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lunes, 2 de marzo de 2015

huellas

Tras las huellas de Darwin: Puerto Deseado, "la Galápagos patagónica"


INFOnews - ‎lunes‎, ‎2‎ de ‎marzo‎ de ‎2015
"No hay más que soledad y desolación y, sin embargo, se siente como un placer intenso. (…) Todo lo que hoy nos rodea parece eterno."

(Charles Darwin)

En Puerto Deseado hay huellas que piden ser vistas, naufragios que salen a la luz, fantasmas que deambulan por la memoria del sur. Hay pingüinos que no se ven en otro lado y está la única ría de Sudamérica, pero es el andar de Charles Darwin lo que sobresale como una estela redescubierta no hace tanto y los santacruceños buscan revalorizar como atracción.

Magallanes transitó por estas aguas para la primera vuelta al mundo en 1520; también anduvo por el lugar el corsario inglés Thomas Cavendish, quien lo bautizó "Desire", en homenaje a su propio barco. Darwin llegó a bordo del Beagle, el 23 de diciembre de 1833, con rumbo al sur del sur.

En el capítulo "Puerto Deseado" de su diario de viajes, el naturalista inglés cuenta que cuando salieron en lancha a "reconocer la parte superior del puerto", él aprovechó para "dar un paseo por el interior de las tierras", dominadas por cantos rodados, barrancos y plantas rastreras. Hoy poco cambió en colores y texturas, el viento sopla igual de enigmático y relame las mismas rocas. Darwin describe un paisaje solitario, salvo algún guanaco que surge como centinela sobre el vértice de una colina. Esos guanacos que, no entendía por qué, "durante varios días seguidos van a depositar sus excrementos a un punto determinado y siempre el mismo", hasta concluir que "se encariñan al parecer con ciertos lugares para ir a morir."

En Deseado, algunos se autoproclaman la Galápagos de la Patagonia. "Darwin vio acá por primera vez algo que le llamó la atención, fundamental para El Origen de las Especies y la teoría de la adaptación al entorno: se preguntó por qué había tres especies de aves que no volaban. Eran el pingüino, el ñandú y el pato vapor", expone Ricardo Pérez, de Darwin Expediciones. También notó Darwin que la forma del ñandú variaba según el lugar del continente donde lo veía.

Conrad Martens, el dibujante del Beagle que lo acompañaba en las caminatas, inmortalizó una imagen donde, entre cañadones, se ve una roca triangular volcánica de 20 metros, mientras por el medio serpentea el río. Quien visite el lugar, 180 años después, lo conocerá como "los miradores de Darwin", una de las principales atracciones de Puerto Deseado, la localidad del noreste santacruceño en la que residen 22 mil personas.

Para llegar a los miradores, por un camino de ripio, hay que pedir permiso en dos estancias dedicadas a la ganadería ovina. Una cobra $ 100. Tan natural y escondido está todo que, a 100 metros de los miradores, sobre los matorrales, surge un par de cuevas ancestrales, cuyas paredes conservan intactas representaciones tehuelches en rojo y amarillo: patas de guanaco, figuras humanas, el conteo de días para la cosecha.

"Puerto Deseado vivió casi toda su vida de espaldas al mar. La economía pasaba por la lana y el ganado; recién en los últimos años se volcó a la pesca", remarca el subsecretario de Turismo municipal, Santiago Aberastain.

En el centro de la escena está la ría de Puerto Deseado, una particularidad geográfica de 42 kilómetros. Era un río pero sus aguas se secaron 10 mil años atrás y el cauce empezó a recibir agua de mar que le da el actual color turquesa. "Esto es único. Toda la fauna que tardás dos semanas para ver en Puerto Madryn, acá la ves en 15 minutos", grafica la guía Roxana Goronas. Ya en el mar, tras una coreografía de toninas y delfines australes, emerge la Isla de los Pingüinos, donde la Real Compañía Marítima levantó en 1790 un fuerte y una factoría de lobos marinos, cerrada hace 70 años. Nadie vive en la isla. La Marina creó un siglo atrás un faro que ya no funciona, con los ladrillos desprendiéndose de su piel. La mayoría aún conserva el logo distintivo de fábrica: eran los más caros en su tiempo y hoy son las ruinas lujosas por donde deambulan miles de pingüinos que llegan a reproducirse y cambiar sus plumas. Son monógamos: primero arriba el macho y busca el mismo nido que construyó el año anterior, luego llama a la hembra; si ella llega y el macho no está, entonces puede buscarse otro. En la llanura de la isla dominan los magallánicos, con su caminata chaplinesca y traje de gala. Desde la llegada de Francis Drake, en 1578, mataron 500 mil, por sus huevos, su grasa o su carne.

