Diez productos cotidianos peligrosos que aún
crees que son saludables
El Confidencial - domingo, 13 de septiembre de
2015
Por costumbre o cabezonería, nos cuesta mucho
dejar de utilizar determinados productos aunque insistan en que son terribles.
Cuidado, algunos están perjudicando tu salud y la de los tuyos
A medida que avanza la ciencia
sabemos más sobre qué provoca determinadas enfermedades o problemas de salud y cómo
podemos evitarlos. Pero parece que no lo hacemos del todo bien cuando todavía
utilizamos determinados productos de uso cotidiano como si fuesen saludables
cuando, en realidad, son bastante perjudiciales para la salud.
Aunque hace años era bastante común
(o al menos nadie se planteaba que fuese hasta peligroso), hoy en día a pocas
mujeres se les ocurriría rociarse con perfume las partes íntimas. Otro clásico
por fin desmitificado: no debemos untarnos de pasta de dientes cuando nos
hacemos una quemadura –un remedio casero que en realidad puede provocar
infecciones y dificultar la cura–. El hecho es que tenemos que empezar a
eliminar algunos artículos protagonistas de nuestros hábitos cotidianos.
No todo lo que hemos
interiorizado como recomendable lo es. Como explica Jessica Migala en Health,
“algunos productos destinados a mejorar la salud y el bienestar en realidad
pueden tener el efecto contrario”, sobre todo si los usamos incorrectamente.
La higiene personal es algo
fundamental, pero a menudo utilizamos productos que pueden dañar el PH de
nuestra piel, provocarnos problemas cutáneos o alergias e incluso daños
mayores. '¿Pero esto no es que era buenísimo?', te habrás preguntado en alguna
ocasión al enterarte de que en tu ritual mañanero de limpieza intima estás
cometiendo más fallos que una escopeta de feria. No te alteres, hay solución.
1. Esponjas
En los anuncios de la tele nadie
se aplica el gel de baño directamente con las manos, todos usan esponjas que
parecen suaves y limpias. Pero eso solo es ficción y la que tienes en tu ducha
probablemente sea un nido de bacterias, hongos y moho. “Si tenemos una pequeña
herida abierta (incluso una microscópica que nos hagamos al afeitarnos o
pequeñas fisuras por tener la piel seca) y usamos esponja, estamos en riesgo de
padecer infecciones, desde impétigo a foliculitis”, señala la dermatóloga
Jessica Weiser.
Si te ves incapaz de lavarte sin
esponja, porque te encante o porque seas un maniático perturbado incapaz de
cambiar cualquier hábito, hay alternativa: utiliza una hecha con fibras
naturales que contienen enzimas que controlan el crecimiento de bacterias. No
olvides nunca escurrirla bien después de usarla, manténla en un ambiente fresco
y seco –sí, complicado en la bañera– y, por descontado, cambiala al menos cada
mes.
2. Humidificador
La salvación para muchas personas
que padecen asma o alergias severas, el humidificador es también un utensilio
de lo más gratificante para calmar los síntomas del resfriado. Pero si no lo
limpias con frecuencia y adecuadamente –procurando retirar y renovar el agua
acumulada, secándolo bien antes de ponerlo de nuevo en marcha y apagándolo durante
el día–, estarás generando otro foco de moho y agentes patógenos en tu casa. No
solo eso, ojo, porque como señala el doctor Miguel Wolbert, “tener demasiada
humedad en el aire puede convertir tu casa en un caldo de cultivo para los
ácaros del polvo, todo un problema si tienes alergia”.
3. Bastoncillos de algodón
Como apunta Migala en su
artículo, el cerumen tiene su función: proteger las estructura del oído interno
del polvo y otros agentes patógenos. Claro que tampoco tienes que dejarte una
fortaleza y acumular cantidades excesivas de cera, pero para retirarla debes
hacerlo bien. Cuando utilizamos un bastoncillo, a menudo no controlamos ni la
fuerza ni la profundidad con la que los estamos introduciendo por el canal
auditivo y si nos pasamos lo único que hacemos es empujar la cera hacia
adentro, y esto se traduce en tapones que pueden derivar en infecciones graves.
Por no hablar de que si le damos con demasiado ímpetu al bastoncillo incluso
podemos llegar a perforarnos el tímpano, advierten los expertos.
4. Jabón antibacteriano
Probablemente ni te habías
planteado su existencia hasta que en 2009 saltaron las alarmas por la gripe A y
recomendaban usar este tipo de gel sin parar o la raza humana se extinguiría, o
algo así.
El objetivo del jabón
antibacterianos es, básicamente, eliminar los gérmenes que portamos en las
manos y que vamos adquiriendo a lo largo del día. Pero un estudio demostró que
realmente no sirve para nada: fue la profesora de epidemiología de la
Universidad Elaine Larson, quien hace una década se planteo la utilidad de este
producto y comparó lo que ocurría en los hogares donde lo usaban y en los que
no. “No hubo diferencias en las tasas de enfermedad de las personas. Estaba
claro que en un hogar sano, el jabón antibacterial realmente no ayuda mucho”,
aseguró Larson.
Déjate de complicaciones y lávate
las manos con agua y jabón al menos durante un par de minutos y frotando bien.
5. Licuadora
Seguramente estarás pensando
'bah, solo será malo si no limpias bien las cuchillas y el vaso'. Pues no. Hay
un rincón que, según un informe elaborado en 2013 por la organización para la
salud y seguridad de los productos de consumo NSF International, es el tercero
más sucio de cualquier cocina: la junta de la licuadora.
Ese aro de goma que sirve para
que la cuchilla se quede en su lugar, acumula gérmenes y bacterias como la
salmonella, E. coli, levaduras y moho. La NSF recomienda desarmar la licuadora
y sacar la cuchilla y la goma de la junta para lavarla a fondo. Sí, cada vez
que la uses.
6. Herramientas de manicura
Muchas bacterias viven en la
piel, así que es de cajón que cuando utilizamos una cutícula, una lima o una
piedra pómez para sanear las uñas de manos y pies, estamos transfiriendo esas
bacterias a las herramientas. Si no los limpiamos adecuadamente, se harán cada
vez más fuertes y la próxima vez que utilicemos los artilugios de manicura
“estaremos exponiéndonos a un importante foco de infecciones para la piel”,
indica la doctora Weiser.
7. Espátulas de goma
Desde que se puso tan de moda la
repostería, son pocos los hogares que no cuentan entre sus haberes con una
paleta o espátula de goma especial para postres. Para qué recetas la estén
utilizando después ya es otro asunto.
Ojo porque la mencionada NSF
declaró este utensilio de goma como el número de dos en el ranking de
herramientas sucias en la cocina. Como ocurría con la licuadora, si la espátula
no es 100% desmontable te expones a que E. coli, levaduras y mohos decidan irse
a vivir a las ranuras y huecos de tu herramienta de cocina y aumenten la
familia.
8. Peluches
Blanditos y tiernos, nadie
recuerda su infancia sin la presencia de algún animalito –o engendro deformado
pero con muchos colores divertidos– de peluche. Pero si has sido un niño
enfermo y te has pasado semanas resfriado en la cama, puede que el responsable
fuese tu gran amigo y compañero de trapo.
“Los peluches son un imán para
los ácaros del polvo”, alerta el doctor Wolbert, quien explica que estos
alérgenos son los mayores responsable de las alergias de interior, provocando
estornudos, secreción nasal y picazón y rojez en los ojos.
No los quemes y te deshagas de
las cenizas, tampoco es para tanto. Hay un truco sorprendente, por curioso y
fácil, que puedes hacer para desinfectar los peluches: mételo en una bolsa de
plástico y métela en el congelador durante una noche. El frío acabará con todos
los ácaros.
9. Pasta de dientes blanqueadora
Apenas quedan seres humanos que
no se hayan sometido a un tratamiento de blanqueamiento dental, y quien no se
lo puede costear busca desesperadamente un producto que le deje los dientes
blancos, y que lo haga cuanto antes.
La última moda en estética dental
es lucir una sonrisa blanca y estos dentífricos ayudan a conseguirlo, pero no
te pases. Su uso a largo plazo, especialmente los que tienen una textura
arenosa para quitar mejor las manchas, puede desgastar el esmalte y
estropearnos los dientes.
10. Las sillas
Los riesgos de estar sentado la
mayor parte del día van desde problemas de espalda o articulaciones, hasta un
mayor riesgo de sufrir enfermedades de corazón o de padecer obesidad. Es
complicado hacer frente al sedentarismo cuando nos pasamos el día sentados en
el trabajo, en el transporte público o el coche particular y en el sofá de
nuestras casas, pero los expertos insisten en la importancia de levantarnos a
menudo y caminar cada vez que tengamos la oportunidad –aunque sea un simple
paseo hasta la máquina de café o ir a la impresora–. Y es que te puede salvar
la vida.
Según un estudio publicado en el
Clinical Journal of the American Society of Nephrology, los trabajadores que
caminan durante dos minutos por cada hora reducen el riesgo de mortalidad en un
23% en comparación con aquellas personas que se pasan toda la jornada laboral
sin moverse de la silla.
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