¿Cuál sistema ha fracasado?
Cuando cayó el muro de Berlín, en 1989, el mundo entero se conmocionó de diversas maneras. La “guerra fría” llegaba a su fin y se dio por seguro que el mundo ya no sería bipolar sino que sería controlado por un solo polo. El imperio del norte se ufanaba diciendo: somos el único imperio… ¿y qué? y no tardó en dar muestras de que asumiría el rol de gendarme de la Tierra.
El filósofo Fukuyama clamaba por el “Fin de la Historia”, queriendo convencer a sus lectores de que el sistema capitalista sería eterno y que sólo necesitaría algunos pequeños ajustes para su perfeccionamiento. La gente de derecha en base a un análisis superficial (si es que a eso se le puede llamar análisis) declaró que el socialismo era un sistema fracasado, que no levantaría cabeza, que Cuba pronto colapsaría, etc. Muchos izquierdistas experimentaron una crisis ideológica, no daban crédito a lo ocurrido, no sabían qué pensar y mucho menos qué hacer o qué decir. Algunos de ellos comenzaron a moverse hacia la derecha y hoy ocupan (en El Salvador y otros países) cargos de funcionarios bien remunerados.
Unos pocos, principalmente filósofos latinoamericanos, trataron de encontrar una explicación de lo que había ocurrido y llegaron a varias conclusiones interesantes, entre ellas, que el socialismo nunca existió porque lo que se dio en la Unión Soviética no fue un verdadero socialismo, nunca se consolidó como tal porque siempre estuvieron en su contra y boicoteándola todos los países capitalistas; por tanto, lo que fracasó fue un ensayo o un intento de construir el socialismo. Además, por un solo hecho histórico no se puede concluir que un sistema haya fracasado, pues no se tiene la base empírica suficiente para tal afirmación, en especial sino se toman en cuenta las circunstancias del tal fracaso. Llamar “socialismo real” al sistema económico-social que tuvo la Unión Soviética entre 1917 y 1989 es simplemente un eufemismo.
El imperio del norte que ya había transitado hacia el neoliberalismo vio las puertas abiertas para potenciarlo y dar paso a la construcción de los grandes monopolios (comunicaciones, tecnología, capital financiero, armas de gran poder destructivo y saqueo de los recursos naturales del planeta) eufemísticamente llamados “globalización”.
Las teorías del economista Hayek encontraron un campo propicio para su aceptación por parte del sistema capitalista mundial y el “orden espontáneo” del mercado, la total no intervención del Estado en los asuntos económicos y la reducción del mismo a su mínima expresión se convirtieron en la ‘trilogía dogmática’ de un nuevo fundamentalismo económico-social que considera que el mercado, debido a un poder misterioso, tiene la capacidad de autorregularse en sus funciones de producción y distribución de la riqueza creada por las y los trabajadores de todas las naciones. Los últimos acontecimientos le dan un rotundo mentís a tales teorías.
Ahora que han transcurrido más de 19 años de aquel ‘Berlinazo’ se empiezan a aclarar muchas cosas, pero a la vez resurgen los espectros del pasado (como siempre lo han hecho en épocas de crisis) para presentar sus credenciales y tratar de confundir, a través de los ideólogos que viven del y para el sistema dominante, a la población mundial.
Para no dejarse engañar, despejar el horizonte conceptual y proyectar la construcción de una nueva sociedad que merezca el calificativo de ‘humana’, será necesario tomar en cuenta la constatación de los siguientes hechos:
1. El capitalismo de desarrolló en los tres últimos siglos mediante el apoyo (la intervención a su favor) de los Estados más poderosos del planeta, planificando el desalojo de grandes extensiones de tierra, el saqueo de los recursos naturales de África, Latinoamérica y otras regiones, los golpes de estado en el momento oportuno, combinando acciones armadas con el proteccionismo de sus intereses, instalando gobiernos serviles en los países del tercer mundo, creando instituciones financieras y estableciendo ‘tratados de libre comercio’.
Pero una vez que el capitalismo alcanzó un alto grado de desarrollo procedió como las arañas que se comen a su progenitora y redujo a los Estados (ejemplo El Salvador) a su mínima expresión, es decir, privatizó aquellas empresas que les daban fortaleza y les brindaban recursos económicos.
2. Como consecuencia del neoliberalismo y de los monopolios antes mencionados más de mil millones de seres humanos padecen hambre y sufren de desnutrición, según lo informó en el mes de septiembre recién pasado la FAO (Food and Agriculture Organization).
3. Septiembre de 2008 ha puesto en evidencia la profunda crisis del sistema capitalista, o como dice Ingnacio Ramonet (Le Monde Diplomatique, 30-09-08) “El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín”, o Paul Samuelson, premio novel de economía: “Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo” Se trata, entonces, de un verdadero descalabro económico que al final de cuentas tendremos que pagar todos los pueblos del tercer mundo, sino hacemos algo para reinvindicar nuestra situación.
La ironía de la Historia es que el capitalismo “socializa” sus fracasos y sus pérdidas y privatiza la riqueza producida por toda la humanidad. El cinismo neoliberal se traduce en “socialismo para los ricos y capitalismo salvaje para los pobres”.
4. Se estima que sería suficiente con treinta mil millones de dólares para resolver el problema del hambre en la Tierra, pero la minoría organizada que gestiona el sistema capitalista mundial prefiere salvar bancos, aseguradoras e instituciones financieras (con cantidades mucho más elevadas) que salvar la vida de millones de seres humanos que padecen de hambre permanentemente.
Al rescate de aquellos han acudido diligentemente países como Japón, Canadá, Inglaterra, Suiza, el Banco de la Unión Europea y la Reserva Federal de los Estados Unidos. Ninguno de estos países hizo el más mínimo esfuerzo por salvar al mal llamado “socialismo real”.
5. El capitalismo es un sistema fracasado moral y económicamente. Tiene hundido en la pobreza al pueblo de Haití y otros pueblos del mundo (como el nuestro) e incluso a un 12% aproximadamente de la población estadounidense. Es claro que el socialismo (con un montón de países en su contra) ha hecho mucho más por Cuba que lo que el capitalismo ha podido hacer por el pueblo haitiano.
Dentro de pocos meses se cumplirá el cincuenta aniversario del triunfo de la revolución cubana y, a pesar del feroz bloqueo económico que le han impuesto, ha podido solventar una gran cantidad de problemas sociales; basta con decir, para no extender demasiado este artículo, que la mortalidad infantil en esa nación es una de las más bajas del mundo y que la esperanza de vida es una de las más altas y que ambas constituyen un indicador importante del desarrollo social de un país.
6. El capitalismo, por su propia naturaleza, necesita vivir en estado de expansión y siempre encontró, en el pasado, algunas estrategias para seguir expandiéndose. Una de ellas fue propiciar el consumismo irracional a través de tarjetas de crédito, hipotecas y otros mecanismos. Pero al alcanzar el punto de saturación, cuando la gente ya no pudo pagar las deudas con sus respectivos intereses, el colapso era inevitable: Septiembre de 2008.
7. Existen países subdesarrollados porque existen países subdesarrollantes. El desarrollo de los países hegemónicos se ha dado a costa de los países del tercer mundo, al cual le han impedido el acceso a la educación, a la ciencia y la tecnología, a la salud, etc. Le han saqueado su riqueza natural, cultural e intelectual y, encima de todo, le han impuesto una deuda externa (impagable) para impedirle, de raíz, toda posibilidad de desarrollo. ¿Qué sería de los países “desarrollados” si de pronto no tuvieran acceso al descomunal saqueo que hacen de la riqueza del mundo?
La lista no se agota con estos siete aspectos, pero con ellos es suficiente para iniciar una reflexión acerca de lo que está pasando en el plano internacional, ¿qué debemos hacer para cambiar esta situación, para modificar nuestras relaciones con el resto del mundo y también, por supuesto, la relaciones al interior de la sociedad salvadoreña?
Para finalizar esta entrega queremos decirle al pueblo salvadoreño que no se deje engañar por esos falsos ideólogos que escriben en otros periódicos y que nos quieren hacer creer que vivimos en un país independiente, que la independencia es un proceso y que vamos mejorando, como que se tratara de un desarrollo lineal de la independencia y la democracia. Estos ideólogos se cuidan de no hacer referencia a que los procesos también pueden ser regresivos y no mencionan que en términos de independencia hemos retrocedido mucho, como consecuencia de las políticas neoliberales que las corporaciones financieras multinacionales impusieron a los últimos gobiernos de este país. Es obvio que lo que persiguen es asegurar el continuismo en las próximas elecciones.
No se puede ser independiente cuando carecemos de política económica, cuando no disponemos de políticas de salud, vivienda, educación, empleo, deportes, transporte, seguridad, etc. o si acaso existen no se puede negar que son insignificantes, intrascendentes y que no resuelven los problemas del pueblo. Tampoco tenemos política internacional porque se nos impone lo que debemos de hacer (ejemplo: nuestros soldados en Irak).
¿Qué soberanía podemos tener cuando el presidente y su canciller le piden a la administración Bush que haga algo para impedir el triunfo de la oposición en las próximas elecciones? Si eso no es una traición a la patria, no se como se le podría llamar. Si aún nos quedaba un poquito de soberanía, ésta se echó a perder con la firma del tratado de libre comercio.
Si queremos ser independientes y recuperar nuestra soberanía recordemos que ambas son algo que debe ser conquistado mediante la organización y la lucha por construir un sistema económico solidario con los problemas del pueblo, donde la justicia social sea una realidad y donde todos los salvadoreños y salvadoreñas podamos vivir con dignidad.
Cuando cayó el muro de Berlín, en 1989, el mundo entero se conmocionó de diversas maneras. La “guerra fría” llegaba a su fin y se dio por seguro que el mundo ya no sería bipolar sino que sería controlado por un solo polo. El imperio del norte se ufanaba diciendo: somos el único imperio… ¿y qué? y no tardó en dar muestras de que asumiría el rol de gendarme de la Tierra.
El filósofo Fukuyama clamaba por el “Fin de la Historia”, queriendo convencer a sus lectores de que el sistema capitalista sería eterno y que sólo necesitaría algunos pequeños ajustes para su perfeccionamiento. La gente de derecha en base a un análisis superficial (si es que a eso se le puede llamar análisis) declaró que el socialismo era un sistema fracasado, que no levantaría cabeza, que Cuba pronto colapsaría, etc. Muchos izquierdistas experimentaron una crisis ideológica, no daban crédito a lo ocurrido, no sabían qué pensar y mucho menos qué hacer o qué decir. Algunos de ellos comenzaron a moverse hacia la derecha y hoy ocupan (en El Salvador y otros países) cargos de funcionarios bien remunerados.
Unos pocos, principalmente filósofos latinoamericanos, trataron de encontrar una explicación de lo que había ocurrido y llegaron a varias conclusiones interesantes, entre ellas, que el socialismo nunca existió porque lo que se dio en la Unión Soviética no fue un verdadero socialismo, nunca se consolidó como tal porque siempre estuvieron en su contra y boicoteándola todos los países capitalistas; por tanto, lo que fracasó fue un ensayo o un intento de construir el socialismo. Además, por un solo hecho histórico no se puede concluir que un sistema haya fracasado, pues no se tiene la base empírica suficiente para tal afirmación, en especial sino se toman en cuenta las circunstancias del tal fracaso. Llamar “socialismo real” al sistema económico-social que tuvo la Unión Soviética entre 1917 y 1989 es simplemente un eufemismo.
El imperio del norte que ya había transitado hacia el neoliberalismo vio las puertas abiertas para potenciarlo y dar paso a la construcción de los grandes monopolios (comunicaciones, tecnología, capital financiero, armas de gran poder destructivo y saqueo de los recursos naturales del planeta) eufemísticamente llamados “globalización”.
Las teorías del economista Hayek encontraron un campo propicio para su aceptación por parte del sistema capitalista mundial y el “orden espontáneo” del mercado, la total no intervención del Estado en los asuntos económicos y la reducción del mismo a su mínima expresión se convirtieron en la ‘trilogía dogmática’ de un nuevo fundamentalismo económico-social que considera que el mercado, debido a un poder misterioso, tiene la capacidad de autorregularse en sus funciones de producción y distribución de la riqueza creada por las y los trabajadores de todas las naciones. Los últimos acontecimientos le dan un rotundo mentís a tales teorías.
Ahora que han transcurrido más de 19 años de aquel ‘Berlinazo’ se empiezan a aclarar muchas cosas, pero a la vez resurgen los espectros del pasado (como siempre lo han hecho en épocas de crisis) para presentar sus credenciales y tratar de confundir, a través de los ideólogos que viven del y para el sistema dominante, a la población mundial.
Para no dejarse engañar, despejar el horizonte conceptual y proyectar la construcción de una nueva sociedad que merezca el calificativo de ‘humana’, será necesario tomar en cuenta la constatación de los siguientes hechos:
1. El capitalismo de desarrolló en los tres últimos siglos mediante el apoyo (la intervención a su favor) de los Estados más poderosos del planeta, planificando el desalojo de grandes extensiones de tierra, el saqueo de los recursos naturales de África, Latinoamérica y otras regiones, los golpes de estado en el momento oportuno, combinando acciones armadas con el proteccionismo de sus intereses, instalando gobiernos serviles en los países del tercer mundo, creando instituciones financieras y estableciendo ‘tratados de libre comercio’.
Pero una vez que el capitalismo alcanzó un alto grado de desarrollo procedió como las arañas que se comen a su progenitora y redujo a los Estados (ejemplo El Salvador) a su mínima expresión, es decir, privatizó aquellas empresas que les daban fortaleza y les brindaban recursos económicos.
2. Como consecuencia del neoliberalismo y de los monopolios antes mencionados más de mil millones de seres humanos padecen hambre y sufren de desnutrición, según lo informó en el mes de septiembre recién pasado la FAO (Food and Agriculture Organization).
3. Septiembre de 2008 ha puesto en evidencia la profunda crisis del sistema capitalista, o como dice Ingnacio Ramonet (Le Monde Diplomatique, 30-09-08) “El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín”, o Paul Samuelson, premio novel de economía: “Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo” Se trata, entonces, de un verdadero descalabro económico que al final de cuentas tendremos que pagar todos los pueblos del tercer mundo, sino hacemos algo para reinvindicar nuestra situación.
La ironía de la Historia es que el capitalismo “socializa” sus fracasos y sus pérdidas y privatiza la riqueza producida por toda la humanidad. El cinismo neoliberal se traduce en “socialismo para los ricos y capitalismo salvaje para los pobres”.
4. Se estima que sería suficiente con treinta mil millones de dólares para resolver el problema del hambre en la Tierra, pero la minoría organizada que gestiona el sistema capitalista mundial prefiere salvar bancos, aseguradoras e instituciones financieras (con cantidades mucho más elevadas) que salvar la vida de millones de seres humanos que padecen de hambre permanentemente.
Al rescate de aquellos han acudido diligentemente países como Japón, Canadá, Inglaterra, Suiza, el Banco de la Unión Europea y la Reserva Federal de los Estados Unidos. Ninguno de estos países hizo el más mínimo esfuerzo por salvar al mal llamado “socialismo real”.
5. El capitalismo es un sistema fracasado moral y económicamente. Tiene hundido en la pobreza al pueblo de Haití y otros pueblos del mundo (como el nuestro) e incluso a un 12% aproximadamente de la población estadounidense. Es claro que el socialismo (con un montón de países en su contra) ha hecho mucho más por Cuba que lo que el capitalismo ha podido hacer por el pueblo haitiano.
Dentro de pocos meses se cumplirá el cincuenta aniversario del triunfo de la revolución cubana y, a pesar del feroz bloqueo económico que le han impuesto, ha podido solventar una gran cantidad de problemas sociales; basta con decir, para no extender demasiado este artículo, que la mortalidad infantil en esa nación es una de las más bajas del mundo y que la esperanza de vida es una de las más altas y que ambas constituyen un indicador importante del desarrollo social de un país.
6. El capitalismo, por su propia naturaleza, necesita vivir en estado de expansión y siempre encontró, en el pasado, algunas estrategias para seguir expandiéndose. Una de ellas fue propiciar el consumismo irracional a través de tarjetas de crédito, hipotecas y otros mecanismos. Pero al alcanzar el punto de saturación, cuando la gente ya no pudo pagar las deudas con sus respectivos intereses, el colapso era inevitable: Septiembre de 2008.
7. Existen países subdesarrollados porque existen países subdesarrollantes. El desarrollo de los países hegemónicos se ha dado a costa de los países del tercer mundo, al cual le han impedido el acceso a la educación, a la ciencia y la tecnología, a la salud, etc. Le han saqueado su riqueza natural, cultural e intelectual y, encima de todo, le han impuesto una deuda externa (impagable) para impedirle, de raíz, toda posibilidad de desarrollo. ¿Qué sería de los países “desarrollados” si de pronto no tuvieran acceso al descomunal saqueo que hacen de la riqueza del mundo?
La lista no se agota con estos siete aspectos, pero con ellos es suficiente para iniciar una reflexión acerca de lo que está pasando en el plano internacional, ¿qué debemos hacer para cambiar esta situación, para modificar nuestras relaciones con el resto del mundo y también, por supuesto, la relaciones al interior de la sociedad salvadoreña?
Para finalizar esta entrega queremos decirle al pueblo salvadoreño que no se deje engañar por esos falsos ideólogos que escriben en otros periódicos y que nos quieren hacer creer que vivimos en un país independiente, que la independencia es un proceso y que vamos mejorando, como que se tratara de un desarrollo lineal de la independencia y la democracia. Estos ideólogos se cuidan de no hacer referencia a que los procesos también pueden ser regresivos y no mencionan que en términos de independencia hemos retrocedido mucho, como consecuencia de las políticas neoliberales que las corporaciones financieras multinacionales impusieron a los últimos gobiernos de este país. Es obvio que lo que persiguen es asegurar el continuismo en las próximas elecciones.
No se puede ser independiente cuando carecemos de política económica, cuando no disponemos de políticas de salud, vivienda, educación, empleo, deportes, transporte, seguridad, etc. o si acaso existen no se puede negar que son insignificantes, intrascendentes y que no resuelven los problemas del pueblo. Tampoco tenemos política internacional porque se nos impone lo que debemos de hacer (ejemplo: nuestros soldados en Irak).
¿Qué soberanía podemos tener cuando el presidente y su canciller le piden a la administración Bush que haga algo para impedir el triunfo de la oposición en las próximas elecciones? Si eso no es una traición a la patria, no se como se le podría llamar. Si aún nos quedaba un poquito de soberanía, ésta se echó a perder con la firma del tratado de libre comercio.
Si queremos ser independientes y recuperar nuestra soberanía recordemos que ambas son algo que debe ser conquistado mediante la organización y la lucha por construir un sistema económico solidario con los problemas del pueblo, donde la justicia social sea una realidad y donde todos los salvadoreños y salvadoreñas podamos vivir con dignidad.
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