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lunes, 15 de febrero de 2016

El 'Códice Voynich'

 El 'Códice Voynich': ¿Por qué publicar un libro que nadie entiende?


Verne - lunes, 15 de febrero de 2016

El mundo de la edición impresa atraviesa un momento crítico. Es ya vox populi aquello de que la gente prefiere ver la televisión, escuchar la radio o navegar por internet y por las redes sociales, antes que zambullirse en la lectura de un libro físico que va, así, perdiendo terreno y se va viendo progresivamente acorralado. Y en medio de este panorama ¿qué sentido puede tener que a nosotros se nos ocurra publicar un nuevo libro, y para más inri un libro que nadie va a entender?
Y lo decimos en el sentido más literal de la palabra, ya que el Códice Voynich, nuestro libro de marras, por extraño que pueda parecernos está escrito en un idioma que ni siquiera en pleno siglo XXI nadie ha conseguido descifrar.

— Peter Davidson (@petedavo_au) marzo 8, 2015

Este misterio podría obedecer a alguna de estas razones: que esté escrito en un lenguaje ya desaparecido, que se trate de un lenguaje cifrado o bien que carezca por completo de significado alguno.
Si tenemos en cuenta que los investigadores llevan varios siglos acumulando fracasos a la hora de descifrarlo, lo más sensato sería inclinarse por la última opción: que el Códice Voynich sea un monumental y centenario embuste, pergeñado por algún embaucador con la aviesa intención de sacarle un sustancioso beneficio económico al libro vendiéndolo a algún potentado de la época.
Sin embargo esta teoría se topa con la bien conocida Ley de Zipf, muy respetada por los lingüistas, y según la cual todas las lenguas comparten algunos rasgos que también están presentes en este manuscrito. Por ejemplo, la palabra más utilizada aparece el doble de veces que la segunda más usada, el triple de veces que la tercera, y así sucesivamente. Es una ley que se enunció en los años 40 del siglo XX.
No obstante, las pruebas del carbono 14 determinaron que el Códice Voynich se escribió entre 1404 y 1438, por lo que parece del todo imposible que su autor conociera entonces una ley formulada 500 años más tarde.

Más aún, los estudiosos han hallado en el texto características presentes en muchas otras lenguas (para más detalles, recomendamos la lectura de este texto de Marcelo dos Santos al respecto). La belleza formal de la escritura, y la regularidad de su caligrafía, amén de otra serie de datos descartarían igualmente esta hipótesis y nos retrotraerían a una de las dos primeras opciones: que el lenguaje hubiese desaparecido o hubiese sido cifrado.
¿Por qué una editorial española?
Así las cosas, la pregunta que nos hacíamos al principio sigue en pie: ¿por qué a la editorial burgalesa Siloé se le ocurre meterse en semejante berenjenal, y se empeña en editar un libro del que ya se ocupan y persiguen investigadores de medio mundo?
Una de las razones principales nos la ofrecen justamente las peculiares características del códice. Pues, independientemente de cuanto se haya dicho o pueda decirse de él, lo fundamental es conocer tan enigmático manuscrito y conocerlo bien, y la única manera de conocerlo bien hasta la fecha es observarlo y hojearlo directamente en Yale, en la Beinecke Library que lo custodia.

— Ronald Heaton (@ronaldheaton) noviembre 6, 2014

Pero, por obvias razones de seguridad y de preservación del manuscrito, este es un privilegio reservado a un simple puñado de expertos. Así pues, reproducir este libro a través de una exigente y laboriosa edición facsimilar, que permita algo así como la clonación del libro, y distribuir por medio mundo cada una de las 898 copias que proyectamos realizar, se revela como una imperiosa necesidad para su conocimiento.
Además, no hay que perder de vista que estamos ante un códice muy demandado para exhibirlo en eventos, exposiciones y efemérides de muy variada índole. Y si necesitáramos persuadirnos aún más de la importancia de este proyecto, baste recordar los avatares sufridos recientemente por nuestro extraordinario Codex Calixtinus, robado de la Catedral de Santiago, si bien luego felizmente recuperado. Y ello sin olvidar la permanente amenaza de cualquier catástrofe en forma de incendio, inundación, etcétera.
Durante los casi 20 años que llevamos de actividad, en Siloé hemos recibido encargos de las Bibliotecas Nacionales de España, Francia y Austria, de la Biblioteca de la Abadía de Westminster, de la Biblioteca Universitaria de Ginebra o de la Corsiniana de Roma, etcétera. Que hayamos sido escogidos por la Beinecke Library entre toda la gente que ha querido publicarlo es un reconocimiento a nuestra trayectoria.

¿Quién era el señor Voynich?
El nombre del manuscrito no es el del autor, sino el de un personaje lituano de origen polaco apellidado Voynich, que nació hacia 1865 y arrastra una biografía de película: químico y farmacéutico, fue deportado a Siberia, de donde, tras 5 años de hambre y penalidades sin cuento, logra finalmente evadirse, llegar a Hamburgo (Alemania) y, vendiendo sus gafas y su abrigo, consigue a duras penas costearse un pasaje hasta Londres a bordo de un carguero.
Allí logra poner en marcha un próspero negocio de libros raros y manuscritos, lo que ya a comienzos del siglo XX le llevaría a comprar nuestro inescrutable códice a los jesuitas de la Villa Mondragone, en Italia. Ahí se reanuda la infructuosa y desasosegada carrera por descifrar sus 252 páginas.
En el libro encontramos además un buen número de ilustraciones, que han traído igualmente en jaque a los estudiosos de todo el planeta. Plantas que en su mayoría son, al parecer, de identificación imposible. Es más, las pocas que se han logrado reconocer son de carácter tóxico. Son igualmente famosas sus ilustraciones de mujeres desnudas, aunque nadie les haya podido encontrar una explicación convincente. Por no hablar del misterio que rezuman sus enigmáticos esquemas astrológicos y astronómicos.

Compartir el misterio
Pero cuando se tiene el Voynich entre manos toda esa incertidumbre y todos sus secretos lejos de inducirnos a la huida se nos presentan como un cautivador reto. Hemos viajado en dos ocasiones a la biblioteca que celosamente conserva el códice. Y mira que hemos consultado y hojeado códices antiguos, pero, en esta ocasión, contemplar esta pieza nos hizo sentir intensamente que participábamos de su leyenda.
Por eso ahora nos invade el impulso de transmitir esa especie de hipnotismo que emana de sus páginas a futuros "lectores". Como ya hemos dicho, lanzaremos un total de 898 copias del libro, muchas de las cuales ya tienen comprador, y eso pese a que los primeros ejemplares no estarán disponibles hasta dentro de un año y medio, es decir, tras el verano de 2017.

— Phoebe Tree (@YaleFanatic) octubre 31, 2014


¿Y por qué ese número de 898 ejemplares, que igualmente nos ofrece un sesgo algo enigmático? Para comprenderlo tenemos que remontarnos a nuestro primera edición facsimilar, la del Bestiario de don Juan de Austria, el único bestiario del mundo en español. Por aquello del número de la bestia nos propusimos lanzar 666 ejemplares. Pero luego nos embargó la prevención y el respeto –"más vale no tentar al diablo", pensamos- e invertimos el segundo de los dígitos, lanzando finalmente 696 ejemplares.
A partir de entonces, y como pensamos que nos habíamos quedado algo cortos, pues de hecho agotamos la edición, decidimos ampliar un poco la tirada pero manteniendo un número capicúa para nuestras futuras ediciones.
Por cierto, para los que gustan de esoterismos y fantasmas, un par de datos más para el misterio:
1. Cuando el lituano Voynich compra el manuscrito a los monjes italianos, en su interior había una carta fechada en 1666, y
2. Voynich nace el día de Halloween de 1865.
Publicar libros así no es tema baladí ni de cuatro ochavos. Son nada menos que 20 los profesionales y empresas que participarán en el proceso. Hay que pagar unos derechos elevados, viajar a New Haven (Estados Unidos), hacer fotografías de altísima calidad, hallar el procedimiento para que la textura sea lo más parecida posible a la vitela original, troquelar y envejecer por procedimientos que son el secreto mejor guardado de Siloé pero que, en cualquier caso, implica técnicas del más absoluto y estricto estilo artesanal, etcétera.
Eso sí, en este caso y a diferencia de la mayoría de libros, nos ahorraremos los costes del traductor y corrector –al menos de momento.

Hace más de diez años que supimos de la existencia del códice. Desde entonces, su publicación ha sido un sueño para nosotros, un sueño que a veces se tornaba pesadilla y crecía como una hierba salvaje en nuestro interior. Pero ha llegado el día en que el sueño se ha hecho realidad y la pesadilla se ha trocado en genuino deleite. Porque el Voynich reúne, en cantidades descomunales, todo los atributos de un auténtico CÓDICE, así, con mayúsculas: edad, entidad, contenido, rareza, belleza y, sobre todo, misterio y emoción.

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