Así se
gana a la lotería: el truco de los alumnos del MIT para forrarse legalmente
El Confidencial - febrero de 2016
En 2005, un joven estudiante de
ciencias dio con el método perfecto para multiplicar sus ganancias en el Cash
WinFall, un juego de azar que ofertaba sustanciosos premios
De entre todas las quimeras con las que el
hombre moderno suele soñar, una de las más frecuentes es encontrar un método
milagroso con el que llenarse los bolsillos gracias a los juegos de azar. Al
fin y al cabo, no nos hace correr ningún peligro puesto que manejar las
probabilidades de manera matemática es completamente legal y, además, añade un
matiz de realización personal. No sólo nos hemos forrado, también hemos vencido
al sistema. Nos hemos pasado el juego.
Durante unos cuantos años, el
estudiante de matemáticas del Massachusetts Institute of Technology (MIT) James
Harvey y sus compañeros lograron conseguirlo, no sin una gran dosis de agudeza
mental y un importante esfuerzo personal. Lo que comenzó como el proyecto de
fin de carrera de Harvey terminó como un rentable negocio con el que
consiguieron agenciarse unos cuantos cientos de miles (¿quizá millones?) de
dólares. ¿Cómo lo hicieron? El escritor y matemástico Adam Kucharski lo explica
en su libro 'The Perfect Bet: How Science and Math Are Taking the Luck Out of
Gambling' (Profile Books).
Un error en el sistema
Cuando Harvey se puso a analizar
los sistemas de reparto de los premios de los sorteos más populares en Estados
Unidos, como Powerball o MegaMillions, se dio cuenta de que había algo especial
en el Cash WinFall, que como ocurre con tantas loterías en EEUU, sólo se
celebran en un Estado determinado. En este caso, en Massachusetts, donde tiene
su sede el MIT. Mala combinación: la élite científica y una lotería vulnerable.
¿Cuál era, en su caso, el problema?
La diferencia respecto a otros
sistemas es que en Cash Win Fall, el bote no se acumula indefinidamente si no
hay un jugador que acierte la combinación ganadora de seis números, sino que
una vez que supera la marca de los dos millones de dólares, se reparte entre
los que han acertado cinco, cuatro y tres números. Hay una buena razón para
ello: cuando pasa mucho tiempo sin que salga el premio gordo, no aparecen felices
ganadores en la prensa. Y si no hay promoción de las ventajas de gastarse dos
dólares en un boleto, la participación disminuye significativamente, a pesar de
que el bote engorde cada vez más.
En la ley estaba la trampa. Las
semanas en las que se pasaba la marca de los dos millones eran el momento justo
para poner la mano y dejar que parte de ese maná en forma de dinero cayese
sobre los menos afortunados. En ocasiones, la cantidad de dinero repartido era
incluso mayor a la gastada por los jugadores (habitualmente, el 40% de la
recaudación se destina a causas benéficas). Harvey formó un grupo de apuestas
con un único objetivo: comprar una abultada gran cantidad de boletos en estas
semanas de reparto de beneficios que permitiesen multiplicar las ganancias, una
estrategia que se conoce como “ataque de fuerza bruta”. El éxito de la primera
tanda, en la que triplicaron los gastos de 1.000 dólares en billetes, les
llevaron a dedicarse a tiempo completo a explotar el sistema del Cash Win Fall.
Su objetivo pronto pasó a ser
otro: provocar el reparto del bote de manera artificial, evitando de esta forma
el efecto llamada que producía que el gran público conociese que el bote estaba
a punto. Es lo que ocurrió durante el verano de 2010, cuando se esperaba que se
superase la barrera de los dos millones dos o tres semanas después. Nada de
eso: el dinero se repartió en apenas una semana, el 16 de agosto, debido a un
sospechoso aumento de las ventas de boletos que había provocado que se
traspasase ampliamente la marca de los dos millones de dólares y, por lo tanto,
se repartiese entre los felices compradores… que, como era de esperar, eran
sobre todo los estudiantes del MIT.
Los responsables de la lotería
empezaron a olerse algo, puesto que no tenía sentido que las ventas se hubiesen
disparado de esa manera si lo más probable era que el bote no se repartiese.
Según sus cálculos, era muy difícil que pudiese trucarse el juego para alcanzar
artificialmente el bote: un jugador debería comprar 500.000 boletos para
alcanzar la línea de los dos millones si en la semana previa este se encontraba
en 1,7. Pero no contaban con la astucia de Harvey, que se había hecho con una
guía de la reglamentación del juego, solicitada a la propia empresa lotera.
Según sus propias operaciones, si
el bote se encontraba en una cantidad cercana pero no superior a los 1,6
millones –la cifra a partir de la cual los jugadores ocasionales empiezan a
poner su dinero en la lotería, porque huelen, como se dice popularmente, que
“la máquina está caliente”–, les bastaría con comprar 700.000 boletos para
reventar la casa. Y así lo hicieron, obteniendo un beneficio de 700.000 dólares
(unos 637.000 euros) de una sola tacada.
Sueños de barro
No hay nada ilegal en el
ingenioso sistema de Murphy ni en el de los múltiples jugadores profesionales
que viajan por todo el país reventando los sistemas loteros, señalaron las
autoridades, pero tampoco iban a hacer el tonto, así que el sueño empezó a
esfumarse después de que 'The Boston Globe' publicase un reportaje sobre el
sistema. Después de recordar que no se había producido ninguna estafa, puesto
que las probabilidades de ganar seguían siendo las mismas que le correspondían
a cada billete, el Cash Win Fall terminó desapareciendo.
Es muy probable que, incluso
aunque no lo hubiese hecho, Murphy y su banda hubiesen terminado dándose por
vencidos. Por una parte, cada vez más gente estaba participando en el juego, lo
que hacía que el número total de boletos a comprar para reventar la banca era
cada vez mayor (y los beneficios, menores). Por otra, y aún más importante, las
dificultades logísticas eran aún mayores. Al fin y al cabo, no es nada fácil
comprar 700.000 boletos, y era común que las máquinas expendedoras se
estropeasen. Además, había que buscar entre todos esos papeles los ganadores,
lo que llevaba horas y horas de trabajo mecánico y agotador.
¿Podemos los españoles imitar el
sistema de los matemáticos del MIT? Lamentablemente, no hay ningún sistema de
lotería en España que replique exactamente el fallido del Cash Win Fall. Por lo
general, el bote se acumula indefinidamente, como ocurre con la Primitiva, lo
que provoca sustanciosas recompensas –y sonoras campañas publicitarias– para
los ganadores. El sistema más cercano es el del Euromillones, cuyo bote se
acumula hasta los 190 millones de euros. Sin embargo, a partir de este punto no
se reparte el bote entero, sino que este deja de engordarse y es la cantidad
excedente la que se reparte entre los premios secundarios. Así que, quién sabe,
quizá a alguien ducho en cifras esta información le dé la pista para ganarse
unos cientos de miles de euros (o volverse loco para nada).
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