El desenlace de una final que nunca tuvo paz
Marcelo Gantman
La derrota de la Argentina contra España en la final de la Copa Davis va a quedar como uno de los hechos de impacto más profundo en la historia del tenis nacional. El desenlace de la serie derivó hasta en un desagradable episodio en la conferencia de prensa en la que entrevistados y entrevistadores se pasaron facturas con reproches discriminados. Las derrotas tienen para el deporte argentino un contexto de tragedia calcadas unas de otras. De tan conocida la situación flota la sensación de visitar un espacio conocido. Ya hemos estado aquí. Aunque esta vez hay matices de sobra.
Nunca esta final de la Copa Davis fue un acontecimiento para celebrar. Fue un padecimiento. Así empezó y así terminó. La final de las Copa Davis en la Argentina fue tantas cosas al mismo tiempo, se le buscó tantos significados posibles en nombre de la “copa en casa”, que el motor central de este duelo fue apenas un dato accesorio: un enfrentamiento deportivo que requería inteligencia, preparación e ideas frescas. No cabezas enrolladas en conflictos endogámicos. La final de la Copa Davis debía ser un gran negocio, una oportunidad para instalar una ciudad en el mapa mundial, un acto político patrocinado, una ocasión para invitar amigos y clientes y allá a lo lejos, bien atrás, un hecho deportivo. La final contra España quedó perdida en medio de esa ensalada de deseos y necesidades.
Puestos ya en Mar del Plata, muchos de los actores de este choque contra España, solamente esperaban el momento de terminar con esta pesadilla. ¿Cómo puede un hecho tan mágico e irrepetible como una definición de local de la Copa Davis se transformó en una batalla de egos y poderes de la que todos querían escapar? No se sabe, pero lo hemos logrado. Los objetivos de los tenistas nunca fueron comunes y es necesario que lo sean. Los flamantes campeones de la Copa Davis estuvieron enemistados y ofendidos con los dirigentes de la Real Federación Española de Tenis, pero no entre ellos. Emilio Sánchez Vicario quedará como uno de los personajes más simpáticos y amables que haya pasado por la Argentina deportiva, pero su modo de conducir y de mediar en los conflictos debe servir de ejemplo.
Los problemas no son los intereses particulares sino cómo se hace para minimizar su impacto. Tuvimos una Copa Davis en la que lo bueno para David Nalbandian no lo era para Juan Martín Del Potro. Nalbandian quería una cancha más rápida y Del Potro una de cemento. Del Potro iba a llegar el sábado a la noche y arribó el lunes al mediodía. Cuando José Acasuso peleaba contra Fernando Verdasco y sus propios nervios para que la Argentina siga en la final, entre Nalbandian y Del Potro había cuatro personas de separación. Dos grados menos, según el jueguito que circula por internet, que podría haber entre el lector de este post y Barack Obama.
Por eso todo terminó como vimos. Porque nunca una derrota puede ser simplemente eso. La previa contribuye bastante a que eso no pudiera ser así. La Argentina en tenis tiene prestigio y respeto a pesar de todo. Desde 2002, cuando volvió al Grupo Mundial, jamás tuvo que ir a un repechaje para mantener la categoría. Consiguió dos finales (2006 y 2008) y tres semifinales (2002, 2003 y 2005). Pero esos resultados a la vista precisan, rápido, un nuevo modo de abordar estos compromisos. Una nueva manera de bajar la intensidad de los enfrentamientos ya que la historia del tenis argentino demuestra con creces que es algo que no se puede evitar.
¿Seguirá David Nalbandian en la Copa Davis? Deportivamente tiene mucho para ofrecer, pero una de las necesidades del equipo futuro es cambiar y para eso precisa que Nalbandian cambie. Su estilo de liderazgo dejó muchas heridas y tampoco es cuestión de mantener el método con un cambio de nombres. ¿Podrá cambiar Nalbandian después de tanto zumbido interno?
La Argentina en la Copa Davis dejó pasar una oportunidad única. Habrá otras, puede ser. Surgirán otras raquetas, quizás. Pero esta final, la de los mil significados y necesidades, fue tan ganada por España como perdida por la Argentina.
El respeto y la humildad, en deuda
Tomás Rivas
“¡Argentina, Argentina!”, empezó a cantar la hinchada española cuando habían pasado menos de 15 minutos del final de la serie. Fue una verdadera lección de respeto, humildad y educación la que brindó, con ese gesto, el grupo de no más de 500 fanáticos visitantes que festejaron el justo resultado de la final.
Acto seguido, los cuatro integrantes del equipo español dieron la vuelta olímpica y recibieron, por fin, el reconocimiento del público local como los merecidos campeones.
Durante esta serie, lamentablemente no fueron pocas las muestras de escasez de humildad y educación, tanto del público como de algunos jugadores y parte de la prensa. La final de la Davis fue un concierto de faltas de respeto.
Por el lado del público, se podrá recordar, más allá de los exabruptos durante todos los partidos y que, quiérase o no, se repiten en muchos partidos de todas partes del mundo, los insultos hacia Feliciano López durante el dobles. “Verdasco se la come, Del Potro se la da”, se escuchó en más de una oportunidad de bocas instruidas en los más prestigiosos colegios y recibidas en las más reconocidas universidades. La única vez en que una hincha española gritó entre el primero y segundo saque de un jugador argentino, se ganó los insultos de 10.000 personas y el operativo de seguridad amenazó con sacarla del estadio. “Tuvimos miedo, hombre, fue increíble”, me confesó, tras el partido, una madrileña que estaba sentado al lado”
Algunos jugadores argentinos también aportaron lo suyo. David Nalbandian, reconocido por su mala relación con el periodismo, decidió no acudir a la conferencia de prensa del sábado y ese hecho le valió una multa por parte de la ITF. Cada vez que el cordobés tuvo que contestar preguntas, lo hizo en forma displicente y hasta se ofendió el jueves, luego del sorteo, porque un colega estadounidense consultó en su idioma natal. “Estamos en Argentina”, respondió, y prácticamente no contestó a la pregunta.
Ayer, Calleri, evitó dar su opinión ante la consulta sobre la actitud del público.”Me parece que dentro de todo hubo respeto. Yo no noté en ningún momento que lo hayan insultado a Verdasco”, dijo Agustín.
Mientras escribo estas líneas, Feliciano López y Fernando Verdasco se pasean por la carpa de prensa y saludan, gentiles, a los trabajadores argentinos y españoles que habitan el lugar. “Con una Ensaladera en el bolsillo, cualquiera es amable”, dirá algún desprevenido. Este cronista puede dar fe de que durante toda la semana, el trato de los jugadores españoles fue de lo más cordial con todos los que estuvieron a su paso.
La prensa no se quedó atrás. En la bochornosa conferencia de prensa tras el último partido, un periodista le preguntó a Mancini si consideraba “un fracaso” haber perdido la Davis. Ofendido, Luli contestó, con razón, que “hay que ser necio para llamar ‘fracaso’ a un proceso que contó con dos finales y una semifinal. No entiendo cómo se le puede pasar por la cabeza eso a alguien. Es una falta de respeto para todo el equipo”.
Para coronar la semana, la frase “Somos dos o tres los periodistas prestigiosos” por parte de un reconocido comentarista, desmereciendo el trabajo de muchísimos colegas, 50 de ellos presentes en la misma sala, dio la pauta de que cuestiones de ego y humildad que también merecen ser atendidas de parte de algunos integrantes de los medios de comunicación.
Se fue un fin de semana amargo en varios aspectos. Desde lo deportivo, se dejó pasar una gran oportunidad de conseguir, al fin, la tan preciada Ensaladera de Plata. Lo extradeportivo, sin dudas, dejó faltantes bastante más preocupantes.
Sánchez Vicario, el hombre de la serie
Santiago Peluffo
Cuesta analizar e intentar explicar las causas de la derrota en la final de la Copa Davis. La condición de argentino, sin dudas, se presenta como una limitación a la hora de intentar una lectura imparcial de la serie.
De un lado y del otro habrá explicaciones, seguramente. La Argentina no llegó en su mejor momento: tuvo a un Del Potro en el límite físicamente y completó su equipo con dos jugadores de flojo 2008 y peor fin de año como Calleri y Acasuso. Nalbandian era la carta fuerte, pero no pudo hacer pesar su figura en el dobles y, con su desplante en la conferencia de prensa, dejó en evidencia algunos cortocircuitos dentro del equipo.
Pero, más allá de las falencias que pudieron haber existido en el conjunto de Luli Mancini, del otro lado hubo un equipo que estuvo por encima de sus posibilidades y muy a la altura de semejante compromiso. Emilio Sánchez Vicario, el capitán español, fue el hombre de la serie.
Cuando el escenario pintaba complicado para España por la baja de Rafael Nadal, Sánchez Vicario consiguió armar un equipo unido, aceitado en su juego, que con mucha humildad y astucia se sacó presión e hizo hincapié en el favortismo argentino en la serie.
Cuando Fernando Verdasco era quien mejor había rendido durante este año (terminó como top 20 por primera vez), el primer día se inclinó por Feliciano López, un jugador más apto para rendir sobre la superficie sintética que la Argentina armó en el Polideportivo marplatense. Y acertó, pues Feli también fue otro gran protagonista de este fin de semana.
El sábado, con el 1-1 que él mismo había deseado antes de la serie, tuvo en la cancha a la dupla que más y mejor había jugado durante el año en el circuito y en la Davis. Como ex número uno del mundo en la especialidad (en 1989), fue una suerte de tercer jugador: alentando, motivando, marcando las claves de un juego que conoce a la perfección. Y el triunfo del sábado marcó un quiebre.
El otro gran protagonista, Fernando Verdasco, remarcó tras la victoria del dobles su cualidad de “motivador” al borde de la cancha. Humilde como es, Emilio puso el eje en los jugadores ante una consulta de lanacion.com: “Bueno, he hecho lo que he podido, siempre doy el cien por cien. Pero lo importante son los jugadores; sin su dedicación y energía, la historia sería otra”, analizó.
Como anticipó antes de la final, ésta fue su despedida como capitán. “No estaré ante Serbia [en el debut de 2009]. Ya lo había dicho, se ha cerrado un ciclo, y ojalá el que venga tenga tanta suerte como yo”, explicó el madrileño.
A modo de broma, en el cierre de la conferencia, Verdasco describió: “La clave de Emilio es que se nos mete en la cabeza durante el partido y somos dos contra uno.”
Marcelo Gantman
La derrota de la Argentina contra España en la final de la Copa Davis va a quedar como uno de los hechos de impacto más profundo en la historia del tenis nacional. El desenlace de la serie derivó hasta en un desagradable episodio en la conferencia de prensa en la que entrevistados y entrevistadores se pasaron facturas con reproches discriminados. Las derrotas tienen para el deporte argentino un contexto de tragedia calcadas unas de otras. De tan conocida la situación flota la sensación de visitar un espacio conocido. Ya hemos estado aquí. Aunque esta vez hay matices de sobra.
Nunca esta final de la Copa Davis fue un acontecimiento para celebrar. Fue un padecimiento. Así empezó y así terminó. La final de las Copa Davis en la Argentina fue tantas cosas al mismo tiempo, se le buscó tantos significados posibles en nombre de la “copa en casa”, que el motor central de este duelo fue apenas un dato accesorio: un enfrentamiento deportivo que requería inteligencia, preparación e ideas frescas. No cabezas enrolladas en conflictos endogámicos. La final de la Copa Davis debía ser un gran negocio, una oportunidad para instalar una ciudad en el mapa mundial, un acto político patrocinado, una ocasión para invitar amigos y clientes y allá a lo lejos, bien atrás, un hecho deportivo. La final contra España quedó perdida en medio de esa ensalada de deseos y necesidades.
Puestos ya en Mar del Plata, muchos de los actores de este choque contra España, solamente esperaban el momento de terminar con esta pesadilla. ¿Cómo puede un hecho tan mágico e irrepetible como una definición de local de la Copa Davis se transformó en una batalla de egos y poderes de la que todos querían escapar? No se sabe, pero lo hemos logrado. Los objetivos de los tenistas nunca fueron comunes y es necesario que lo sean. Los flamantes campeones de la Copa Davis estuvieron enemistados y ofendidos con los dirigentes de la Real Federación Española de Tenis, pero no entre ellos. Emilio Sánchez Vicario quedará como uno de los personajes más simpáticos y amables que haya pasado por la Argentina deportiva, pero su modo de conducir y de mediar en los conflictos debe servir de ejemplo.
Los problemas no son los intereses particulares sino cómo se hace para minimizar su impacto. Tuvimos una Copa Davis en la que lo bueno para David Nalbandian no lo era para Juan Martín Del Potro. Nalbandian quería una cancha más rápida y Del Potro una de cemento. Del Potro iba a llegar el sábado a la noche y arribó el lunes al mediodía. Cuando José Acasuso peleaba contra Fernando Verdasco y sus propios nervios para que la Argentina siga en la final, entre Nalbandian y Del Potro había cuatro personas de separación. Dos grados menos, según el jueguito que circula por internet, que podría haber entre el lector de este post y Barack Obama.
Por eso todo terminó como vimos. Porque nunca una derrota puede ser simplemente eso. La previa contribuye bastante a que eso no pudiera ser así. La Argentina en tenis tiene prestigio y respeto a pesar de todo. Desde 2002, cuando volvió al Grupo Mundial, jamás tuvo que ir a un repechaje para mantener la categoría. Consiguió dos finales (2006 y 2008) y tres semifinales (2002, 2003 y 2005). Pero esos resultados a la vista precisan, rápido, un nuevo modo de abordar estos compromisos. Una nueva manera de bajar la intensidad de los enfrentamientos ya que la historia del tenis argentino demuestra con creces que es algo que no se puede evitar.
¿Seguirá David Nalbandian en la Copa Davis? Deportivamente tiene mucho para ofrecer, pero una de las necesidades del equipo futuro es cambiar y para eso precisa que Nalbandian cambie. Su estilo de liderazgo dejó muchas heridas y tampoco es cuestión de mantener el método con un cambio de nombres. ¿Podrá cambiar Nalbandian después de tanto zumbido interno?
La Argentina en la Copa Davis dejó pasar una oportunidad única. Habrá otras, puede ser. Surgirán otras raquetas, quizás. Pero esta final, la de los mil significados y necesidades, fue tan ganada por España como perdida por la Argentina.
El respeto y la humildad, en deuda
Tomás Rivas
“¡Argentina, Argentina!”, empezó a cantar la hinchada española cuando habían pasado menos de 15 minutos del final de la serie. Fue una verdadera lección de respeto, humildad y educación la que brindó, con ese gesto, el grupo de no más de 500 fanáticos visitantes que festejaron el justo resultado de la final.
Acto seguido, los cuatro integrantes del equipo español dieron la vuelta olímpica y recibieron, por fin, el reconocimiento del público local como los merecidos campeones.
Durante esta serie, lamentablemente no fueron pocas las muestras de escasez de humildad y educación, tanto del público como de algunos jugadores y parte de la prensa. La final de la Davis fue un concierto de faltas de respeto.
Por el lado del público, se podrá recordar, más allá de los exabruptos durante todos los partidos y que, quiérase o no, se repiten en muchos partidos de todas partes del mundo, los insultos hacia Feliciano López durante el dobles. “Verdasco se la come, Del Potro se la da”, se escuchó en más de una oportunidad de bocas instruidas en los más prestigiosos colegios y recibidas en las más reconocidas universidades. La única vez en que una hincha española gritó entre el primero y segundo saque de un jugador argentino, se ganó los insultos de 10.000 personas y el operativo de seguridad amenazó con sacarla del estadio. “Tuvimos miedo, hombre, fue increíble”, me confesó, tras el partido, una madrileña que estaba sentado al lado”
Algunos jugadores argentinos también aportaron lo suyo. David Nalbandian, reconocido por su mala relación con el periodismo, decidió no acudir a la conferencia de prensa del sábado y ese hecho le valió una multa por parte de la ITF. Cada vez que el cordobés tuvo que contestar preguntas, lo hizo en forma displicente y hasta se ofendió el jueves, luego del sorteo, porque un colega estadounidense consultó en su idioma natal. “Estamos en Argentina”, respondió, y prácticamente no contestó a la pregunta.
Ayer, Calleri, evitó dar su opinión ante la consulta sobre la actitud del público.”Me parece que dentro de todo hubo respeto. Yo no noté en ningún momento que lo hayan insultado a Verdasco”, dijo Agustín.
Mientras escribo estas líneas, Feliciano López y Fernando Verdasco se pasean por la carpa de prensa y saludan, gentiles, a los trabajadores argentinos y españoles que habitan el lugar. “Con una Ensaladera en el bolsillo, cualquiera es amable”, dirá algún desprevenido. Este cronista puede dar fe de que durante toda la semana, el trato de los jugadores españoles fue de lo más cordial con todos los que estuvieron a su paso.
La prensa no se quedó atrás. En la bochornosa conferencia de prensa tras el último partido, un periodista le preguntó a Mancini si consideraba “un fracaso” haber perdido la Davis. Ofendido, Luli contestó, con razón, que “hay que ser necio para llamar ‘fracaso’ a un proceso que contó con dos finales y una semifinal. No entiendo cómo se le puede pasar por la cabeza eso a alguien. Es una falta de respeto para todo el equipo”.
Para coronar la semana, la frase “Somos dos o tres los periodistas prestigiosos” por parte de un reconocido comentarista, desmereciendo el trabajo de muchísimos colegas, 50 de ellos presentes en la misma sala, dio la pauta de que cuestiones de ego y humildad que también merecen ser atendidas de parte de algunos integrantes de los medios de comunicación.
Se fue un fin de semana amargo en varios aspectos. Desde lo deportivo, se dejó pasar una gran oportunidad de conseguir, al fin, la tan preciada Ensaladera de Plata. Lo extradeportivo, sin dudas, dejó faltantes bastante más preocupantes.
Sánchez Vicario, el hombre de la serie
Santiago Peluffo
Cuesta analizar e intentar explicar las causas de la derrota en la final de la Copa Davis. La condición de argentino, sin dudas, se presenta como una limitación a la hora de intentar una lectura imparcial de la serie.
De un lado y del otro habrá explicaciones, seguramente. La Argentina no llegó en su mejor momento: tuvo a un Del Potro en el límite físicamente y completó su equipo con dos jugadores de flojo 2008 y peor fin de año como Calleri y Acasuso. Nalbandian era la carta fuerte, pero no pudo hacer pesar su figura en el dobles y, con su desplante en la conferencia de prensa, dejó en evidencia algunos cortocircuitos dentro del equipo.
Pero, más allá de las falencias que pudieron haber existido en el conjunto de Luli Mancini, del otro lado hubo un equipo que estuvo por encima de sus posibilidades y muy a la altura de semejante compromiso. Emilio Sánchez Vicario, el capitán español, fue el hombre de la serie.
Cuando el escenario pintaba complicado para España por la baja de Rafael Nadal, Sánchez Vicario consiguió armar un equipo unido, aceitado en su juego, que con mucha humildad y astucia se sacó presión e hizo hincapié en el favortismo argentino en la serie.
Cuando Fernando Verdasco era quien mejor había rendido durante este año (terminó como top 20 por primera vez), el primer día se inclinó por Feliciano López, un jugador más apto para rendir sobre la superficie sintética que la Argentina armó en el Polideportivo marplatense. Y acertó, pues Feli también fue otro gran protagonista de este fin de semana.
El sábado, con el 1-1 que él mismo había deseado antes de la serie, tuvo en la cancha a la dupla que más y mejor había jugado durante el año en el circuito y en la Davis. Como ex número uno del mundo en la especialidad (en 1989), fue una suerte de tercer jugador: alentando, motivando, marcando las claves de un juego que conoce a la perfección. Y el triunfo del sábado marcó un quiebre.
El otro gran protagonista, Fernando Verdasco, remarcó tras la victoria del dobles su cualidad de “motivador” al borde de la cancha. Humilde como es, Emilio puso el eje en los jugadores ante una consulta de lanacion.com: “Bueno, he hecho lo que he podido, siempre doy el cien por cien. Pero lo importante son los jugadores; sin su dedicación y energía, la historia sería otra”, analizó.
Como anticipó antes de la final, ésta fue su despedida como capitán. “No estaré ante Serbia [en el debut de 2009]. Ya lo había dicho, se ha cerrado un ciclo, y ojalá el que venga tenga tanta suerte como yo”, explicó el madrileño.
A modo de broma, en el cierre de la conferencia, Verdasco describió: “La clave de Emilio es que se nos mete en la cabeza durante el partido y somos dos contra uno.”
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