Los controles de capital se ponen
de moda otra vez
The Wall Street Journal. - lunes,
8 de febrero de 2016
La respuesta a las turbulencias
que azotan los mercados financieros podría ser una dosis de pensamiento
heterodoxo.
Cambios leves en el valor del
yuan han desencadenado grandes oscilaciones en los mercados globales y el dólar
se ha disparado contra casi todas las monedas del mundo. En medio de la
confusión, las autoridades financieras y económicas abogan por una táctica que
alguna vez fue anatema: los controles de capital.
Haruhiko Kuroda, gobernador del
Banco de Japón, pareció tomar distancia de la ortodoxia económica cuando
sugirió a fines de enero que China podría beneficiarse si aplicaba controles de
capital más estrictos. India y Nigeria endurecieron en los últimos años el
acceso de sus ciudadanos a moneda extranjera como parte de la lucha por limitar
la salida de capitales causada por el desmantelamiento de las políticas de
estímulo de la Reserva Federal de Estados Unidos.
“La presunción general era que la
liberalización de la cuenta de capital siempre era buena y que los controles de
capital casi siempre eran malos”, dice Olivier Blanchard, que asumió como
economista jefe del Fondo Monetario Internacional en 2008 y dejó el cargo el
año pasado. “He visto el cambio de parecer, en parte porque estaba equivocado
entonces, y particularmente porque estaba equivocado en una crisis”.
Aunque reconocen que pueden dar
buenos resultados, algunos analistas son escépticos a la hora de recomendar los
controles de capital ahora en América Latina.
En un momento en que los países
latinoamericanos tratan de evitar las fugas de capitales, los controles “serían
una señal negativa” para los mercados, afirma Alejandro Cuadrado. El estratega
para América Latina del banco español
BBVA señala que lo que se
necesita, en cambio, son señales de transparencia como las que ha enviado el
nuevo gobierno argentino presidido por Mauricio Macri, un caso en el que el
levantamiento de los controles de capital fue interpretado como “una señal
positiva” por los mercados.
Alfredo Coutiño, director de
Moody’s Analytics, advierte que la historia de América Latina “ha demostrado
que la prolongación de controles de capital sólo genera presiones reprimidas en
los precios que tienen que liberarse, causando un ajuste y un costo mayor en la
economía (...) En general, la experiencia de controles de cambio en América
Latina ha sido desastrosa”. Coutiño dice que los controles de capital pueden
funcionar como medida transitoria y advierte que “en América Latina no hay país
que puede sostener un control de capitales por un tiempo prolongado”.
El respaldo actual a los
controles de capital se basa en un cambio de rumbo que el FMI inició hace cinco
años. Después de haber instado durante mucho tiempo a los países a liberalizar
los movimientos de capital, sorprendió a los mercados y a las autoridades al
recomendar el uso de controles en algunos casos para frenar los flujos
desestabilizadores de la inversión.
El FMI fue en parte influido por
las lecciones de la crisis financiera, cuando un puñado de economías avanzadas
totalmente abiertas a los flujos globales fueron duramente golpeadas. Islandia
y España sufrieron dos recesiones profundas cuando la inversión extranjera que
había propulsado el auge de sus economías se evaporó.
Lecciones similares fueron
extraídas por algunos observadores durante la crisis de la zona euro. Grecia y
Chipre impusieron restricciones estrictas sobre las transferencias bancarias.
Suiza, por su parte, ha tenido problemas para mantener su economía equilibrada
en medio de masivos ingresos de capitales que pusieron una presión alcista
sobre el franco suizo. Una moneda más fuerte reduce los precios al consumidor,
que han caído en Suiza durante la mayor parte de los últimos cuatro años. La
fortaleza del franco también perjudica a los exportadores al encarecer sus
productos en los mercados globales. El banco central vendió grandes cantidades
de francos para evitar la apreciación de la moneda hasta que decidió, hace un
año, que no podía sostener el esfuerzo y la cotización del franco se elevó
bruscamente.
Los controles de capital tienen
importantes desventajas. Por un lado, pueden hacer que sea difícil atraer
inversión, porque los inversionistas pueden temer que no conseguirán sacar
fácilmente su dinero. También pueden ser difíciles de abandonar. Después de su
colapso en 2008, Islandia impuso controles que ayudaron a frenar fugas de
capital colosales, pero que a la vez ahogaron la inversión y financiación para
las firmas locales. Siete años después, Islandia avanza lentamente hacia su
eliminación.
Sin embargo, existe un creciente
apoyo a la idea de que los límites a los flujos de dinero son necesarios.
Cualquier estudiante de economía conoce la llamada “trinidad imposible” que supuestamente
ata las manos de las autoridades: un país que quiere controlar su política
monetaria —por ejemplo, manejando las tasas de interés— no puede tener al mismo
tiempo un tipo de cambio fijo y el libre flujo de capitales. Por lo tanto, la
ortodoxia financiera y económica siempre sostuvo que los países deben tener
tipos de cambio flotantes y mantenerse abiertos a los movimientos de capital.
Helene Rey, economista de la
London Business School, cree que esa trinidad es incluso más imposible que lo
que se pensaba. En un trabajo de 2013 presentado en la conferencia de bancos
centrales de Jackson Hole, Wyoming, argumentó que el tumultuoso ciclo económico
mostró que los países que quieren controlar su política monetaria no deberían
tener ni tipos de cambio fijos ni flujos libres de capital.
Este punto de vista parece cobrar
fuerza. Benoit Coeuré, miembro de la junta ejecutiva del Banco Central Europeo,
hizo referencia a la obra de Rey en dos discursos durante el año pasado. En
noviembre, Coeuré reconoció que los controles de capital eran “una vez más
parte de la discusión”.
El creciente interés en ese tipo
de medidas “macroprudenciales” para limitar la inestabilidad financiera puede
tener el mismo efecto que los controles de capital, manifiesta Blanchard. “Si
usted prohíbe a alguien en su país que se endeude en moneda de otro país, eso
es ‘macro-pru’”, dice. “Pero impedir que un banco extranjero preste dinero en
su país se llama controles de capital”.
El debate llega a un punto
crítico en el caso de China. En el pasado, los formuladores de políticas en los
países de altos ingresos podían analizar más o menos desapasionadamente las
fluctuaciones en los flujos de capital que sacudían a los mercados emergentes.
No obstante, ahora que los cambios en los flujos están golpeando a la segunda
economía del mundo, la manera en que China responde a este problema es también
un problema para el resto del mundo.
“Hay una verdadera contradicción
entre lo que China necesita para su equilibrio interno —tasas de interés más
bajas, flexibilización importante del crédito a través de canales no convencionales—
y lo que las consecuencias de esa flexibilización en el tipo de cambio
significan tanto para los saldos externos chinos como para los globales”, dice
Karthik Sankaran, de la consultora Eurasia Group.
Los controles podrían ayudar a
las autoridades chinas a utilizar la política monetaria para estimular la
economía sin hacer que el tipo de cambio se desmorone. “Esto hace mucho más
fácil tratar esas situaciones en las que las exigencias de equilibrio interno y
externo apuntan en direcciones opuestas”, señala Sankaran.
Recientemente, Beijing ha
impuesto algunos controles adicionales en un esfuerzo por contener una enorme
salida de fondos. Las medidas incluyen la limitación de la capacidad de las
empresas extranjeras en China para repatriar ganancias y la prohibición para
los gestores de fondos extranjeros, incluidos los fondos de cobertura y firmas
de private equity, de recaudar fondos en yuanes destinados para inversión en el
extranjero, dijeron personas con conocimiento directo del asunto.
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