Así se frena el proceso de
envejecimiento (nada de achaques) y es muy fácil
El Confidencial - febrero de 2016
A medida que avanza el tiempo el
cuerpo se resiente y empezamos a notar que nuestro físico ya no es lo que era.
Qué menos, llevamos un buen tute encima y, como se suele decir, los años no
pasan en balde. Pero, ¿y si pudiésemos mantenernos jóvenes para siempre?
Trama principal de infinidad de
novelas y películas a lo largo de la historia, si hoy recuperásemos personajes
como Dorian Gray o las eternas 'amigas' Helen y Madeleine a las que la muerte
les sentaba tan bien, la solución sería mucho más sencilla, natural y efectiva
que las que ellos tomaron.
“A lo largo de la vida, nuestras
células acumulan daños en su ADN, lo que potencialmente se podría traducir en
tumores. En algunos casos el deterioro se soluciona con éxito y en otros,
simplemente, las células se autodestruyen”, explica Ed Yong en 'The Atlantic',
quien señala también una tercera opción: que las células se jubilen. “Se
retiran y dejan de crecer o dividirse y entran en un estado llamado
senescencia”. Precisamente este tipo de células, que se acumulan en nuestro
organismo a medida que pasan los años, suelen estar relacionadas con los
problemas de salud que acompañan al proceso de envejecimiento. ¿Que esas son
las responsables de que se arrugue nuestra piel, nos sintamos cansados y se
multipliquen los achaques? Así lo creen los científicos de la Clínica Mayo.
Pero tienen una solución, y no requiere de pactos con el diablo.
Una buena regeneración celular
Los científicos Darren Baker y
Jan van Deursen han hecho la prueba de limpiar el organismo de estas células en
ratones, y aseguran haber logrado frenar el deterioro de los riñones, el
corazón y el tejido graso en los animales. No sólo tenían mejor salud, también
vivían más tiempo.
“Este es uno de los
descubrimientos sobre el envejecimiento más importantes de la historia”,
proclamaba el doctor Norman Sharpless de la Universidad de Carolina del Norte,
quien no participó en el estudio pero se muestra claramente satisfecho con los
resultados. En su opinión, existen diferentes productos químicos y naturales
que pueden ralentizar el envejecimiento de los organismos, pero sólo en los
laboratorios: “Sabe dios por qué, alguien se toma un fármaco con resveratrol a
los 30 años, y cuando llega a los 80, en realidad se siente como si tuviese 70.
Ese paradigma no funciona en el mundo real. La gente odia tomar drogas,
especialmente cuando no saben exactamente en qué les están ayudando. Si esta investigación es
cierta, estaríamos ante la forma de convertir un organismo viejo en uno fisiológicamente
más joven con un solo tratamiento”.
La fuente de la eterna juventud
Baker y Van Deursen comenzaron
esta línea de trabajo por accidente. Fue en el año 2004 cuando se encontraron
con que al desactivar un gen llamado BubR1 –que creían ayudaría a frenar
determinados tipos de cáncer– en realidad aceleraba el proceso de
envejecimiento con gran rapidez. Los ratones a los que sometieron al
tratamiento desarrollaron cataratas, problemas cardíacos, perdieron grasa
corporal y murieron mucho antes de lo que les tocaba. Fue entonces cuando se
dieron cuenta de que lo que se acumulaba en su organismo era una cantidad de
células senescentes fuera de lo habitual.
En 2011, el equipo desarrolló una
forma singular de eliminar esas dañinas células. Las senescentes se
caracterizan por contener una proteína conocida como p16, así que modificaron
genéticamente a los ratones que estaban sufriendo una aceleración de su
envejecimiento para que pudieran destruir dicha proteína y, en consecuencia,
desapareciesen también 'las jubiladas'. Los resultados fueron impresionantes:
las células senescentes desaparecieron y, aunque los roedores continuaron
muriendo antes de lo previsto, su tamaño aumentó, estaban más en forma y
gozaban de mejor salud que cuando aquellas rondaban a sus anchas por sus
organismos.
“¿Qué pasaría si quitásemos esas
células a un ratón normal?”, se planteó Baker. Y así hicieron. Al purgar dos
veces a la semana a los ratones de mediana edad de sus células senescentes
encontraron que aumentaba su esperanza de vida considerablemente y que llegaban
a la vejez mucho más sanos: menos grasa corporal, corazón y riñones a pleno
rendimiento, sin cataratas y conservando su atractivo físico ratonil.
Juventud, ¿divino tesoro?
Las células senescentes, aunque
hayan perdido sus propiedades y estén 'retiradas', no vagan precisamente
inactivas. De hecho, los expertos aseguran que son unas de las grandes
responsables en la creación de las moléculas que producen la inflamación y las
enzimas que destruyen el tejido conectivo. “Hemos identificado que estas
células producen entre 50 y 60 moléculas diferentes que tienen un potencial
importante para causar estragos en los tejidos humanos”, asegura la experta en
investigación sobre envejecimiento Judith Campisi.
Pero no todo lo que provocan
estas células es dañino. La propia Campisi publicó el año pasado un estudio en
el que demostraba que las senescentes pueden ayudar a curar heridas,
descubrimiento avalado por los resultados de Baker y Van Deursen, quienes se
toparon con que sus roedores se mantenían jóvenes durante más años pero se
curaban más lentamente una vez dejaban de contar con estas células en su
organismo.
No sólo eso. Al eliminarse la
proteína p16, encargada de prevenir la aparición de tumores, también podrían
aumentarse las posibilidades de desarrollar cáncer en los pacientes sometidos
al tratamiento. Aunque Baker y Van Deursen no encontraron ninguna señal de que
sus ratones sufriesen ningún tumor cancerígeno, lo cierto es que los seres
humanos viven muchos más años que los roedores. Los expertos discuten sobre si
la eliminación de las células senescentes en las personas podría traducirse en
graves efectos secundarios más allá de los beneficios obvios. “Todavía no
sabemos nada a ciencia cierta, pero a medida que profundicemos en la
investigación podremos determinar la importancia de preservar o no estas células
valorando su influencia positiva y negativa”, sentencia Campisi.
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