Así funciona el boyante negocio
de los cazatesoros submarinos
BBC - jueves, 11 de
diciembre de 2014
En las profundidades, posados en la oscuridad de los lechos
marinos, se esconden los restos de unos tres millones de barcos hundidos.
Y eso es solo una estimación conservadora de la
Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y
Cultura.
Los barcos naufragados han fascinado a
generaciones de artistas, escritores, antropólogos y científicos.
Muchos de ellos son el lugar de descanso final
de tripulantes y pasajeros. Algunos tienen cientos de años de antigüedad, y se
han preservado al margen del paso del tiempo en la superficie.
Todos guardan tesoros que se hundieron con
ellos, ya sea en la forma de un legado cultural difícil de evaluar o en dinero
contante y sonante.
Los excavadores que encontraron el barco Mary
Rose, de la época Tudor, que se hundió en la costa inglesa en 1545, encontraron
500 pares de zapatos entre los 19.000 artefactos que se recuperaron del lugar
de hundimiento.
El SS Garirsoppa, por otro lado, un barco de
vapor hundido por un submarino alemán en la costa irlandesa en 1941, contenía
110 toneladas de plata.
En 2010, una empresa con sede en EE.UU.,
Odyssey Marine Exploration, ganó un contrato público para recuperar la plata,
4.500 metros bajo el mar, un kilómetro de profundidad más que el Titanic.
Aguja en un pajar
A esas profundidades solo puede llegarse con la
ayuda de máquinas (Lo más profundo que ha llegado un submarinista es 332
metros, según el Libro Guinness de los Récords) y llegar ahí supone, por
decirlo de manera suave, un reto técnico.
"Hace diez años no podrías haberlo
hecho", le dijo a la BBC Andrew Craig, director de proyectos de Odyssey
Marine. "Habría costado tanto".
Un vehículo operado a distancia (ROV por sus
siglas inglesas), Zeus, tardó solo tres horas y media en llegar a los restos
del barco de Odyssey, el Explorer.
Con cualquier tipo de exploración submarina, la
posición es crucial. La proverbial aguja en un pajar es mucho más díficil de
encontrar cuando está sumergida, rodeada por la vida submarina y no puedes usar
tus dedos para palparla.
"Quieres saber donde están las cosas a una
distancia de 10 o 15 centímetros y necesitas tener la capacidad de volver al
mismo sitio una y otra vez", dice Craig.
El Explorer cuenta a bordo con escáners y
magnetómetros (un tipo de detector de metales a profundidad que es también
usado por los militares para buscar submarinos), y Zeus ha sido equipado con un
Sistema de Navegación por Inercia.
Este sistema captura un rango de datos de
sensores más numerosos, no solo para navegar sino para registrar en qué sitios
ha estado. Costó más de US$157.000 y es solo uno de muchos sensores usados por
el equipo para guiar al ROV.
Avances
Andrew Craig dice que aún espera que lleguen
pronto una serie de avances técnicos que resultan sorprendentemente familiares.
El primero de ellos es una mejor comunicación
inalámbrica. Los ROV aún necesitan enviar datos y recibir instrucciones por
cable de fibra óptica y eso implica que deben estar conectados por cables al
barco.
El segundo es verdaderamente universal, que las
baterías duren más.
"La vez que estuvo más tiempo bajo el
agua, el ROV pasó cinco días y medio en el lecho marino", dice Craig.
"Pero tuvimos que subirlo cuando se agotaba la batería".
A estas dificultades se añade lo costoso que es
la exploración de restos de naufragios.
Mantener un barco de exploración como el
Explorer cuesta unos US$35.000 al día,
Ese tipo de naves necesita de 5 a 10 toneladas
de combustible al día a un costo de US$1.000 por tonelada.
"Para hacer una exploración de modo
apropiado, puedes necesitar estar a bordo de seis meses a un año", dice
Craig. "Rápidamente el costo llega a los millones de dólares".
No es de sorprender que sea difícil encontrar
financiamiento.
Odyssey Marine opera manteniendo y vendiendo
sus descubrimientos. También retiene objetos de valor cultural y los ofrece
para exhibición en museos.
La compañía mantiene el 80% del valor de la
plata que halló en el SS Gairsoppa como parte del acuerdo al que llegó con las
autoridades.
"Odyssey Marine Exploration es muy
transparente sobre su modelo de negocio", dice Sean Kingsley, fundador de
Wreck Watch y un consultor de la empresa.
"Piezas culturales únicas son retenidas
permanentemente para su exhibición en museos, mientras que otros objetos que
puedes encontrar en cualquier museo se venden para cubrir los gastos de la
expedición".
"Se necesitan ingresos para costear estos
avances científicos. Dejémoslo claro, la exploración de restos de naufragios es
el área más costosa de la arqueología", añade.
No todo el mundo está de acuerdo con la
comercialización.
Cuando la Unesco redactó su Convención para la
Protección del Patrimonio Cultural Submarino de 2001 prohibió específicamente
lo que llamó "explotación comercial" y promovió la "preservación
in situ" como su "opción preferida", permitiendo la retirada de
artefactos y de los restos de naufragios por motivos culturales, pero no
financieros.
Los críticos de la convención señalan que los
proyectos de excavación icónicos, como el del Mary Rose, habrían sido
inconcebibles si se hubieran seguido unas reglas que solo han ratificado 44 de
los 195 miembros de la Unesco.
En las playas
Por supuesto, no todos los restos de naufragios
del mundo son tan poco accesibles.
No es tan extraño que submarinistas aficionados
e incluso paseantes por la playa se topen con el botín de un naufragio.
En esos casos la ley varía de país a país. Unas
veces el que hace el hallazgo puede quedarse con él, otras debe devolverlo a su
propietario.
En ocasiones, los objetos hallados pueden
encontrar un nuevo uso de vuelta en la superficie.
En 2010, el Instituto Nacional de Física
Nuclear de Italia usó 120 lingote de plomo, encontrados en un barco hundido
romano, para llevar a cabo una importante investigación sobre los neutrinos.
El plomo era de interés porque había perdido
toda su radioactividad, pero la arqueóloga Donatella Salvi dijo a la revista
Nature que entregar los lingotes fue "doloroso".
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