Teoría e historia: la visión económica
austríaca
Forbes - lunes, 22 de diciembre de 2014
Con esta entrega comenzamos una serie de
artículos dedicada a la revisión del libro Teoría e Historia de Ludwig von
Mises, una lectura indispensable para entender los actuales tiempos económicos
turbulentos que nos tocó vivir.
Esta obra es considerada uno de los pilares del
pensamiento misiano. Se trata de un libro complementario de La Acción Humana,
con el que Mises nos deja claro, de manera muy amplia, varias temas relevantes.
En primer lugar, en qué consiste su visión de la dualidad metodológica: hay un
universo de acontecimientos del mundo exterior, físico, y otro de la mente
humana, que determina que el hombre actúe. Los debates y discusiones que estas
diversas concepciones del mundo desataron, cambiaron solo con el arribo de la
nueva ciencia de la economía. Sin embargo, los intereses particularmente
políticos, nos dice Mises, trasladaron la discusión a la esfera de los métodos
experimentales, inductivos, de las ciencias naturales. De este modo, hubo un
intento explícito de desacreditar lo “metafísico”, pues sólo la inducción y la
experimentación serían consideradas como científicas. Lo demás, como las
ciencias de la acción humana, no. Un gran error, pues además, nunca pudieron
desacreditar su verdad y corrección. Esto daría a la postre con la utilización
de un equivocado y perjudicial método positivista en la Ciencia Económica, que
predomina hasta nuestros días, bajo el cual, no podremos salir de la crisis que
nos aqueja.
El actuar del ser humano parte de que persigue
fines específicos, de los que prefiere unos sobre otros. Dicho en una palabra,
la acción humana tiene un carácter teleológico, distinto del principio de
causalidad. Mises afirma que incluso los más radicales partidarios positivistas
rechazan que la conducta humana esté determinada por acontecimientos fisiológicos
explicados por ciencias como la física y la química, y que así seguirá siendo
mientras no se encuentre una relación inequívoca entre ideas y acontecimientos
físico-químicos. De cualquier forma, dice que aquellas proposiciones
metafísicas no invalidan el razonamiento de la praxeología y de su rama más
desarrollada: la economía. Deja en claro que ante la frustración por no poder
desacreditarla, los positivistas recurren a estas trampas metafísicas para
intentar acabar con sus bases epistemológicas y su método.
Mises nos habla de que la característica de los
fenómenos naturales es que pueden ser predichos con certeza, debido a la
regularidad de la causa y el efecto que en ellos se observa. Es justo esa
regularidad la que se encuentra ausente en la acción de las personas, pues
incluso la agregación de grandes cantidades de información estadística, es
incapaz de hallar una constante en el comportamiento humano, pues es
inexistente. No puede ser descubierto lo que no existe. Pero incluso en estas
condiciones, el autor descarta que sean por completo impredecibles las acciones
humanas. El punto es que los métodos usados para intentar prever estas en el
futuro, son lógica y epistemológicamente muy diferentes de los de las ciencias
naturales.
Estas se basan en la regularidad de la
experiencia, o al menos, así es como han funcionado en el pasado. Ese grado de
certeza vive en la mente humana, y gracias a eso, pueden ser dados como
verdaderos y permanentes, para todos los fines prácticos de la vida del hombre.
Eso sí, Mises deja abierta la posibilidad de que esas reglas que para nosotros
aparecen como “inmutables”, en realidad sí estén sometidas a cambios que no
podemos percibir en nuestro espacio temporal. Es así como las ciencias
naturales se basan, necesariamente, en el supuesto de que prevalecerá en el
futuro esa regularidad inexorable, sin excepciones, vista en todos los casos
del pasado. Cuando esa constancia no se observa, se limita el positivismo a
afirmar que es la falta de un método adecuado, aún no desarrollado, el que
impide por el momento llegar a esas conclusiones. Como se verá, es una
conclusión análoga a la que se pretende llevar también, de forma equivocada, a
la economía.
Los seres humanos no reaccionan bajo patrones
específicos como los elementos químicos a específicos estímulos. El hombre
elige con base en fines últimos, y para ello, opta también luego por los medios
para alcanzarlos. Entonces, todo esfuerzo por mensurar acciones humanas,
termina arrojando solo datos históricos.
El ejercicio de sus elecciones constituye la
acción. El acto mental –asegura Mises, que determina el contenido de una
elección se refiere, o bien a fines últimos y se les llama juicios de valor, o
a medios, sobre los que se decide derivado de proposiciones acerca de hechos.
El fin último de la acción humana es alcanzar una situación más satisfactoria
que la que posee actualmente, cosa que por supuesto, depende del juicio
subjetivo del individuo y está más allá de cualquier examen racional.
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