“Si no actuamos todos juntos, no tenemos
futuro”
Deutsche Welle - jueves, 4 de diciembre
de 2014
Los desafíos del cambio climático en América
Latina golpean áreas como la producción agrícola o el sector energético. El
apoyo de los países industrializados es clave, opina la directora del PNUMA
para la región.
Los desafíos para América Latina no son pocos
ni fáciles. No obstante, las oportunidades que brinda la conferencia del clima
en Perú hacen que la directora de la Oficina para América Latina y el Caribe
del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) esté
optimista. En entrevista con DW, la bióloga colombiana Margarita Astrálaga
detalla las prioridades de la agenda latinoamericana.
DW: ¿Qué importancia tiene para América Latina
esta conferencia, con Perú como anfitrión?
Margarita Astrálaga: Tiene una gran
importancia, porque somos una región muy vulnerable. Aunque no seamos los
mayores contribuyentes al cambio climático, sí somos de los que más lo
sufrimos, por lo que para nuestros países es fundamental que se alcance un
acuerdo.
¿Cómo se pueden dimensionar estos efectos?
Según estudios hechos por distintos expertos,
nuestra región tiene una alta vulnerabilidad. Este es un estado muy dinámico,
influenciado por condiciones geofísicas y socioeconómicas. En nuestra región,
la pobreza, las condiciones de acceso y la migración, que no son temas que
tienen que ver con el cambio climático, son exacerbados por éste, pues afecta
precisamente a las personas que viven en las zonas más vulnerables.
¿Cuáles son las zonas más críticas?
Centroamérica es la segunda región del mundo
más vulnerable a riesgos climatológicos, después del sureste de Asia, y
Honduras encabeza la lista de países más vulnerables, seguido por Myanmar y
Haití. Han sido los países más afectados en los últimos 20 años. Entre los diez
primeros países, cinco son de nuestra región: Honduras, Haití, Nicaragua,
República Dominicana y Guatemala. En Sudamérica también la situación es
bastante crítica. Los Andes tropicales son muy sensibles a los cambios de
temperaturas. Los glaciares se están derritiendo aceleradamente y análisis
indican que esto va a tener impactos gravísimos en la agricultura, con riesgo
para la seguridad alimentaria y el abastecimeinto de agua.
¿Qué desafíos enfrenta la producción agrícola?
Es necesario pensar y decidir hacia dónde vamos
a mover ciertos cultivos, porque hay zonas que serán más aptas para
determinados cultivos que otras, lo que tiene un impacto en la economía. En el
caso de Perú, por ejemplo, hemos visto que van a estar afectados los de
arvejas, café y papás, porque esta zona de la región norte andina ya no va a
ser apta. Algunos países, como los grandes exportadores de café, ya estan
avanzando en sus evaluaciones.
Es también un tema energético...
Sí, que nos hace aún más vulnerables. Siempre
hemos dicho que la energía hidroeléctrica es renovable, pero sólo si hay agua.
Con las sequías hay racionamientos eléctricos, que tienen un costo social y
económico importante. La opción de energías renovables es fundamental, pues nos
ayuda a mitigar, a ser menos vulnerables y a adapatarnos a la nueva realidad.
En un momento vamos a tener que escoger para qué queremos el agua: para la
agricultura, el consumo humano o energía hidroeléctrica. Antes de llegar a esa
disyuntiva, hay que preparase teniendo otros sistemas de generación eléctrica
alternativos.
¿Es posible detener el impacto del cambio
climático?
La región ha descubierto que es indispensable
adaptarse de la mejor maneja posible y aumentar su resiliencia, lo que estamos
impulsando. Además de la transición a energías limpias, un área importante es
conservar los ecosistemas y recuperar los que hemos perdido con la expansión
demográfica y agrícola, para que nos ayuden a palear los efectos del cambio
climático. Hemos construido en planos inundables, en zonas que no hubiéramos
debido tocar.
¿Cómo conjugar la producción agrícola con la
protección de los bosques como pulmón verde?
Parte del reto es que la agricultura sea más
sostenible, menos contaminante y menos arrasadora. Por ejemplo, en cultivos de
café orgánico hay experiencias muy interesantes que conjugan el cultivo de café
con el bosque, que demuestran que se puede producir sin arrasar con la
biodiversidad. Pero eso requiere de innovacion, políticas públicas e
involucramiento del sector privado. Si no le apostamos todos juntos, no tenemos
futuro.
¿Cómo evalúan la situación de la Amazonía?
Las amenazas para la Amazonía son muy diversas
y la deforestación es una de las más grandes. Hemos tenido esfuerzos grandes de
reforestación, especialmente en Brasil, pero hay muchas otras amenazas, como la
falta de agua, pues el bosque depende directamente de ella. También riesgos
como la contaminación por mercurio, por su uso en la minería de oro en la
cuenca del Amazonas, con efectos muy graves sobre la biodiversidad y la salud
humana. A veces no estamos viendo el paisaje completo, nos concentramos en unas
tareas, pero nos olvidamos de las otras, y los problemas ambientales son muy
diversos.
¿Son positivos los convenios que buscan el pago
por resultados para evitar la deforestación?
Yo creo que tenemos que buscar todas las
formas. La FAO estimó que entre el 2000 y el 2005 nuestra región perdió 43.500
kilómetros cuadrados de bosques -lo que equivale al tamaño de Suiza- por año.
La mayor parte de esa deforestación ocurrió en el Amazonas. Tenemos que
encontrar los incentivos, pero también crear las capacidades y dar otras
condiciones de vida en las zonas rurales, donde hay poblaciones muy pobres y
vulnerables. Se necesita un desarrollo sostenible inclusivo, una visión
holística y acordada entre los países.
¿Debiera América Latina recibir compensaciones
de parte de los países industrializados?
Los páises que desarrollaron su industria hace
muchos años tienen gran culpa en la realidad que estamos viviendo. La región
está avanzando, pero tiene debilidades y necesita apoyo. Temas importantes son
la tecnología y la innovación. También es prioritario el intercambio de
información y de instrumentos para monitorizar de forma más eficaz el cambio, y
se requiere apoyo en el tema normativo. Los países están esperando que se hagan
compromisos importantes de fondos para las redes que se han creado y un compromiso
global en apoyo de los países que enfrentan problemas críticos.
¿Qué pasa con América Latina, asume también su
responsabilidad?
Según datos de la CEPAL, la región representa
el 12% de las emisiones globales. Pero no podemos decir que como históricamente
somos los que hemos generado menos, ahora no tenemos que hacer nada. En muchos
países se dictan leyes de eficienca energética y se trabaja en la disminución
de los subsidios a combustibles fósiles, cobrando más impuestos a los que
pueden pagar. Otra prioridad es hacer más eficiente el transporte público.
Avanzamos, pero hay que hacer un esfuerzo mayor.
¿Qué ejemplos podemos destacar?
No hay un solo país que no esté haciendo cosas
interesantes en un área u otra. La ley de cambio climático de México es un gran
avance y otros países tienen estrategias nacionales o trabajan en normativas.
También se están revisando las políticas de inversión en infraestructura para
que sea resiliente a los efectos del clima. En Centroamérica están unidos en
una iniciativa para cambiar todas las bombillas por las de menor consumo y, en
una segunda etapa, también electrodomésticos que consumen mucha energía.
Barbados es un ejemplo de generación de energía con paneles solares y Chile
está haciendo un gran esfuerzo por diversificar su matriz energética a través
de renovables.
¿Qué puede esperar América Latina de esta
COP20?
Estoy optimista y convencida de que por lo
menos nuestra región está muy clara de que necesitamos movernos hacia adelante,
y no es sólo la posición de nuestra región. Hemos oído recientemente
declaraciones positivas de países que antes estaban muy cerrados a cualquier
negociación, lo que parece indicar que vamos a salir de Lima con bastantes
avances. Los ciudadanos son cada vez mas conscientes, están viendo los impactos
reales del cambio climático y le exigen a sus políticos que tomen acciones.
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