¿Realmente el estrés postraumático es común?
BBC Mundo - sábado, 6 de diciembre de
2014
Una dura experiencia como un accidente de auto
o un desastre natural pueden tener un impacto duradero y significativo en las
personas. Pero ¿significa esto que todo el mundo desarrollar transtorno de
estrés postraumático o TEPT después?
En los años 90 se asumía que era así, por lo
que se intentó hacer que la gente recibiera ayuda psicológica. Sin embargo,
resultó que no era efectivo.
Una revisión científica de este tema concluyó
que la atención psicológica obligatoria tras el incidente debe ser
descontinuada. Algunos incluso creen que la "industria del desastre"
ha promovido este tipo de intervenciones de forma acrítica.
Cuando se examina la evidencia, se ve que no es
cierto que mucha gente desarrolle TEPT. Y ese no es el único mito sobre el
trastorno.
Tras sufrir un evento traumático, la gente
naturalmente se siente conmocionada, ansiosa y temerosa. La experiencia ocupa
su mente, y puede ser que sufran recuerdos recurrentes o flashbacks, pesadillas
y ansiedad constante por una sensación de inseguridad durante días, incluso
semanas.
Nada de esto es agradable, evidentemente, pero
se trata de reacciones normales a un acontecimiento en el que sintieron que sus
vidas corrían peligro, o vieron que otra gente resultaba herida o moría a su
lado.
Los recuerdos recurrentes pueden volverse tan
invasivos que entorpecen el pensamiento. Los sentimientos de culpa pueden
llevar a la gente a repasar los acontecimientos y cuestionarse si hubiesen
podido hacer algo por salvar a otros.
Puede ser que traten de evitar lugares o
actividades que les recuerden lo que pasó o se insensibilicen, para tratar de
no sentir nada.
La sensación constante de alerta que tienen les
provoca palpitaciones y terror a veces por cosas tan triviales como cruzarse
con alguien por la calle.
Notable resistencia
Los síntomas del estrés postraumático son muy
reales y angustiantes. Es importante que si alguien los experimenta, busque y
reciba ayuda.
Pero una clave del diagnóstico es que los
síntomas persistan durante al menos un mes después del acontecimiento, y que
afecten al trabajo y la vida social, o que les impidan hacer lo que quieran.
Lo destacable es que en la mayoría de casos,
estos síntomas van desapareciendo gradualmente, por lo que este desorden no es
tan común como podría pensarse.
Incluso en situaciones extremas, como la
guerra, la mayor parte de la gente no se ve afectada.
La incidencia de TEPT entre los soldados
británicos es más baja que entre los estadounidenses.
Solo un 4% de los soldados británicos
desarrollaron estrés postraumático tras servir en Irak, por ejemplo, una cifra
que aumenta hasta el 6,9% para aquellos que participaron en combates.
Entre los reservistas, el índice es un poco más
alto.
Los investigadores creen que esto puede deberse
a que estos últimos vuelven a sus vidas de civiles, en las que tuvieron que
lidiar solos con la experiencia, mientras que los miembros de las fuerzas
armadas regulares se quedan con compañeros que saben lo que es la guerra.
Lo mismo sucede con los ataques a civiles:
tampoco afectan a la mayoría de la gente.
Un estudio con más de 10.000 personas,
incluidos policías y obreros de construcción, que acudieron al World Trade
Center el 11 de septiembre de 2001 a ayudar, concluyó que el 75% no habían
tenido problemas a largo plazo.
Es cierto que a veces los síntomas pueden
aparecer con retraso. Un 8,5% de los entrevistados experimentaron dificultades
mucho después de los ataques.
Hay incluso casos de soldados que lucharon en
la Segunda Guerra Mundial, volvieron a casa aparentemente bien, trabajaron
durante años y, al jubilarse, volvieron a tener pesadillas y recuerdos
recurrentes.
Experiencia noruega
Viajé a Noruega a encontrarme con
supervivientes de la tragedia de la isla de Utoya, en 2011, en la que murieron
69 adolescentes y muchos otros fueron testigos de sus muertes.
Algunos sobrevivieron escondidos en los lavabos
durante tres horas, sabiendo que el asesino estaba cerca, buscándolos.
Un solo hombre aterrorizó a decenas en la isla
Utoya y consternó al mundo en 2011.
Inmediatamente después, Atle Dyregov, director
del Centro de Psicología de Crisis en Bergen, estimó que entre el 30% y el 50%
sufrirían problemas de salud a largo plazo, incluido estrés postraumático.
Aunque los números se han situado más bien
cerca del 50%, esto significa que la mitad de los que vieron cómo morían sus
amigos y tuvieron que huir para salvarse, se han recuperado de alguna manera.
Los hechos sucedieron durante un campamento de
verano y muchos de los adolescentes empezaban en nuevas escuelas en otoño, lo
que lo hizo más difícil para ellos.
Pero el país ya tenía un plan para lidiar con
algo como esto, fuera un desastre natural o un crimen, y le proporcionó a los
afectados mucho apoyo.
Todas las escuelas implicadas recibieron
consejos sobre cómo actuar, las reglas de asistencia se relajaron para los
supervivientes y a los estudiantes se les permitió elegir cuándo y cómo hablar
con sus compañeros sobre lo sucedido.
Algunos simplemente decidieron evitar preguntas
y, cuando se sintieron listos para hacerlo, explicaron lo sucedido al frente de
toda la clase.
Los afectados y los supervivientes pudieron
volver a la isla en varios momentos distintos, pues se había aprendido en
desastres previos que cada vez se llega con otra perspectiva.
Parece que este tipo de apoyo sí ayudó, y otros
países miran ahora hacia la experiencia noruega.
Niveles de exposición
Otro mito sobre TEPT es que sólo lo pueden
sufrir personas débiles.
Por qué, tras una experiencia horrenda, algunas
personas lo desarrollan y otras no es todavía un misterio.
La naturaleza del acontecimiento en sí influye,
evidentemente.
Las tasas de estrés postraumático entre
soldados estadounidenses son casi tres veces mayores que entre los británicos,
en parte porque hay una proporción mayor de reservistas, pero también porque
sus misiones suelen durar un año, en comparación con los seis meses que duran
las de Reino Unido.
En Nueva York se han estudiado los casos tras
los ataques del 11-S, pero no hay respuestas claras.
Una revisión de estudios sobre el 11 de
septiembre concluyó que los que resultaron heridos, los que trabajaban en los
pisos más altos, los que vieron caer o saltar por las ventanas a otros y
aquellos cuyos empleados murieron tenían más probabilidades de desarrollar
TEPT.
Además tenían más probabilidades las mujeres,
los jóvenes, los que tenían salarios más bajos y los que habían experimentado
reveses en años anteriores. El cuadro es complejo.
También es un mito que cuando los niños tienen
una experiencia traumática, sencillamente se recuperan. Ellos también pueden
sufrir de TEPT.
Además de los factores de riesgo para TEPT,
también hay otros que contribuyen a la resistencia y protegen del trastono.
El apoyo de la familia y colegas pueden suponer
una diferencia.
Pero estos factores no nos dicen exactamente
quién se va a ver afectado y quién no.
Hasta que no sepamos más sobre este desorden,
la clave es hacer que la ayuda psicológica esté disponible si la gente la
necesita y cuando la necesite.
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