Somos gente común haciendo cosas
extraordinarias
Pablo Iglesias tiene la meta de salvar a
España. ¿Pero será el Barack Obama de Madrid o su Vladimir Lenin?
nwnoticias.com-24 Mar 2015
En 2008, cuando la economía
mundial se fue a pique, Lola Sánchez Caldentey perdió su empleo de profesora en
una escuela pública de su natal Murcia, una ciudad pequeña al sureste de
España. Ella también perdió la fe en el futuro. Tenía 28 años.
Con el desempleo del país en los
niveles de la República de Weimar, Sánchez a regañadientes se unió a la
“generación perdida” de España: veinteañeros inteligentes con estudios
universitarios con perspectivas pobres de tener un empleo decente. Como muchos
de sus semejantes, ella decidió que no tenía más opción que dejar el país,
viajando primero a Islandia, donde dio clases de español, y luego a Escocia,
donde halló trabajo como mesera. Incluso lo intentó en Estados Unidos,
atendiendo mesas en un restaurante mexicano. Después de cada temporada en el
extranjero, ella regresaba a casa en busca de un mejor empleo, pero en vano. “No
podía tener una familia, comprar una casa, comprar un auto”, dice ella. “Esta
crisis no me ha permitido hacer mi vida”.
La primavera pasada, Sánchez oía
un programa de radio cuando oyó una entrevista con Pablo Iglesias Turrión, un
profesor de ciencias políticas peinado con cola de caballo que —junto con otros
profesores de la Universidad Complutense de Madrid— había fundado un nuevo
partido político. Lo llamaron Podemos, y prometieron aplicarle el desfibrilador
a la difunta economía española y rehacer radicalmente al gobierno. Oír al
profesor revivió las esperanzas que Sánchez había perdido.
Iglesias, de 36 años, inspiraba a
la gente a lo largo y ancho de España, en especial a los jóvenes del país
privados de oportunidades. Él instó a su grey creciente a formar círculos
políticos: redes de activistas muy unidas que pudieran expandir su movimiento y
movilizar a los votantes. Estas redes crearon una base poderosa, y aun cuando
el partido creció en tamaño y sofisticación, sus miembros sentían que su voz
contaba. Los círculos movieron a la acción a los españoles frustrados de una
manera sin precedentes. En 2011, decenas de miles salieron a las calles a
protestar contra la corrupción, el desempleo y los grandes recortes a los
servicios públicos. Pero al igual que Ocupemos Wall Street se apagó en EE UU,
estos Indignados no pudieron transformar su ira en algo más sustancial. Para
Sánchez y muchos otros, Podemos era una razón para creer. “Sentí como si fuera
el momento de unirme a algo para cambiar a España”, dijo ella. “No sólo por mi
generación sino por las futuras”.
Impulsado por el mismo fervor de
las bases que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca en 2008, Sánchez comenzó un
círculo en Murcia. El grupo comenzó con sólo unas cuantas personas que se
reunían a tomar café, pero no tardó en crecer, y esta profesora desempleada se
convirtió en una lideresa local. La primavera pasada, miembros de su círculo la
motivaron a postularse a un cargo público, y ella aceptó. En mayo de 2014,
Sánchez ganó un escaño en el Parlamento europeo, junto con otros cuatro
miembros de Podemos (incluido Iglesias, el secretario general del partido). Las
victorias fueron pasmosas. Seis meses antes, Podemos ni siquiera existía. Ahora
este grupo de advenedizos ha obtenido 1.2 millones de votos, 8 por ciento de la
votación total. “Fue una sorpresa enorme”, me dijo Sánchez en una entrevista
telefónica el mes pasado. “En la mañana era una mesera. Para el anochecer, era
miembro del parlamento”.
La siguiente mini-revolución
La economía de España apenas ha
empezado a recuperarse de la recesión. El crecimiento económico se reanudó
apenas el año pasado, el índice de desempleo se mantiene en 23 por ciento (el
segundo más alto de Europa, después del de Grecia) y la deuda nacional está en
$1.2 billones de dólares, un nivel que la mayoría de los economistas dice que
es peligroso e insostenible. Así, no sorprende que Podemos esté ascendiendo.
Las encuestas recientes indican que el partido ahora es la fuerza política más
popular de España. En enero, 100,000 de sus partidarios se reunieron en Madrid
para la mayor protesta contra la austeridad en el país en años. Si las
elecciones nacionales se celebrasen hoy, dicen las encuestas, Iglesias se
convertiría en el siguiente primer ministro de la nación.
Hace dos años, su ascenso hubiera
sido impensable, como un Ron Paul en la presidencia de EE UU. Los dos mayores
grupos políticos de España —el gobernante (y conservador) Partido Popular y los
Socialistas— parecían tener asegurado el poder, y pocos predijeron esta
agitación repentina. En retrospectiva tiene sentido, sobre todo después de la
sorpresiva victoria en enero del populista partido Syriza en Grecia. El
populismo está en boga a lo largo y ancho de Europa, en parte gracias a las
economías que han fracasado en ayudar a muchos de quienes más lo necesitan.
Podemos está posicionado para
disparar la próxima mini-revolución del continente, y sus líderes tienen
algunas propuestas económicas audaces. Entre ellas: aumentar el salario mínimo,
crear un salario máximo, bajar la edad de retiro, implementar una semana
laboral de 35 horas, acabar con los paraísos fiscales y controles fronterizos
de la UE, nacionalizar los servicios públicos y los bancos rescatados con
fondos públicos después de la crisis e incluso una propuesta para prohibir los
despidos masivos en compañías que tengan ganancias. Ninguno de los altos
funcionarios del partido accedió a hablar con Newsweek para este artículo, pero
en foros públicos han dejado en claro su agenda. Ellos quieren organizar a la
izquierda del país, restarle poder a la clase política y redistribuir la
riqueza de España a las masas.
No hay nada nuevo en estas ideas,
y en su mayoría sería fácil que la izquierda española las adoptase. Iglesias es
un orador joven y dotado, y todo eso de la cola de caballo y la barba
desaliñada lo hace parecer como la clase de persona con quien le gustaría
tomarse una cerveza. En discursos y entrevistas, él da la impresión de ser un
verdadero fuereño, el tipo de político que no tuvo más opción que abandonar las
comodidades de su silla académica y recuperar su país de manos de los caciques
corruptos.
Pero algunos liberales sospechan
de Iglesias y su partido. Les preocupa que los lazos de Podemos con el gobierno
socialista de Venezuela oculten una vena autoritaria. En meses recientes,
Iglesias ha intentado de ampliar su encanto, y algunos en su base han empezado
a sospechar que su verdadero motivo se trata menos del poder de cambiar y más
sobre el poder para su propio beneficio. El éxito del partido podría depender
de su capacidad para zanjar la distancia entre su base de Indignados, quienes
favorecen una toma de decisiones por las bases, y los populistas más
convencionales que prefieren un enfoque más centralizado y de cambio desde el interior.
“Los partidarios de Podemos son principalmente ciudadanos desafectos que
desconfían de los partidos políticos y las instituciones”, me dijo el mes
pasado Guillermo Cordero Garcia, profesor de ciencias políticas en la
Universidad de Pompeu Fabra en Barcelona. “Este hecho los hace escépticos
incluso con Podemos”.
Sánchez desestima a los críticos
de su partido. Podemos es real, dice ella, y pronto la gente verá que éste no
es un partido de promesas vacías. “Sólo somos gente común haciendo cosas
extraordinarias”, me dijo ella. “Hicimos todo esto con nuestro propio dinero,
euro por euro”.
Un tatuaje de derrota
Nacido en Madrid en 1978, Pablo
Iglesias Turrión fue llamado así por Pablo Iglesias Posse, el padre del
socialismo español en el siglo XIX. Su madre era una abogada sindicalista, su
padre un inspector laboral y profesor de historia. Iglesias ha estado activo en
la política desde que era adolescente, cuando se unió a la Unión de Juventudes
Comunistas de España. Obtuvo licenciaturas en leyes y ciencias políticas, y
tiene una maestría en comunicación por la Escuela Europea de Posgrado en Suiza,
donde estudió teoría política, cine y psicoanálisis.
