganando el favor de los consumidores con alimentos menos procesados y más
sencillos. Según Nicholas Fereday, analista de Rabobank, en los últimos cinco
años, los 10 mayores fabricantes de alimentos de marca perdieron en conjunto
4,3 puntos porcentuales de cuota de mercado, en gran parte a manos de rivales
pequeños y medianos.
Las empresas más pequeñas tienen
la ventaja de su agilidad. Hace unos dos años, The Real Co., una firma de
Valley Cottage, Nueva York, comenzó a incluir en sus paquetes de arroz el
nombre de la finca paquistaní donde se cultivó. El arroz, producido por la
cooperativa agrícola Al-Farid de la provincia de Punjab, Pakistán, se vende
actualmente en unas 800 tiendas de comestibles, incluyendo Wegmans Food Markets
Inc.
El presidente ejecutivo de The
Real, Belal El-Banna, ha ampliado su oferta a azúcar moreno producido en Costa
Rica y sal rosa de un área del Himalaya. La empresa está trabajando en un
edulcorante sin calorías fabricado con hojas de stevia molidas, en lugar de extracto,
de Paraguay.
“Con Internet, ahora hay mucha
información disponible. Pero la gente todavía no sabe de dónde provienen sus
alimentos” y actores más pequeños como The Real pueden llenar esa brecha de
información, dice.
Las grandes empresas están tratando
de no quedarse atrás. Hace poco, Campbell lanzó el sitio web whatsinmyfood.com,
en la que dice, por ejemplo, que la pasta enlatada SpaghettiOs está hecha con
tomates producidos principalmente en fincas familiares de California y que el
queso es en su mayoría de Wisconsin.
“Los consumidores están midiendo
todo y están muy empoderados” para buscar información, dice la presidenta
ejecutiva de Campbell, Denise Morrison.
Para las grandes empresas, que
tienen complejas cadenas de suministro, lograr el equilibrio entre lo que los
compradores quieren y lo que la compañía puede ofrecer es todo un reto.
Deb Arcoleo, quien lidera los
esfuerzos de transparencia de Hershey, dice que podría llegar a usar la nueva
etiqueta inteligente con tecnología de código de barras para compartir
información sobre los países donde se cultiva el cacao usado en sus productos.
Para hacer sus chocolates, sin embargo, Hershey mezcla granos de diferentes
lugares del mundo, por lo que no puede decir que tal producto fue hecho con
cacao de una determinada plantación, dice Arcoleo. La ejecutiva agrega que, de
todos modos, no está claro si los consumidores quieren todos esos detalles.
Los consumidores tienen el
“derecho a saber” de dónde viene su comida, pero no siempre es posible o
necesario dar esos datos, señala.
Tarek Farahat, presidente global
de marketing e innovación de JBS, dice que lo importante es entender lo que
preocupa más al consumidor de cada mercado a la hora de decidir qué tipo de
información proveer. “En todos los lugares, los consumidores están cada vez más
informados sobre cómo los productos son hechos, su composición, ingredientes e
incluso el comportamiento de las empresas”, dice. En Brasil, por ejemplo, JBS
detectó que el consumidor se interesa mucho por la cuestión sanitaria, por lo
que en sus campañas busca enfatizar la limpieza de sus fábricas, con empleados
en delantal blanco, y sus inversiones en laboratorios e innovación.
En EE.UU., las iniciativas de
transparencia están recibiendo un impulso de la Ley de Modernización de
Seguridad Alimentaria de 2011. Las normas de esa ley, que pone más
responsabilidad sobre los minoristas para cerciorarse de que los productos sean
seguros, están recién terminando de redactarse. Software como el desarrollado
por ReposiTrack Inc., una empresa fundada hace tres años, permite incorporar
datos de inspecciones y otros informes sobre los productos a cada paso de la
cadena de suministro para garantizar el cumplimiento de los protocolos de
seguridad establecidos por la ley.
“Históricamente, la industria
alimentaria se ha basado en la confianza. Ahora es confianza pero también
verificación”, dice Randy Fields, presidente ejecutivo de ReposiTrack.
Fish + People ha construido de
cero los sistemas para rastrear sus ingredientes desde su origen a las plantas
de procesamiento. Esta compañía de Portland, Oregón, forjó relaciones a largo
plazo con los capitanes de los barcos, que han aceptado mantener sus capturas
de peces separadas del resto. Fish + People asigna códigos para el seguimiento
de cada carga de pescado desde el barco hasta el punto de venta. Esa
información está disponible en sus páginas web.
Este esfuerzo implica costos
añadidos. En cada paso, Berry emplea a personas competentes para la elaboración
y verificación de la información acerca de las cargas individuales de peces.
Empleados de marketing crean y actualizan páginas web con la información más
reciente sobre los ingredientes de los productos y del pescador en cuestión.
Una bolsa de frutos de mar de la
marca Fishpeople cuesta US$4,99, muy por encima de los US$1,69 de una bolsa de
atún Starkist estilo tailandés en un supermercado en el centro de Chicago,
aunque similar al precio de algunas latas de sopa de frutos de mar de alta gama
como Wolfgang Puck.
Para Berry, el esfuerzo adicional
es una ventaja. “Es, literalmente, como llevar los mercados de agricultores a
escala”, donde el comprador siente que tiene “un impacto directo en la vida de
esa persona al comprar este producto”.
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