Asjabad, la faraónica capital de la
"república del gas"
EFE - domingo, 14 de diciembre de 2014
Centenares de edificios estatales y faraónicos
monumentos revestidos de mármol blanco ensalzan la transformación de Asjabad
después de que Turkmenistán, país centroasiático conocido popularmente como
"La república del gas", se independizara en 1991 de la Unión
Soviética.
A pesar del nuevo esplendor de sus céntricas
calles, la sobria arquitectura de los imponentes ministerios y apartamentos
para funcionarios aún recuerda el pasado comunista de la joven capital. Enormes
parques verdes e infinidad de fuentes, en el país con mayor gasto de agua per
cápita del mundo, se contraponen al desierto de Karakum, que colinda al norte
con Asjabad y ocupa el 80 por ciento del territorio nacional.
El colorido de la capital, la metrópoli con
mayor concentración de construcciones de mármol blanco del mundo, varía a
medida que cambia la estación: del predominante gris en invierno a las
tonalidades de relucientes amarillos en la época cálida.
"Hace 20 años ninguno de estos edificios
existía", destaca Bart, un guía turístico impuesto por el ministerio de
Exteriores durante una rara visita de medios invitados por el Gobierno
turkmeno, uno de los regímenes más autoritarios del planeta.
Según Reporteros Sin Fronteras, Turkmenistán es
el tercer país con menos libertades del mundo tras Corea del Norte, con la que
comparte el culto a la personalidad de sus jerarcas, y Eritrea. El Gobierno
turkmeno, que controla todo a la información, reprime la libertad religiosa y
política, en la misma medida que subsidia el consumo de agua, petróleo, gas y
electricidad.
La fachada de la facultad de Petróleo y Gas,
principal recurso exportador del país con las cuartas reservas mundiales
probadas de gas, apunta a un complejo de lujosas viviendas reservadas por la
Administración para los trabajadores gubernamentales.
"Esto le muestra a los estudiantes el
futuro que les espera si se esfuerzan durante su formación", comenta el
guía.
Cerca de la mitad del millón de habitantes de
Asjabad trabajan para agencias gubernamentales, el principal empleador del
país, que cuenta con una población total de cinco millones de personas, de las
que un gran porcentaje se encuentran bajo el umbral de la pobreza.
Aludiendo a razones de seguridad y prácticas
heredadas de la antigua URSS, sólo es posible fotografiar o grabar unas pocas
zonas de la ciudad, custodiada a cada esquina por miembros de las autoridades
locales y donde destaca la ausencia de oriundos.
Durante la travesía a los monumentos que se
pueden filmar, el guía no ceja en su empeño en alabar la visión del actual
líder de la nación, el presidente Gurbangulí Berdimujamédov, reelegido en
febrero del 2012 por el 97,14 por ciento de los votantes en unos comicios nada
transparentes.
Berdimujamédov, quien a su llegada al poder en
2007 dio un halo de esperanza sobre una posible apertura del país, heredó la
pomposidad y la grandilocuencia de su antecesor, el "presidente
vitalicio" Saparmurat Niyázov.
La efigie de ambos dirigentes se multiplica en
parques, museos, ministerios, hoteles y monumentos de esta ciudad mediante
estatuas bañadas en oro, gigantescos mosaicos o retratos a la entrada de cada
edificio.
La última obra faraónica encargada por el
presidente, dentista de formación, es la construcción de una ciudad olímpica,
que contará con una decena de estadios deportivos a todo lujo, presupuestada en
5.000 millones de dólares (4.000 millones de euros).
Los nuevos autos de fabricación surcoreana
todavía comparten el asfalto de las anchas carreteras de cuatro carriles con
destartalados vehículos de marcas soviéticas.
Al alejarse del centro de Asjabad, la gran
falacia urbanista se desploma del todo a medida que surgen los ruinosos bloques
de viviendas levantados por los comunistas y los empobrecidos barrios
conectados mediante calzadas de barro.
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