https://www.facebook.com/wilber.carrion.1 - Twitter: @wilbercarrion  
  Su apoyo es bienvenido, cuenta: BBVA Continental- 0011 0175 0200256843  

miércoles, 1 de octubre de 2008

Lance Armstrong

El campeón y el periodista
LaNacion

Lance Armstrong, protagonista tal vez de la mayor epopeya en la historia del deporte mundial al ganar siete veces seguidas el Tour de Francia tras sobrevivir a un cáncer y que la semana pasada anunció su retorno al ciclismo, estaba por ingresar en el quirófano. En 1996, los médicos detectaron que su cáncer de testículos se expandía peligrosamente. Tenía un tumor justo sobre su campo de visión y otro sobre un centro de coordinación. Flaco, demacrado, sin pelo y acostado en la camilla, Armstrong comenzó a hablarles a médico, anestesista y enfermera sobre "Malicia", una película en la que Alec Baldwin, un cirujano hábil pero arrogante, se defiende en un juicio por negligencia. Baldwin -contó Armstrong- describe la tensión y la presión de la cirugía cuando hay un paciente sobre la mesa y el médico debe tomar decisiones instantáneas, que decidirán si vive o si muere. Armstrong comenzó a imitar voz y gestos de Baldwin y dijo: "En aquellos momentos, caballeros, no creo que soy Dios. Soy Dios".

Armstrong cuenta la anécdota en uno de sus dos libros autobiográficos ("Mi vuelta a la vida"). La operación duró dos horas. Tenía una docena de tumores. Un cuarenta por ciento de posibilidades de seguir viviendo. Luego siguieron tres meses interminables de quimioterapia. "Cuando no sentía dolor era porque estaba vomitando", graficó Armstrong. El periodista irlandés David Walsh revive en su último libro sobre Armstrong ( From Lance to Landis ) otro dramático momento en el hospital, ya dos días después de la operación. En la habitación de Armstrong estaban, entre otros, su gran amigo y compañero de equipo Frankie Andreu junto con su esposa, Betsy Kramar. Entraron dos médicos. Armstrong dijo a todos que podían quedarse. Uno de los médicos preguntó a Armstrong si había consumido drogas. Y Armstrong respondió que sí, y mencionó cinco: esteroides anabólicos, hormona de crecimiento, EPO, cortisona y testosterona.

Armstrong negó siempre la acusación de Andreu y de su esposa. Pero sí contó que tomó EPO (eritropoyetina) como parte de su tratamiento anticáncer. Quinientos dieciocho días después de esa operación, Armstrong volvió a las competencias. Y en 1999 reapareció en el Tour de Francia, acaso la prueba más exigente del deporte mundial. En 1993, en su primer Tour, Armstrong, que tenía 21 años, fue el corredor más joven ganador de una etapa de la posguerra, pero abandonó en la 12» etapa, con el físico destrozado. "Era un corredor de un día, pensé que jamás podría ganar el Tour", contó Phil Anderson, uno de sus compañeros en el equipo Motorola. En el Tour siguiente duró hasta la 15» etapa.

En 1995, por fin completó el recorrido de 3635 km, aunque terminó en el puesto 36. Volvió a abandonar en el ´96, en la 7» etapa, cuando el cáncer ya minaba su físico. Dejó el Tour como un moribundo y volvió en el ´99 como Superman. Ganó ese año a una velocidad media de 40,2 km por hora. Repitió de 2000 a 2004, corriendo a una media de entre 39,5 y 40,9 km/h. Y se despidió en 2005 con su séptimo triunfo seguido, a una media record de 41,6 km/h, con 34 años. Unico en la historia del ciclismo, la disciplina reina del sacrificio y el esfuerzo. "Lo siento por los cínicos, por los escépticos que no creen en el ciclismo, que no creen en los milagros", dijo en el podio del adiós, con sus tres hijos y poco antes de recibir un mensaje de felicitación de George W. Bush, quien lo citó como "ejemplo de vida".
Armstrong habló de ese modo porque eran cada vez más los que sospechaban de su milagro. Semanas antes había aparecido el primer libro que Walsh escribió junto con el francés Pierre Ballester ( L.A. Confidential: The Secrets of Lance Armstrong ). Aparecía allí el relato de Emma O Reilly, la masajista que contó que Armstrong le pidió que arrojara una vez un paquete con numerosas ampollas y jeringas y que en otra ocasión le maquillara las marcas de misteriosas inyecciones cerca de los hombros. Walsh cuenta que fue Eddy Merckx, mito del ciclismo, quien conectó a Armstrong con Michele Ferrari, el médico condenado en Italia por doping y con quien Lance mantuvo secretamente "una de las relaciones más infames doctor-paciente en la historia del deporte".

Walsh, en rigor, cuenta que Armstrong, si bien un portento físico ya en sus tiempos de triatleta juvenil en Texas, advirtió que le sería imposible ganar sin doping en Europa, donde todos los ciclistas recurrían a la cultura de las drogas. Walsh, cuyos libros sobrevivieron a las amenazas de demanda de Armstrong, sugiere mediante testimonios y data médica, que las drogas provocaron el cáncer del ciclista texano. Y que el tratamiento anticáncer favoreció su vuelta a lo campeón. Es algo imposible de digerir para quienes sostienen el mito del gran ídolo que derrotó al cáncer. Del hombre que creó su Fundación, que dio ejemplo a millones y que tiene como símbolo de su lucha las pulseras amarillas "Livestrong" que recorren el mundo.

Un mes atrás, tres cientistas australianos pulverizaron el informe médico del fisiólogo Edward Coyle, citado históricamente por Armstrong como prueba de que un duro trabajo físico, y no el EPO, fue la causa de la "increíble transformación de sus fibras musculares". Coyle admitió el error, pero lo relativizó. La Universidad de Texas también aceptó la falla, aunque consideró que el fisiólogo no debía ser sancionado.
Nadie habla de ello. Como tampoco de los rastros de EPO detectados en 2005 en la orina congelada de Armstrong correspondiente al primer Tour que ganó, en 1999. O del único doping de cortisona que sí le fue descubierto en ese mismo Tour, pero que fue omitido porque fue atribuido a una prescripción médica. La rabia, el orgullo y el amor propio motorizaron tal vez a un Armstrong abandonado por su padre a los 2 años, golpeado luego por su padrastro y que debe su carácter a Linda, la madre que lo parió con apenas 17 años y que de niño lo despertaba antes de las cinco de la madrugada para llevarlo a entrenamientos de natación.

Armstrong, el deportista modelo, acaba de anunciar su retorno rodeado de Bill Clinton y del ex alcalde republicano de Nueva York Rudolph Giuliani. Volverá en el equipo Astana, que debe su nombre a la capital de Kazakhstán, un país euroasiático rico en gas y petróleo, gobernado con mano dura desde 1989 por Nursultán Nazarbayev y ridiculizado por el actor cómico inglés Sacha Baron Cohen en el filme Borat .
El Astana no fue autorizado a correr el Tour 2006 por sospechas de doping contra varios de sus ciclistas. Fue expulsado del Tour 2007 y prohibido de correr en el de 2008 por el doping del kazajo Alexandre Vinokourov. Volverá en 2009 con Armstrong. Al que le será difícil estar allí será al periodista Walsh. Desde su primer libro, hasta sus amigos del Tour le piden que se aleje, porque saben que serán fotografiados hablando con él y pasarán a formar parte de la "lista negra" de Armstrong. Especialmente lo marginan sus colegas de Estados Unidos, donde Lance es un héroe con futuro político. "El chauvinismo -me dijo Walsh en noviembre pasado, en Islandia- mata al deporte, pero también mata al periodismo.

No hay comentarios: