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domingo, 22 de marzo de 2015

Snowden

  Edward Snowden, el último gran maestro del periodismo de investigación


El Confidencial - ‎domingo‎, ‎22‎ de ‎marzo‎ de ‎2015
Puede que Citizenfour no pase a la Historia del Cine, pero lo que sí es seguro es que pasará a la del Periodismo (con mayúsculas). En efecto, el documental sobre Edward Snowden,  el (ex) miembro de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que filtró miles de documentos sobre los larguísimos y arbitrarios tentáculos del espionaje estadounidense, tiene mucho de documento periodístico histórico.

En efecto, lo suyo sería que Citizenfour se enseñara desde ya en todas las facultades de periodismo, bajo el título: Lo nunca visto: cómo es una filtración por dentro. Porque ahí radica la importancia del filme de Laura Poitras, que el mes pasado se llevó el Oscar al mejor documental.

El asunto es el siguiente: narrar todo lo que ocurrió antes y después de que Snowden tirara de la manta, pero sobre todo durante.

A principios de 2013, Poitras recibió un misterioso correo electrónico encriptado con una firma no menos enigmática: Citizenfour. Detrás del alias se escondía Snowden: un empleado de la NSA, y ex de la CIA, que aseguraba poder revelar el sistema de pinchazos telefónicos e informáticos desplegado por la NSA al calor de la guerra contra el terrorismo (y que incluía a personas tan poco sospechosas de apuntarse a la yihad como Angela Merkel; es decir: EEUU estaba espiando las comunicaciones de todo el planeta en un patológico exceso de celo).

Medio año más tarde, Snowden abandonó sigilosamente EEUU y se reunió con Poitras y con dos periodistas de The Guardian, Glenn Greenwald (el primero en dar la exclusiva) y Ewen MacAskill (corresponsal en la zona) en una habitación de hotel en Hong Kong.

El encierro de estas cuatro personas, filmado por una Poitras en fuera de campo, constituye el núcleo del filme. Aunque Poitras incluye también una serie de intervenciones  de activistas denunciando las malas artes de la NSA, en realidad son innecesarias: el valor de Citizenfour consiste en su condición de documento periodístico inédito: no ya es que filme la cocina de una exclusiva periodística es que, para colmo, la exclusiva filmada es una de las más relevantes del siglo XXI por sus explosivas implicaciones políticas.

Las relaciones periodistas/fuentes suelen estar envueltas en nebulosa por cuestiones obvias: la protección de la identidad de la fuente, viga maestra de la difusión periodística, no suele permitir explayarse a fondo sobre el asunto. Pero hete aquí que Snowden decidió ir a rostro descubierto casi desde el principio (la NSA le hubiera localizado tarde o temprano), así que la película muestra la relación fuente/periodista al desnudo. Por qué quiero filtrar esta información, cómo podemos publicar la noticia (en este caso, serial de noticias) para que tenga más impacto, cómo gestionamos el tsunami mediático posterior, etc.

La identidad de Snowden salió a la luz unos días después de la primera exclusiva.  Lo que ocurrió después es conocido: se ocultó en Hong Kong y logró asilo temporal en Rusia, peripecia contada en el filme en clave de embrollo de espionaje.

Pero lo verdaderamente asombroso es lo que sucedió los días anteriores: Snowden, Poitras, Greenwald y MacAskill enclaustrados varios días en una habitación de hotel mientras las primeras revelaciones del caso mutan en tsunami político/mediático y EEUU ordena la caza del hombre.

Con los periodistas del diario británico tan pendientes de lo que ocurre dentro (las revelaciones diarios de Snowden) como de lo que ocurre fuera: Snowden cuenta nuevas revelaciones a cámara/los periodistas mientras la televisión del hotel emite un especial de la CNN sobre... las filtraciones de Snowden publicadas el día anterior.

Que Snowden y los reporteros del Guardian fueran siempre un paso por delante y manejaran el control informativo de la situación, al menos hasta que revelan la identidad del filtrador y estalla el quilombo padre, no quiere decir exactamente que las tuvieran todas consigo. En ese sentido, el fuera de campo de Citizenfour es una joya: o la inquietante sensación de que cualquier ruido proveniente del exterior de la habitación es el preludio de un asalto militar. Atmósfera permanente de tensión no exenta de momentos de humor.

Como el estupor de los periodistas cuando Snowden les informa de que quizá la NSA les esté escuchando desde el principio; para pinchar el teléfono de un hotel, cuenta, no hace falta pasarse siquiera por el hotel: se puede hacer vía informática (lo que, bien pensado, es un drama cinematográfico: ¿Adiós a esas escenas peliculeras en las que un miembro de la CIA disfrazado de florista/repartidor de pizzas entra clandestinamente en tu casa para pincharte el teléfono?).


O esa otra escena antológica, en su mezcla imposible de alta comedia y thriller inquietante, en la que empieza a sonar la alarma anti incendios del hotel y todo apunta a que la CIA va a tirar abajo la puerta de la habitación en cualquier momento. Segundos después, nuestros héroes se ríen aliviados, aún sin llegar a estar seguros en ningún momento de que el Gran Hermano no esté grabando sus risas y se lo haga pagar más tarde o más temprano...  

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