Se necesitan curas radicales para males
económicos inusuales
El Cronista Comercial - 2014
Las principales economías de altos ingresos -
la de EE.UU., la eurozona, Japón y el Reino Unido - han estado sufriendo del
"síndrome de deficiencia crónica de la demanda". Más precisamente,
sus sectores privados han dejado de gastar lo suficiente para elevar la
producción cerca de su potencial sin los alicientes de políticas monetarias
ultra-agresivas, grandes déficit fiscales, o ambos. El síndrome de deficiencia
de la demanda ha afectado a Japón desde principios de 1990 y a las demás
economías desde 2008 a más tardar. ¿Qué se va a hacer al respecto? Para
responder, hay que entender la dolencia.
Las crisis son los paros cardiacos del sistema
financiero. Tienen efectos potenciales devastadores sobre la economía. El papel
del médico económico es mantener al paciente con vida: evitar que el sistema
financiero colapse y sostener la demanda. El momento indicado para preocuparse
por el estilo de vida del paciente no es durante un ataque al corazón. En ese
momento lo crucial es mantenerlo vivo.
Al igual que los ataques al corazón, las crisis
financieras tienen efectos duraderos. Una razón es el daño al propio sector
financiero. Otra es la pérdida de confianza en el futuro. Sin embargo, otra es
que la deuda acumulada en el período previo a la crisis ya no es soportable. Lo
que sucede en ese momento es una "recesión de la hoja de balance" -
un período en que los deudores se enfocan en el pago de la deuda. La política
de post-crisis tiene que compensar o facilitar dicho desapalancamiento del
sector privado. Las políticas monetarias y fiscales de apoyo pueden ayudar a
lograr ambas cosas. Sin esas políticas las enormes depresiones son probables,
como ocurrió en los países miembros de la eurozona que se vieron afectados por
la crisis.
Un complemento del desapalancamiento es la
reestructuración de la deuda. Muchos economistas han recomendado dicha
reestructuración como parte esencial de la solución. En el sector de los hogares,
por lo menos, EE.UU. ha hecho un mejor trabajo que la eurozona. Pero organizar
la reestructuración de la deuda es extremadamente difícil, siempre y cuando los
prestatarios se nieguen a admitir la derrota. Esto aplica al sector privado y
más aún al sector público. Ésta es una razón por la cual el sobreendeudamiento
dura tanto tiempo.
Sin embargo, hay posibilidades aún más
inquietantes que los problemas de sobreendeudamiento. En mi libro, The Shifts
and the Shocks, propongo que una serie de cambios en la economía mundial creó
una demanda crónicamente débil durante la ausencia de auges crediticios. Entre
éstos estaban los excesos de ahorros en las economías emergentes y los cambios
en la distribución del ingreso, el envejecimiento y la disminución secular en
la propensión a invertir en los países de altos ingresos. Detrás de estos
cambios figuraban, entre otras cosas, la globalización, la innovación
tecnológica y el creciente papel del sector financiero. No es suficiente
limpiar los destrozos después de que el boom de la deuda se haya derrumbado.
Los responsables políticos también tienen que eliminar la dependencia de la
demanda en niveles insostenibles de crédito.
Sin eso, incluso una limpieza radical no
resultará en un auge en la demanda. Es cierto que si un país es pequeño, puede
importar la demanda faltante por medio de su cuenta externa. Pero cuando
enormes sectores de la economía mundial se ven afectados, se necesitan
soluciones alternativas. Existen tres alternativas: vivir con la debilidad crónica
de la demanda; ejecutar las políticas de demanda agresivas indefinidamente
(como lo ha hecho Japón); o corregir las debilidades estructurales subyacentes
de la demanda.
Una política monetaria ultra-agresiva ayuda al
entregar tasas de interés reales que están muy por debajo de cero. Una
alternativa es el déficit fiscal. Pero eso puede colocar la deuda en una senda
ascendente de forma permanente. Todavía más heterodoxa es la financiación
monetaria del déficit fiscal, como lo recomendara Adair Turner, ex presidente
de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido. Esto significa
nacionalizar la creación de dinero que por ahora está siendo delegada a los
bancos privados, a menudo irresponsables. Ésta es una forma más directa (y
probablemente más eficaz) de utilizar el poder de un banco central para crear
dinero con el fin de ampliar la demanda que emplearlo de forma indirecta, a
través de la manipulación de los precios de los activos. Esa monetización
directa de los déficit parece ser una estrategia especialmente sensata en
Japón.
La alternativa es hacerles frente a las fuentes
de una demanda estructuralmente débil. Una política sería redistribuir los
ingresos de los ahorristas a los gastadores. Otra sería la de promover el
gasto. Ésta es la razón por la que el aumento del impuesto al consumo de Japón
estuvo tan mal concebido. Al contrario, Japón debería gravar el ahorro. Esto
destruye la noción de que el ahorro es valioso. Pero en un mundo que sufre del
síndrome de deficiencia de la demanda, no lo es. El ahorro improductivo debe
desalentarse.
Más allá del malestar de la post-crisis y de la
persistente debilidad de la demanda se encuentra la posibilidad de un
suministro estructuralmente débil. La solución es el estímulo para trabajar,
invertir e innovar. Pero las políticas diseñadas para promover el suministro no
deben debilitar simultáneamente la demanda. Ésta es una de las dificultades que
conlleva la recomendación repetitiva de la reforma del mercado de trabajo, lo
que implica la reducción de salarios para una gran proporción de la fuerza de
trabajo y les facilita a los empleadores contratar y despedir empleados. Esto
probablemente resulte en un menor consumo al menos en el mediano plazo -
precisamente la experiencia de Alemania en la primera década de 2000. Las
reformas deben promover la demanda. Es por eso que la eurozona debe ofrecer un
plan equilibrado, y no la dependencia excesiva en las reformas estructurales.
La crisis dejó un legado sombrío. La eurozona
ha hecho un peor trabajo al respecto que, por ejemplo, EE.UU. Pero los orígenes
de la crisis se encuentran en las debilidades estructurales a largo plazo. Las
políticas tienen que abordar estas deficiencias, también, para que la salida de
la crisis no sea el comienzo de la siguiente. Las respuestas probablemente
serán poco ortodoxas. Pero, también lo es la situación económica actual. Las
enfermedades raras necesitan tratamientos inusuales. Así que hay que buscarlos.
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