Emprendedores
tecnológicos: la nueva clase política
FORBES- 17 de Febrero de 2016
Los emprendedores tecnológicos no
sólo buscan la innovación y el negocio, o influir en cómo compramos. Lo que en
verdad buscan es influir en cómo vivimos, por lo que incrementan su poder para
cumplir sus ambiciones políticas.
En la primera parte de este
artículo analicé las preguntas: ¿Cómo llegaron los emprendedores tecnológicos a
tener tanto poder e interés en lo político? ¿Qué proyectos han implementado a
través de sus plataformas y han defendido en los juzgados? En esta entrega me
ocuparé de: ¿Cuáles son sus convicciones? ¿Cómo sería un mundo donde fueran más
influyentes?
¿Cuál es la ideología de los
emprendedores tecnológicos?
Las personas que observan con
superficialidad las opiniones de los tecnólogos se llevarán la idea que este
grupo de personas son libertarias, la política de derecha que maximiza la
libertad de elección, la libertad política y la supremacía del individualismo.
Sin embargo, al ahondar en qué hacen con lo que piensan, se llevan una gran
decepción. En la última elección de Estados Unidos, 83% de las donaciones de
las empresas tecnológicas fueron a la campaña de Obama. Además, 43% de todos
los emprendedores se consideran demócratas, mientras que apenas 3% se sienten
republicanos.
Aquí se encuentran algunas de las
posturas clave de los emprendedores:
Ellos aman al gobierno siempre y
cuando sea un gran inversionista en personas, lo cual es un concepto más
cercano a las izquierdas. En la praxis, quieren que el gobierno dé dinero a las
personas para que sean tan saludables, cívicas y emprendedoras como sea
posible. Simultáneamente, odian al gobierno cuando regula industrias, “protege
del capitalismo” a los sindicatos o a los trabajadores, los cuales en muchas
ocasiones defienden libertades ya ganadas, un pensamiento más cercano a la
derecha. Para ellos, las medidas de protección son barreras que impiden la
innovación, mismas que sólo benefician a las estructuras ya existentes. También
odian al gobierno en pequeño, pues quieren que éste realice su trabajo lo más
eficaz y democráticamente posible, que sea manejado como una empresa
supereficiente y automatizada, que no existan secretarías o agencias, y que se
concentre en ayudar a que las personas colaboren, compartan ideas y den al
mundo lo mejor de sí mismas.
Los tecnólogos defienden la
política originalmente marxista de que cada ciudadano tenga un ingreso básico
independientemente de su situación laboral. En este esquema, el gobierno les
otorgaría un cheque mensual para que coman y vivan sin preocupaciones. Si bien
saben que muchas personas no harían nada después de recibir su estipendio,
ellos quieren que las personas usen su tiempo libre para incrementar el
conocimiento en el tema que cada quien quiera.
Los tecnólogos quieren que todas
las personas tengan acceso a la seguridad social, independientemente de si son
trabajadores de tiempo completo o prestadores de servicios. Para ellos, esta
protección debe ser lo más amplia, portable, flexible y barata posible. Este
pensamiento de izquierda choca con las ideologías ortodoxas: para ellos, los
servicios baratos y universales deben ser provistos por emprendedores como
ellos, pertenecientes al sector privado.
En materia de inmigración tienen
una visión casi de izquierda, con preferencias que la derecha no tendría. Así,
son extremadamente favorables a que haya nuevos migrantes en la sociedad, pero
su agenda es que los agraciados sean los profesionales de las Ciencias,
Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Si
hubiera un rasero adicional, sería su propia visión meritocrática: mientras más
inteligentes y capaces, y menos personas de apellidos influyentes, mejores
candidatos a inmigrantes.
Estos emprendedores parecen tanto
de la extrema derecha como de la extrema izquierda al pensar en la soberanía.
Piensan que establecer, defender y hacer valer las barreras implica violencia.
Ya que no quieren limitaciones en los gobiernos, su solución es buscar alianzas
y cooperación entre las naciones. Ellos preferirían que el sistema multilateral
se convirtiera en una coalición en la que hubiera un solo mandatario. Ellos
están esperando la desaparición de las fronteras y que, en cambio, el mercado y
el comercio puedan ser caminos hacia la paz.
Derivado de los puntos
anteriores, en materia de seguridad y militarismo tienen una posición más
moderada. Ellos abogarían por la no intervención, mientras existan garantías de
seguridad.
Las y los empresarios de la tecnología
son férreos defensores del libre comercio y el mercado, lo cual es un valor
libertario, originalmente. Piensan que el libre comercio tiene más ventajas que
desventajas, pues la atracción de capital global es mucho más importante que la
eventual pérdida de empleos de connacionales.
Por otro lado, en materia de
ciberseguridad y detección de fraudes tienen una de las posturas de más extrema
derecha, pues actúan enérgicamente para que el gobierno deje de espiar lo que
hacen sus usuarios y les deje de pedir información sobre ellos. Curiosamente,
muchas de sus plataformas explotan la información proporcionada y generada por
los usuarios.
Su postura sobre compartir bienes
en lugar de poseerlos, el corazón de economía compartida, es visto como una
postura comunitarista, con toques de colectivismo extremo promovido por la
izquierda. El mejor ejemplo es el transporte: tiene que ser barato, eficiente y
compartido en masa, antes que sea únicamente masivo.
En materia educativa, su apoyo a
las escuelas chárter tecnológicas tiene la visión de que el fin último es que
la sociedad esté al servicio de la innovación, misma que tendría que suceder lo
más rápido posible. Ellos están absolutamente convencidos de que la educación
puede resolver la mayor parte de los problemas de la sociedad. En la práctica,
estas escuelas —de visión libertaria y privatizadora— están debilitando a la
escuela pública.
Uno de los efectos de su visión
educativa es el papel de la investigación científica. Para ellos, la
investigación rigurosa tiene que ser un complemento para la innovación,
especialmente para el desarrollo de remedios para los males de la humanidad, y
para tomar decisiones en políticas públicas. Curiosamente, los tecnólogos
tendrán más simpatía por los hallazgos científicos más contrarios a los
pensamientos convencionales.
En materia ambiental
encontraremos que actúan como miembros de la izquierda en su activismo en
contra del cambio climático, incluso oponiéndose a proyectos que aunque sean
buen negocio, dañen el medio ambiente. Además, históricamente han sido
promotores de los bonos de impacto social. (Ferenstein, 2015)(West &
Ferenstein, 2016)
Con todos estos antecedentes, se
pueden encontrar las siguientes conclusiones:
Como muchos grupos de Estados
Unidos, aún no saben por qué candidato votarían, pero ya tienen su favorita en
calidad de “la menos mala”: la demócrata Hillary Clinton. Sin embargo, su
simpatía no es definitiva, pues están animando al republicano Michael
Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, a que participe. Bloomberg es su favorito
indiscutible porque él construyó una terminal única que transformó en un
imperio empresarial, prácticamente lo que buena parte de Silicon Valley ha
hecho.
En materia financiera, las
apuestas para esta elección son más diversas. Del lado republicano, Marco Rubio
ha recibido 3.2 mdd del sector tecnológico, seguido por la ex candidata Carly
Fiorina –ex directora de HP–, con 2.5 mdd, y por Jeb Bush, con 2.3 mdd. Por el
lado demócrata, Hillary Clinton ha recibido 1.2, y Bernie Sanders 1.1 mdd.
(Chmielewski, 2016)
Según Gregory Ferenstein,
periodista especializado en empresarios tecnológicos, quizá la definición más
acertada es que este grupo es el de ideología libertaria dentro de un partido
de centro-izquierda. Pero viendo la confusión que le causa a los politólogos,
así como el impacto real que tienen, no es descabellado pensar que son una
nueva clase política.
Su visión del mundo podría
requerir acuñar una neoideología, de raíces olvidadas, pero con un matiz
interesante aplicado al mundo actual: el Optimismo de Idealismo Radical.
Únete a los (otros) optimistas
“Soy posiblemente la persona más
optimista que conozco. Quiero decir, soy increíblemente optimista. Soy
optimista inclusive hasta el punto en que quizás esté equivocado, sobre todo con
lo que respecta a nuevas ideas… Hay personas que están programadas para ser
escépticas, pero otras están programadas para ser optimistas. Y lo que puedo
decir es que por lo menos durante los últimos 20 años, si estás del lado de los
optimistas quizá tengas razón.” Así decía Marc Andreessen, creador de Netscape
en los noventa –gran competidor de Internet Explorer– y fundador del fondo de
capital de riesgo Andreessen-Horowitz, a la New York Magazine. (Roose, 2014)
Esta frase sintetiza parte de la
visión de los empresarios tecnológicos, pues están ejerciendo el optimismo como
un posicionamiento político, el cual se había olvidado prácticamente desde la
Ilustración. Para ellos, todo el cambio deriva de que siempre hay una mejor
solución, prácticamente para todo y para todos. Esos cambios son progresivos en
el largo plazo, sin conflictos inherentes entre ciudadanos, corporaciones y
gobierno.
