Economía 4.0
El Confidencial - febrero de 2016
La cuarta revolución económica
vendrá de la mano de la industria 4.0. Consistirá en aplicar la naciente
economía fundamental, utilizando los instrumentos generados por la propia
industria 4.0
A pesar de la tecnología y la mal llamada
inteligencia artificial (lo será cuando las máquinas tengan sentimientos y no
antes), volverá el trabajo manual. La imperiosa necesidad de automatizar
cualquier actividad no será tan evidente cuando se desarrollen patrones lógicos
mensurables, alineados con los estertores que este planeta impele.
Un empleado cualquiera, según la
infrahumana ortodoxia económica dominante, constituye un recurso humano para lo
malo pero no para lo bueno. Disfruta de una potencia instalada en su cuerpo de
unos 100 watios, cualquiera que sea la calidad de las neuronas instaladas. La
de nuestros políticos y responsables económicos, ya la conocemos. Consumen lo
mismo que buenos estadistas, si los nombraran.
El hombre necesita para su
funcionamiento unas 2.000 kcal/día, alrededor de 2,32 kw-h. Su energía es la
alimentación. Desarrolla trabajo mecánico y calor, como cualquier máquina sin
alma.
Sus residuos son biomasa olorosa y
ventosidades que producen contaminación acústica. Gases cuyo efecto invernadero
es 20 veces superior al del CO2. Afortunadamente, la reciente legislación
penal, siempre al quite de toda chaladura justiciera, ya ha puesto medios
taxativos para prevenir los delitos producidos por el trasero. ¡Qué sería de
nosotros sin gobernantes al loro de todo delito novedoso políticamente
incorrecto!
Mientras cualquier máquina se
puede apagar, dejando de consumir y contaminar, el ser humano gasta lo mismo
trabaje todos los días o disfrute de una agenda vacía, cual ausente presidente
en funciones. Hasta que pasa a mejor vida. O hasta que a algún sucesor de tiíto
Adolf le dé por reactivar la macabra cadena que ponga como objetivo otro
colectivo maldito, cualquiera de aquellos que no disfrutan de la presunción de
inocencia gracias a la jurisprudencia tan bestia a cargo del tribunal defensor
de la casta.
A lo cual habrá que añadir aquello que tantas
veces hemos sugerido. Un lugar finito es incapaz de proporcionar recursos
infinitos, por mucho que la religión laica predominante insista en que la
tecnología proporcionará vida eterna a una civilización que pretende crecer de
manera exponencial al aplicar interés compuesto a todo.
La cual continúa mostrando un
crecimiento en vertical de todo parámetro que se precie, algo insostenible en
el tiempo. Sea la población, la urbanización excesiva o el consumo energético.
O la producción de artículos científicos que no acatan el método científico.
Es tendencia dejar de desarrollar
experimentos de verificación y validación de cada avance publicado. Son
aburridos y no proporcionan sexenios. En economía teórica, no saben en qué
consiste eso. No interesa hacerlo al no producir gloria científica a sus
autores. Al convertirse en una molestia para las revistas llamadas científicas,
siempre ansiosas de incrementar la caja mediante novedades científicas, a ser
posible mediáticas. Una nueva burbuja a investigar y contrastar, no mediante
pares, sino por arrobas.
Comienza la cuarta revolución
industrial
Hasta que el Sol agote su
combustible de fusión y le dé por engullirnos, o hasta que un meteorito nos
espabile, como hizo con los dinosaurios, la única manera de poder garantizar
vida eterna a la especie humana será desarrollando la economía 4.0. O, al
menos, intentándolo.
La primera revolución industrial
arrancó con la máquina de vapor. La segunda, con la electrificación, el motor
de combustión interna y la cadena de montaje creada por Henry Ford. La tercera
fue proclamada por el Parlamento Europeo en junio de 2006 a propuesta del
economista Jeremy Rifkin. Aseguró que la industria del futuro se basará en
energías renovables y el desarrollo del coche eléctrico, utilizando redes
inteligentes, siguiendo el espíritu de las revoluciones anteriores.
La cuarta revolución industrial,
denominada industria 4.0, se definió en Alemania. Plantea organizar los medios
de producción mediante la aplicación masiva de las nuevas tecnologías. El
objetivo no es otro que no quedarse rezagada de Corea del Sur. País que, sin
tanto 'marketing' barato, lleva tiempo caminando en tal dirección.
Constituye una auténtica política
de Estado para ambos. Alinea el I+D+I producido por universidades y centros de
investigación con las necesidades de la industria, como debe ser. Cosas que
aquí no existen. Nos basta el Sol, ladrillos, bares y keynesianismo con
multiplicadores cercanos a cero, sea con austeridad o sin ella.