Pero Iglesias no es un académico
ordinario. Por años ha moderado dos programas políticos, razón por la cual se
siente muy cómodo ante las cámaras. También se siente cómodo interpretando al
desfavorecido. “Tengo la derrota tatuada en mi ADN”, dijo en un debate el año
pasado. “A mi tío abuelo lo mataron a tiros. A mi abuelo lo sentenciaron a
muerte y pasó cinco años en prisión. Mis abuelas sufrieron la humillación de
los derrotados en la Guerra Civil [española]. Mi padre fue encarcelado. Mi
madre era políticamente activa en la clandestinidad”.
Su narrativa es la del profesor
humilde convertido en político a regañadientes. En realidad, Iglesias es un
líder entendido y calculador que ha pasado años planeando. Los círculos de
Podemos son un estudio de caso sobre cómo construir un apoyo de bases, y el
enfoque del partido en la elite corrupta de España es populismo de acuerdo al
manual.
Hasta ahora, su estrategia parece
estar funcionando. Los votantes a menudo usan las elecciones parlamentarias
europeas como una manera de expresar su frustración, y sus legisladores no
tienen mucha influencia real en el gobierno de un país como España. Aun así, en
mayo pasado se dio una victoria enorme para Podemos: el día posterior a su
terremoto electoral, el líder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba anunció que
dejaría la dirigencia de su partido. Una semana después, el Rey Juan Carlos
aceptó abdicar a su trono.
¿Un demagogo carismático?
Iglesias y sus partidarios tienen
ocho meses antes de tener una oportunidad en el parlamento español, y hay un
contingente considerable de escépticos que convertir. Berni Vila Pou es la
segunda persona con quien hablé sobre Podemos después de mudarme a Barcelona en
enero. (La primera fue mi maestra de yoga, quien no podía recordar el nombre de
Iglesias; ella lo llamaba “el tío del cabello largo”.) Él tiene tendencias de
izquierda y está de acuerdo con mucho en la plataforma de Podemos, pero no
votará por el partido este otoño. Con un par de Tinto de veranos en una tarde
reciente, le pregunté con insistencia por qué. Vila es de origen catalán, y
como muchos en esta parte del este de España, él quiere que Cataluña sea
independiente. Parte de lo que no le gusta de Podemos e Iglesias es que ellos
se han ido por las ramas con respecto a la secesión.
Pero Vila y otras personas con
quienes hablé —tanto en Cataluña como en otras partes del país— insisten en que
su mayor problema con Podemos es la gente detrás del partido. Muchos en la
izquierda española dicen que Iglesias y compañía son demasiado vagos con
respecto a cómo pagarán sus programas y cumplirán su agenda, en especial cuando
se trata de la deuda enorme del país. En un discurso del mes pasado, Mariano
Rajoy, el primer ministro del país, advirtió que Podemos sólo ofrece
“confusión, ideas estrafalarias y luchas internas”, y aconsejó a los españoles
que no “jueguen el futuro de nuestros hijos en una ruleta rusa de frivolidad,
incompetencia y populismo”.
Otra queja que oigo con
regularidad me pareció paradójica: muchos dicen que no confían en Iglesias
porque lo hallan demasiado preocupado por el poder. La estrategia de Iglesias,
dicen algunos, le recuerda a la gente de aquí a otro populista, un hombre con
quien Podemos tiene lazos fuertes: el difunto presidente venezolano Hugo
Chávez.