Esta nueva clase política
considera que la vida se trata de descubrir grandes ideas a través de
conversaciones, de innovación y educación. Entonces, lo mejor que puedes hacer
con tu vida es mejorar la vida de los demás. Sería un sistema idealmente
perfecto en el que todo se perfecciona, donde todos los problemas se resuelven
si se empodera a las personas con herramientas de creatividad, innovación y
comunicación. (Ferenstein, 2015)
Su idealismo se basa
principalmente en la creencia de que siempre hay una mejor solución que
beneficia a todos, por lo que reduce el conflicto. Su palabra favorita es la
disrupción, por lo que hay que irrumpir todo, si es posible, con pensamientos
contrarios que contesten la pregunta ¿de qué verdad estás convencido que
prácticamente nadie lo está?
Ello implica que se sientan
herederos de una revolución de la contracultura, pero que han estructurado en
una misión: traer la felicidad a la humanidad, el máximo bienestar, la máxima
satisfacción, con la máxima autonomía posible y con la mínima intervención del
Estado posible. Por ello, no fundan empresas con el objetivo de ganar dinero,
sino de comenzar un movimiento que, de ser posible, atienda a 1,000 millones de
personas.
El problema de este pensamiento,
que se abordará en otro texto, es que parte del supuesto de que todos tenemos
el mismo acceso a oportunidades. Pero de forma sintética, no todos podemos ser
emprendedores, porque no todos tenemos las condiciones individuales, sociales y
materiales para serlo.
Su radicalismo viene de dos
fuentes: la ambición y la variedad de influencias que incorporaron a su
ideario. Sobre la ambición, son nostálgicos de los objetivos que la humanidad
tenía hace 50 años. Consideran que las redes sociales o las aplicaciones móviles
son mucho menos ambiciosas que los proyectos de los que se hablaba antes:
civilizaciones interestelares, extensión de la vida humana, integración del
cerebro y la computadora, vehículos supersónicos y ciudades subacuáticas.
Sobre su ideario, entre sus principales
influencias se encuentran intelectuales tan divergentes como Noam Chomsky, Ayn
Rand y Friedrick Hayek, mientras que sus influencias secundarias son Karl Marx,
Adam Smith, Ludwig Wittgenstein, Frederick Kaufman, Sun Tzu y Carl von
Clausewitz. (Schulz, 2015) Si algo
tienen en común estos autores, es su ausencia de ideólogos de la diferencia,
que influye en la poca diversidad que hay en los influyentes del campo
tecnológico, una de las críticas más comunes.
Iguales que otros grupos, ¿pero
diferentes?
La creciente influencia que se
espera que tengan no estará libre de fricciones, pues existen dificultades por
parte de actores relevantes que no quieren esos cambios, así como las
instituciones ya existentes que se ocupan de esos temas. Aquí se describen
algunos de los conflictos que se ven venir:
El conflicto con el diseño de las
leyes y la impartición de justicia
Como hemos visto aquí, la
innovación tecnológica genera continuas fricciones con la ley. Cada día hay más
casos tecnológicos que acaban en la Suprema Corte, muchas veces percibida como
de viejas formas y antitecnológica. Con ministros septuagenarios que no usan el
e-mail o que no entienden el funcionamiento de la nube, los tecnólogos están
buscando evitar terminar en la rama judicial del gobierno.
El conflicto de las aristocracias
Los países tienen diferentes
aristocracias. En el caso de Estados Unidos, la aristocracia natural son los
abogados, que están peleando contra los tecnólogos no sólo por los negocios
sino por su misma profesión. Así, los emprendedores tratarán de hacerse su
propio espacio como aristocracia de sus países.
La democratización puede acabar
en exclusividad
El entusiasmo que tienen los
empresarios tecnológicos en desmonetizar y luego democratizar para todos los
ciudadanos ha sido comparado con un comunismo del lujo. Si esta postura se
descarrila, lejos de que todos tengan accesibilidad a los mismos bienes y
servicios, una vez más terminará en exclusividad.
La división los vencerá
Este grupo ha sido un outsider
del establishment de tan bajo perfil que por mucho tiempo no llamó la atención,
lo cual le permitió operar con unidad para librar batallas ante instituciones
más grandes. Si sigue avanzando en influencia ocupará espacios por los que
competían diferentes actores políticos. Esta nueva conjunción de acceso-poder
incrementa la propensión a divisiones, cuando la unidad es un factor crucial
para haber llegado hasta aquí.
Con estos factores encontramos
que los emprendedores tecnológicos no solamente buscan la innovación y el
negocio, ni influir en cómo compramos. Lo que verdaderamente están buscando es
influir en cómo vivimos, por lo que incrementan su poder para cumplir sus
ambiciones políticas.
Este pensamiento es distinto de
lo que buscan otros grupos económico-políticos. Por ejemplo, Hollywood ha usado
sus películas para “influenciar cómo las personas ven el mundo exponiéndolas a
nuevas experiencias, reforzando viejos estereotipos, presentando ideas nuevas y
argumentos filosóficos en un formato fácil de digerir”. (Petroff, 2014)
En cambio, Wall Street quiere el
poder del dinero, con la convicción de que las compañías deben buscar el máximo
precio posible de la acción, que los empleados tienen que estar toda la vida en
la misma compañía y que las personas más inteligentes trabajan en el sector
financiero. (Dezember & Monga, 2015)
Además de las diferencias ya
identificadas, hay que añadir que los emprendedores quieren conquistar no sólo
un sector, sino todos, a través de la tecnología. Con ello pretenden “salvar a
la humanidad” de eventos externos y de sí misma, desarrollando una sociedad
colectivista que se parezca a la universidad, donde en lugar de trabajar de
forma taylorista, las personas sean contratistas, tengan como actividad
principal desarrollar el conocimiento y usen su tiempo libre para divertirse.
Este modelo se aleja de la sociedad atomista de hoy, pues ellos ven potencial
en cualquier cosa que haga uno, pues cualquier individuo podría tener un
impacto muy significativo en la vida de los demás.
Para ello, los emprendedores
tratarían de derogar algunos de los grupos de valores que han regido la
humanidad en los últimos siglos e impulsarían el valor de la empatía, para que
las personas puedan entender cercanamente a los otros y se vuelvan más
abiertas. Sería un mundo supereficiente y caro, de plataformas online, de
mercado y redes, el cual produciría compañías que emergen de una competencia
brutal entre emprendimientos de objetivos convergentes, y que derivaría en
organizaciones verticales cuasimonopólicas.
Conclusión: ¿Hasta dónde llegarán
los diseñadores de la constante llamada cambio?
Por muchos años, la tecnología ha
causado un choque entre generaciones, pues los grupos salientes no han sido
históricamente afectos a la tecnología y a sus ritmos tecnológicos. Sin
embargo, conforme han avanzado los millennials, la primera generación que
creció con una computadora en su casa, la tecnología se ha asentado como una
influencia en la vida de los seres humanos. Detrás de los millennials viene la
Generación Z, la primera que en vez de jugar en la calle o ante la televisión,
lo hizo ante tablets y smartphones.
Lo que pase con este avance
tecnológico gracias a las nuevas generaciones estará íntimamente ligado a los
sectores que los emprendedores tratarán de irrumpir. De acuerdo con el reporte
anual de tendencias de internet, las industrias de consumo y los negocios han
sido altamente irrumpidas, mientras que las industrias alrededor de la
seguridad han sido medianamente irrumpidas. Ahora se irrumpirán las menos trastocadas
en los últimos años: educación, cuidado de la salud, así como gobierno,
regulaciones y diseño de políticas públicas. (Meeker, 2015)
Estamos aún lejos del dominio de
los tecnólogos, pero las pequeñas victorias, tanto en los tribunales como en el
apoyo popular, están siendo contundentes. La gran cantidad de personas que
están contratando, buena parte de ellas dentro de la gig economy o “economía
colaborativa”, reconocen que les gustaría tener acceso a beneficios como
prestaciones, pero que los ingresos adicionales para mantener el nivel de vida
son más importantes. Están agradecidos con la oportunidad de tener disposición
de su tiempo y poco a poco empiezan a ser defensores de esos modelos.
Finalmente, hay que reconocer que
muchas de estas ideas no son nuevas, pero que la coyuntura les ha dado tanto
poder que les permite imaginar más que nunca, lo cual ha facilitado el
crecimiento de una nueva clase política. Ello no significa que funden el
“partido de la tecnología”, pero sí significa que habrá una nueva élite, cuyo
poder e influencia desplazará a los políticos de las viejas formas, nostálgicos
de tiempos que ya cambiaron.
Javier Arreola-Ingeniero,
emprendedor y becario Carlos Slim en la U. George Washington. Aprendí de
energía en la Brookings Institution. Analizo el liderazgo de México en el mundo
y busco traducir tecnicismos al lenguaje cotidiano.
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