La economía no sabe nada de
revoluciones
En economía, revoluciones ha
habido pocas, no siempre para bien. Como afirma la aclamada y mundialmente
famosa 'Historia de la economía en dos minutos', la teoría económica comenzó
con buen pie de la mano de Adam Smith y sus acólitos primigenios. Primera
revolución económica que surgió a la par de la revolución industrial. Que
casualidad.
La segunda revolución económica
comenzó cuando Leon Walras propuso envolver en un aura de ciencia experimental
la hasta entonces denominada economía política. Se empeñó en introducir las
matemáticas sin ton ni son, fastidiando el invento. Siguió modelos físicos
incompletos, que terminaron de jorobar la excelsa teoría cuando Marx y
compañía, siguiendo la eterna utopía, pisotearon a media humanidad. ¿La
estrategia de Podemos a microescala plurinacional?
Las nuevas teorías económicas
debieron alinearse con la segunda revolución industrial. Sus postulados
erróneos las alejaron. Se quedaron ancladas a mitad del siglo XIX, en el lapso
de tiempo que transcurrió entre la definición del primer principio de la termodinámica,
que incorporaron, y el segundo, que desecharon.
Postulados basados en el
equilibrio newtoniano que ignora todo acerca de la teoría de la relatividad. Y,
por supuesto, de la mecánica cuántica, de la cual la nueva economía teórica
deberá inocularse. ¿Acaso el sistema económico global no se asemeja al caos más
que a nada ordenado?
Al finalizar la II Guerra
Mundial, la socialdemocracia europea y el capitalismo expansivo de EEUU
consiguieron el mayor crecimiento de la historia. Fue la tercera revolución
económica.
Ha degenerado hasta crear la
burbuja de deuda actual, al aplicar con terquedad modelos teóricos fallidos que
no tienen nada que ver con el mundo real. Que elevaron a los altares de la
estupidez, a manos de la venerada tecnología, al omnipotente dios mercado,
siempre y cuando lo de libre interesara a una casta siempre amante de un buen
oligopolio.
Como ha ocurrido siempre, nos
enfrentamos al final de la tal tercera revolución en plena crisis de valores,
ciencia, ideas y ocurrencias. Los sabios nobelados y sus acólitos menesterosos
de gloria y pasta no se plantean una cuarta revolución económica, que al menos
corrigiera los destrozos de las dos anteriores. Obligaría a pensar, lo cual no
interesa. Viven cómodamente, proclamando siempre las mismas chorradas.
Demostraría que el desacreditado
emperador académico está desnudo de teoría. La teoría económica ya solo obedece
a las élites extractivas, que la interpretan como les da la gana. Realidad que
cualquier ciudadano medio es capaz de palpar en su adelgazado bolsillo. Como
los griegos demostraron hace 2.500 años, sin clase media no hay democracia que
valga ni bienestar de ningún tipo.
La cuarta revolución económica
está por llegar
El desarrollo de la cuarta
revolución industrial sin más, sin una cuarta revolución económica que la
acompañe, nos conducirá hacia el desastre.
La cuarta revolución económica
vendrá de la mano de la industria 4.0, si conseguimos entre todos alinear ambos
eventos. Consistirá en aplicar la naciente economía fundamental, utilizando los
instrumentos generados por la industria 4.0, que será la encargada de
proporcionar las herramientas que permitan desarrollar los postulados
propugnados por la tercera revolución industrial, que continúa sin
materializarse, y otras muchas cosas más.
Para ello es necesario definir
nuevos conceptos y redefinir los obsoletos, poniendo las bases teóricas que
desarrollen la ciencia de la escasez desde todo punto de vista físico,
geográfico y biológico.
Implicará la valoración de la
actividad que cada máquina realice en sustitución del trabajador manual,
descontando los recursos finitos utilizados, contabilizando el gasto energético
generado para el mismo proceso y la contaminación que produce. Y si es más
ineficiente que el trabajador manual desde el punto de vista natural, se
apagará y contratará a este, reduciendo el desempleo.
Necesitará redefinir los
conceptos de productividad y de valor añadido de acuerdo con las nuevas pautas,
en vez de acatar la oferta y la demanda marginal sin tener en cuenta nada más.
Pondremos a competir máquinas con
sueldos. ¿Que máquina puede hacer la misma tarea diaria que un empleado
consumiendo menos de 2,32 kw-h a lo largo de 24 horas? ¿Quién ganará?
Todas las revoluciones comienzan
negando la evidencia, a la manera de Zapatero y su sucesor, que no termina de
despedirse ni de proponer estadistas que le reemplacen, capaces de desbloquear
la formación del nuevo Gobierno, para lo cual se necesita un proyecto de Estado
y pautas enérgicas que generen un desarrollo económico sostenible y sano.
¿Valdrían las aquí propuestas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario