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domingo, 7 de septiembre de 2008

García está muy nervioso
César Hildebrandt

Luis Alva Castro sigue incinerándose. Y como ya no puede echar al fuego la buena reputación que no tiene, ni la mala fama (que en su caso es incombustible), lo que echa cada día a las hogueras son toneladas de cocaína ficticia que su prensa fotografía en forma de humo.

Todos los días este ministro de habilidades diferentes dice que quema camionadas de pichicata. Y, claro, con la policía archipodrida que le sirve, puede enseñar actas que nada indican y decomisos de harina y descubrimientos de talco y alijos de sal fina y redadas de chuño. Y es que lo que quiere este vástago del Apra es blanquearse, precisamente.

¿Y por qué quiere blanquearse el doctor Alva Castro?

Porque lo necesita. Y porque así se lo demanda su jefe y mandante, el doctor García.

Es que el doctor García está (él también) un poco nervioso por algunas cosas publicadas en los últimos tiempos. Algunos llegan a decir que el temblor de manos que lo empieza a emparentar hospitalariamente con el arquitecto Belaunde se habría agudizado por esa ansiedad que el litio y Canal 7 no logran calmar.

Entre esas publicaciones molestosas está la de Gustavo Gorriti y Sheila Díaz, miembros del equipo de prensa del hoy amenazado Instituto de Defensa Legal (IDL), en relación a ciertas proximidades palaciegas con el clan de los Sánchez Paredes, esa familia que tiene varios muertos y varios investigados pero que jura que sus muchos millones de dólares son puros como manantial y que sus minas son asunto de estos días y suerte de la bienaventuranza y de la geología.

¿Y cuáles son esas proximidades? Para empezar, Gorriti y Díaz han descubierto que la pareja García- Nores vendió, en el 2003, una camioneta Nissan Frontier a la empresa Alta Tecnología e Inversión Minera y Metalúrgica, propiedad de los Sánchez Paredes.

La primera curiosidad es que nadie sabe cómo es que el doctor García logró que Nissan Maquinarias S.A. le vendiese, en el 2002, una camioneta que costaba 29,850 dólares al increíble precio “de promoción” de 18,000 dólares (redondos como un buen negocio).

Digamos que el doctor García es un suertudo. Y por partida doble. Porque once meses después de haber obtenido ese descuentazo en Maquinarias, el doctor García le colocó el vehículo a la ya nombrada empresa Alta Tecnología..., de los Sánchez Paredes. Y la vendió a 22,000 dólares, cuatro más de lo que le había costado en las rebajas de Nissan.

Digamos que no sólo es suertudo sino que es un magnífico vendedor.

Gustavo Gorriti y Sheila Díaz descubrieron también que en el año 2004 un policía de tránsito multó al conductor de esa camioneta de placa PIJ-441.

¿Quién conducía esa Frontier turbo-diesel de cinco asientos? Pues el señor Alfredo Sánchez Miranda, hijo de don Orlando Sánchez Paredes y muy querido sobrino de los malogradísimos Perciles y Segundo Sánchez Paredes, ambos asesinados a tiros por sendos sicarios y en ajustes de cuentas de la misma índole.

Alfredito Sánchez Miranda es quien acaba de acusar a Américo Zambrano, de “Caretas”, de difamar al clan familiar con sus investigaciones.

Cuando la camioneta se vendió por segunda vez, quien representó a la empresa Alta Tecnología... fue el señor Belisario Estévez, que fue viceministro de Comercio en el primer y apocalíptico gobierno del doctor García. Esa transacción entre Estévez y García fue, por lo que se ve, un asunto entre conocidos.

Cuando el dúo Gorriti-Díaz preguntó por el caso en Palacio de Gobierno, ese ciempiés del alanismo sin fisuras que se llama Luis Nava –o sea el secretario privado de Su Excelencia- dijo que sí, que en efecto la camioneta se había vendido a Sánchez Miranda en el 2003, pero que todo era una casualidad, una coincidencia construida por el azar.

-El doctor García puso un aviso en los clasificados de “El Comercio” y así se produjo la venta –habría dicho el doctor Nava.

Pero como Gorriti es como Humphrey Bogart cuando hacía de Marlowe, se pasó días buscando en la biblioteca respectiva el tal aviso. No encontró nada, por supuesto. Digamos que por la boca puede morir el ciempiés.

Lo que sí encontró Gorriti fue que una empresa de carga llamada “Transportes Don Reyna” –propiedad de José Antonio Nava, hijo de Luis Nava, el secretario presidencial- le había brindado algunos servicios regulares a la minera del clan Sánchez Paredes, la llamada “Comarsa”.

¿Qué? ¿Otra coincidencia? Así parece.

Gorriti y Díaz revelaron que entre el 12 de noviembre y el 30 de diciembre del 2003, “Transportes Don Reyna” hizo nueve esforzados viajes hacia la mina aurífera de los Sánchez Paredes. Por esos traslados camioneros de insumos químicos diversos, la empresa que gerenteaba el hijo de don Luis Nava cobró la suma de 76,429 soles (suma total de los nueve traslados).

Pero si esos negocios y contactos son pura concurrencia de casualidades, lo que no parece ya casualidad es que en el primer directorio de la minera de los Sánchez Paredes figure –según ficha hallada por Gorriti y Sánchez- el también doctor Humberto Abanto, que fue gerente general de dicha empresa hasta el 2007. Abanto es un notorio allegado y protegido del doctor Luis Alva Castro, quien lo nombró asesor de una comisión del Congreso, en el 2001, y consultor de otra comisión –la de Economía- en el 2006 (cuando Alva Castro la presidía).

Ahora ya sabemos, entonces, por qué el doctor García está anhelante, por qué Alva Castro dice que quema toneladas de polvos blancos cada día, y por qué el Instituto de Defensa Legal, donde Gorriti y Díaz trabajan, está siendo objeto de una punitiva investigación ordenada “desde las más altas esferas”.

Mi saludo y mi admiración a Gorriti, a Díaz y al IDL.

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