En la mitad de la isla surgen altas y dientudas formaciones rocosas de hace 150 millones de años, y sobre ellas, miles de pingüinos penachos amarillos convertidos en la principal atracción. Única colonia de su tipo en el continente, con estilo punk: cresta y cejas doradas, ojos rojos y carácter eléctrico "agresivo" de estrella de rock ante presencias indeseadas, sobre todo las de petreles, escúas y gaviotas. La distribución espacial de los pingüinos tiene un por qué: el magallánico se mueve caminando; en cambio el penacho amarillo se maneja a los saltos, de ahí que viva sobre las rocas. Ninguno cruza el límite y ninguno molesta a las moles que reposan a un costado de la isla: lobos y elefantes marinos. «

 Antes de la Patagonia Rebelde

 "Quizás no todos saben que Puerto Deseado fue uno de los orígenes de las huelgas obreras de 1920, un año antes que estallara la Patagonia Rebelde", cuenta a Tiempo Argentino Marisa Mansilla, bibliotecaria e impulsora del recorrido "De cara a la 'Livertá', tras los pasos de los huelguistas", creado en 2011, que señaliza los sitios claves de la Semana Trágica en Puerto Deseado, desde el cementerio donde está enterrado un obrero asesinado por la policía, hasta el cine teatro Español, que era la Sociedad de Socorros Mutuos, lugar de encuentro de los sindicatos más fuertes, como el ferroviario.

También figura la sede del club Junior’s, usada como hospedaje por las tropas. Junto a entidades como la Sociedad Rural, el club era parte de "la guardia blanca", y eterno rival de Ferro, el equipo popular de los obreros.

El recorrido de la "Livertá" culmina en Puerto Jenkis, el antiguo muelle por donde cruzó el teniente coronel Héctor Varela con tres peones rurales rumbo a la estancia ubicada en una isla enfrente. Sus cuerpos jamás fueron encontrados.

 Naufragios y un tesoro

 Los naufragios sellan la historia marítima de Puerto Deseado. El primero ocurrió el 14 de junio de 1615 y es el más antiguo en aguas argentinas. Era una expedición de la Compañía Austral conformada por las naves Eendracht y Hoorn que partieron desde los Países Bajos y recién a mitad del océano supieron para qué: debían hallar una vía alternativa al Estrecho de Magallanes que conectara con el Pacífico. Pero la Hoorn naufragó en la ría Deseado, que servía de perfecto fondeadero natural para limpiar los barcos y reabastecerse de agua y víveres, especialmente carne de lobos marinos y pingüinos. Recién dieron con ella bajo el agua en 2000.

En marzo de 1770 partió de las Islas Malvinas la corbeta inglesa Swift, un buque de guerra de la Corona que buscaba espiar a los españoles. Con marea alta y la costa deseadense a escasos metros, chocó contra una roca y se hundió. Toda la tripulación se salvó, excepto un cocinero y dos marinos. Sobrevivieron meses en cuevas, comiendo los animales que encontraban; y cuando los rescataron, los condenaron a la ley marcial por hundir un barco de guerra.

Nadie estaba enterado del suceso en Puerto Deseado, hasta que en 1975 llegó un australiano que dijo ser descendiente del oficial de aquella corbeta, Erasmus Gower, poseedor de sus memorias. No encontró respuestas. Pero en 1982, un profesor de Puerto Deseado les contó la historia a sus alumnos de secundario. Así fue que Marcelo Rosas y Mario Brozoski, dos jóvenes de apenas 16 años afincionados al buceo, bajaron a las frías aguas del puerto y dieron con más de 900 piezas de porcelana, cuero, piedra, hueso y metal, exhibidas en el museo Brozoski, llamado así en honor a Mario, que falleció años más tarde. La última excursión subacuática ocurrió en 2010: hallaron nuevos objetos, desde un reloj de arena hasta balas de los siete cañones que tenía el buque de cada lado y quedaron cofres sin retirar. Quien camine por la costa deseadense, debe saber que ahí nomás, 18 metros bajo el mar, yace hundido, casi intacto, un buque de guerra inglés de 30 metros de eslora.

La resistencia y el último vagón

Subsiste en Puerto Deseado, como una joya, la vieja estación del Ferrocarril Roca, construida en 1909 con piedras volcánicas por picapedreros yugoslavos.

En 1978, la dictadura militar decidió que el ramal era inservible y lo cerró. Desmantelaron todo, y cuando se llevaban el último vagón –el coche reservado 502–, el pueblo dijo basta y se paró donde supieron existir vías. Resistió.

El vagón de madera, entonces, se quedó y hoy es el monumento de la plaza. Desde la Asociación Ferroviaria 20 de Septiembre, a cargo del museo de la ex estación, se ufanan: "Fuimos de los primeros lugares que se enfrentaron a la dictadura."

Ostras fosilizadas: Un tenedor libre paleontológico


Las ostras fosilizadas hace millones de años que se encuentran de a cientos al costado de la ruta a los Miradores de Darwin están protegidas por ley. Pero nadie asegura que esto se cumpla y cualquiera se las puede llevar, como un tenedor libre paleontológico.   

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