La terrorífica ola de asesinatos
que aterroriza a Nueva York
El Confidencial - martes, 23 de
febrero de 2016
La noche del 16 de diciembre de
2015, dos personas fueron acuchilladas en Manhattan. Una de ellas era un
taxista de 45 años, que vio rebanado su rostro desde la oreja hasta la boca. El
otro era un joven de 22 años que deambulaba borracho por el Distrito
Financiero, y que tras pelear con otro varón, recibió una cuchillada, tal y
como informaba 'The New York Post'. Un mes más tarde, Anthony Christopher-Smith
mostraba a 'The New York Daily' su nueva cicatriz que, ¿adivinan?, trazaba una
línea oblicua desde la comisura de su boca hasta la oreja derecha. El
afroamericano había sido atacado a plena luz del día en el East Village.
“Tenía un cuchillo en su mano, y
simplemente atacó”, explicaba la víctima. “Fue completamente al azar”. Las
fotografías captadas por la cámara de seguridad mostraban a un hombre blanco,
con un gorro cubriendo la cabeza, como el culpable de la agresión. Pero desde
luego que no se trataba de Leolyn Rowe, el hombre que un mes antes había
rebanado el rostro del taxista, y que fue detenido esa misma noche.
Muy probablemente tampoco se
trataba de Kari Bazemore, que el 6 de enero acuchilló la cara de Amanda Lynn
Morris en el barrio de Chelsea. Como cuenta la agredida, el hombre de 41 años
simplemente caminaba a su lado cuando, de repente, sacó un cuchillo y cortó su
cara de arriba abajo. Quizá tampoco sea el mismo agresor de Paula de los
Santos, que fue acuchillada el pasado 12 de febrero por un “latino que llevaba
un gorro de lana”.
La ola de ataques no se limita a
un puñado de casos. Como explica un reportaje publicado en 'New York Magazine',
desde mediados de diciembre, cuando los medios de comunicación recogieron por
primera vez la historia del taxista, la policía de la Gran Manzana ha recibido
21 denuncias de apuñalamientos, la mayor parte de ellos producidos en los
andenes de las estaciones de metro (comparados con los tres que tuvieron lugar
en el mismo período del año anterior).
Demasiados casos para tratarse de
una casualidad, o al menos eso parece. La policía de Nueva York no lo tiene tan
claro, y para evitar que reine el pánico entre los usuarios del suburbano o que
una ciudad tan proclive a los temores sin rostro –recordemos al Hijo de Sam–
reviva miedos pasados, ha señalado que no es para tanto.
Bill Bratton, inspector de
policía, aclaró que se ha dado demasiada cancha a dichos casos, así como que no
se trata de un asunto de bandas, que “no hay ningún patrón” y que, por lo
general, estos ataques se han producido en peleas. Entonces, ¿por qué tantas
personas han sido acuchilladas en la cara durante los últimos dos meses?
El atractivo de ser famoso
El pasado sábado, Jason Dalton,
un conductor de Uber, abrió fuego en diversas localizaciones y asesinó a seis
personas en Kalamazoo (Michigan), a más de 1.100 kilómetros de Nueva York. Se
trataba de un pistolero solitario, cuyo comportamiento no atendía a ningún
móvil claro (venganza, robo, etc.) ni a ningún patrón (los asesinados eran
personas de todas las edades y razas). Sin embargo, su historia, junto a la de
los acuchillados de Nueva York, nos dice mucho de cómo funciona la mente de los
criminales. Especialmente en un país en el que, como ocurre con EEUU, mueren
12.000 personas al año por arma de fuego.
Muy probablemente se trate de
agresiones por imitación, o utilizando la palabra que se emplea en inglés, de
'copycat crimes'. Como explica 'New York Magazine', el término fue empleado por
primera vez en los años 60 en un artículo de 'The New York Times' que exploraba
el comportamiento imitativo de muchos criminales, y en los que el papel de los
medios de comunicación es de radical importancia.
“Para que un crimen sea
considerado 'copycat', debe basarse en otro crimen previo que haya aparecido en
los medios de comunicación”, indica el artículo. “Alguien que perpetra un
crimen 'copycat' puede tomar prestado cualquier elemento del original, ya sea
la motivación o la técnica o el escenario o la ruta de escape”. Con un problema
añadido: esta imitación no tiene por qué darse ni en un lugar cercano ni en un
momento próximo del tiempo. En otras palabras, alguien que se sienta fascinado
por Jack el Destripador puede terminar replicando sus crímenes en cualquier
momento, en cualquier lugar.
Como aseguran Angela Zhuo y Ray
Surette, dos profesores especializados en criminología, es muy probable que los
asaltos en Nueva York sean otro crimen imitativo más, debido a su “alta
frecuencia”. Lo cual implica que la responsabilidad recae, en un alto grado, en
los medios de comunicación que han difundido las noticias… y, especialmente, en
la manera de hacerlo.
“Los criminales imitativos ansían
atención, por eso están interesados en imitar crímenes que han sido
sensacionalizados”, explica Zhuo. “Para un pequeño grupo de gente, la atención
negativa es tan gratificante como la positiva”. Términos como “acuchilló”,
“salió disparado”, “volvió a atacar” convierten los lamentables crímenes en
pequeñas películas de ficción en las que el criminal desempeña el papel
protagonista.
Un contagio ¿sin fin?
La mentalidad del 'copycat' ha
sido empleada también para explicar otros crímenes, como los tiroteos en masa
que ocasionalmente se producen en EEUU, y que nada sorprendentemente suelen
sucederse en breves períodos de tiempo (ocurre algo similar con los suicidios y
el supuesto “efecto contagio” que provoca informar de ellos en la prensa) antes
de caer en un relativo olvido.
Un reportaje publicado en octubre
del pasado año en 'Mother Jones' señalaba de qué manera los medios de
comunicación de masas son una gran inspiración para los asesinos en masa.
“Los potenciales atacantes emulan
con frecuencia la masacre de Columbine”, señalaba en el reportaje su autor,
Mark Follman. “Un agente de la ley de un alto nivel me dijo que se ha
encontrado a docenas de estudiantes en todo el país que dicen admirar a los
asesinos”. Algunos de ellos ni siquiera habían nacido cuando los crímenes
tuvieron lugar en 1999.
En su investigación, el
periodista se topó con hasta 74 crímenes cuyos perpetradores habían reconocido
admirar a los asesinos de Columbine. Un trágico tiroteo que no sólo fue
tristemente célebre por lo elevado de la cifra de muertos –15, así como 24
heridos–, sino porque hizo saltar a la fama a Eric Harris y Dylan Klebold.
Ahí se encuentra la clave de
estos actos de violencia sin sentido: en reclamar por la fuerza los 15 minutos
de fama que a todos nos corresponden, pero también en que perdedores
patológicos se sientan durante unos instantes como los protagonistas de una
película de acción o un 'psycho-killer' carismático, esa figura que desde la
irrupción de Hannibal Lecter tan atractiva ha resultado para el gran público.
Como señala Surette, estos criminales “están motivados por un deseo de tener
mala reputación o recibir atención, o simplemente por el deseo de hacer daño a
alguien, y la cobertura les da un modelo, una técnica y un conjunto de
localizaciones en las que hacerlo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario