El tiempo a mis 38 años
FORBES- 29 de septiembre de 2016
El día martes, querido lector,
fue mi cumpleaños. Nací un 27 de septiembre de 1978 en el inconveniente horario
de las 3 de la tarde. Nací en el Aniversario de la Consumación de la
Independencia de México y siempre me ha gustado que mi cumpleaños coincida con
esta efeméride, quizá porque pocos la recuerdan, pero a mí me ha dado siempre
un sentido un poco romántico de orgullo liberal y patriótico.
Cumplir 38 años es estar en esa
parte de la vida en la que todas las listas de “haz esto antes de los cuarenta
y lo agradecerás en los cincuenta” se supone que deben suceder en todos los
ámbitos de nuestras vidas: familiar, profesional, físico, espiritual: ten
hijos, cuídate los dientes, haz ejercicio, deja de fumar, ponte bloqueador (es
real), reconcilia lo reconciliable (también se nos pide reconciliar lo
irreconciliable) y una serie de cosas que debemos hacer para no estar
frustrados, solos y/o enfermos a los cincuenta años.
Y me gustan esas listas. Seamos
honestos me gustan todas las listas: las de consejos, las de pendientes, las
del súper, las de cosas que meter en una maleta y muchas otras. Me gustan las
listas porque ordenan, porque estructuran, porque de alguna manera, y quizá
parcialmente marcan un rumbo. Y tener un rumbo es tener mucho.
Pero más allá de lo que las
listas me dicen que debo estar haciendo en esta etapa de mi vida, yo me siento
muy feliz por muchas cosas. A los 38 años ya se tiene la madurez, o se debería
tener la madurez suficiente, para saber qué es lo que verdaderamente importa y
que no. Hace algunos años Simon Anholt, asesor político en temas de reputación
y marca quien ha construido un índice de los factores que le dan determinada
imagen a los países, me dijo lo siguiente: “Hay muy pocas cosas que en verdad
importan. No dejes de ver lo que en verdad importa”. Y cuando me lo dijo no lo
pude entender, hoy lo entiendo e intento vivir conforme a ello.
Y, ¿a mis 38 años que me importa
en verdad? Me importan mis hijos, mi salud (me sigo sintiendo de 20 pero los
golpes en la bicicleta de montaña y las secuelas del no dormir dicen lo
contario), mi familia, mis amigos (aquellos con los que crecí y los que he
tenido la fortuna de encontrar a lo largo del camino). Me importan los libros.
Me importa mi trabajo y aquellos con los que trabajo. Me importa aprender. Me
importa saber tomar decisiones. Pero sobretodo, me importa darme cuenta que
nunca tenemos resuelto el tema. Ningún tema. Pensar lo contrario es engañarse.
Me importa estar entendiendo con buen humor y con actitud que no todo tiene por
qué resolverse siempre (nada más ajeno a mi personalidad) pero tampoco nada que
sea tan cierto como eso.
Y a mis 38 años ¿qué no me
importa? Eso es una gran felicidad. Lo que deja de importarnos. No me importa
decir que NO; no me importa equivocarme (a veces me duele, pero no me importa).
No me importa decir lo que realmente pienso, defender una idea, aunque sea
impopular o poco convencional. No me importa asumir, al contrario, lo encuentro
liberador. No me importa hacer el ridículo ¿Por qué será? No me importan los
moretones. No me importa subrayar los libros. No me importa cambiar de opinión.
He cumplido 38 años y me encanta
tener la edad que tengo. Una edad en que la fuerza y la claridad (la mayoría de
las veces) acompañan todavía a la juventud.
Hasta la próxima semana…
Maribel Quiroga Fernández-Internacionalista
de profesión. Mexicana de nacimiento. Cervecera de corazón. Me apasiona el
quehacer político. Creo en la contradicción. Me entiendo en los libros y en las
palabras. Directora general de Cerveceros de México.
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