La principal conexión del partido
con Venezuela es ideológica. Podemos fue inspirado por la filosofía política de
Ernesto LaClau, un teórico postmarxista. LaClau argumentó que el gobierno de
clase se logra mejor al obtener influencia gradualmente en la sociedad (mediante
ser elegido a puestos políticos) y al identificar un enemigo claro, la clase
gobernante. Si uno oye a Iglesias hablar, a menudo se trata de la casta. Y como
Podemos, Chávez cobró fuerza mediante organizar asociaciones pequeñas de las
bases. Una vez elegido, él redirigió las ganancias petroleras del país a una
serie de programas sociales administrados por el gobierno, una medida popular
entre los pobres largamente desatendidos del país. Pero también se volvió cada
vez más autoritario, lo cual quizá sea la razón de que algunos en la izquierda
española hallen perturbador que Iglesias una vez llamase a Venezuela “una de
las democracias más sanas del mundo”.
Los lazos de Podemos con
Venezuela no son sólo ideológicos, son financieros. Los tres fundadores del partido
—Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón— trabajaron como asesores del
gobierno de Chávez.
“El problema son ustedes”
El desafío crítico del partido,
dicen los observadores, radica en su transición de un movimiento de bases al
estilo de Ocupemos a un partido político organizado. Esa evolución requiere de
algo de jerarquía, y una estrategia pormenorizada. Podemos toma sus decisiones
con aportes de los círculos, pero en meses recientes ha canalizado más poder a
un grupo que llama el consejo de coordinación, cuyos miembros son elegidos por
Iglesias. El propósito, dicen los observadores políticos, es asegurarse de que
el mensaje del partido sea controlado cuidadosamente para que no aleje a los
votantes.
Otro paso que dio el partido
hacia hacerse más inclusivo sucedió el mes pasado, cuando Podemos empezó a
cortejar a la comunidad empresarial, informando a los banqueros y otras
compañías sobre sus políticas económicas. Los mandamases industriales no han
sido receptivos, pero el acercamiento sugiere que Iglesias no es puramente un
ideólogo.
Parece que el pragmatismo desde
hace mucho es parte de la filosofía de Iglesias. Al comienzo de los Indignados,
él les habló a sus estudiantes sobre su frustración al hablar con los
compañeros de ellos que no habían leído a Lenin y Marx. El profesor instó a sus
estudiantes a reconsiderar sus metas. “¿No pueden ver que el problema son
ustedes?”, dijo él en un debate el año pasado. “¿Qué la política no tiene nada
que ver con estar en lo correcto, que la política se trata de tener éxito?”
El éxito político, argumentó
Iglesias, se trata de conectar tus ideales con lo que quiere la mayoría, lo
cual “implica capear las contradicciones”. Para ilustrar su punto, él retomó a
Lenin, “ese calvo, un genio”. En 1917, durante la Revolución Rusa, él dio un
mensaje simple al pueblo ruso, ya fueran soldados, campesinos o trabajadores,
dijo Iglesias. “Lenin no hablaba de ‘materialismo dialéctico’. Él hablaba de
‘pan y paz’. Y esa es una de las principales lecciones del siglo XX”.
“Castigar al partido”
Que el pragmatismo pueda ayudar a
Podemos a ganar las elecciones parlamentarias en noviembre es una pregunta al
aire. Algunos temen que la estrategia de Iglesias sea demasiado ambigua, y que
Iglesias no será capaz de reconciliar los deseos de las bases de los Indignados
con quienes quieren que el partido funcione de manera más convencional.
Encuestas recientes muestran que el apoyo a Podemos podría estarse
estabilizando, y algunos predicen que la popularidad del partido caerá todavía
más en los meses próximos, especialmente si Syriza no cumple en Grecia.
Lola Sánchez espera que los
detractores estén equivocados. Su capacidad para costearse el vivir en España
depende de ello. Ella entiende el escepticismo del público con respecto a
Podemos. Pero confía en que los suficientes españoles confíen en la capacidad
del partido para mejorar su destino. “Sólo hemos tenido un año de vida, y hemos
tenido que decidir muchas cosas”, me dijo ella. “Todavía estamos construyendo
nuestro partido y nuestro programa. Pero la gente tiene muy claro el tipo de
país en el que quiere vivir”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario