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miércoles, 11 de junio de 2008

Méndigo

“Méndigo” aprista
César Hildebrandt

Renán Quispe no dice mendigo sino “méndigo”. Ayer lo dijo en RPP, esa voz. Y como vivimos en el país de los modales de raso, el alma de tocuyo y la hipocresía tamaño Huascarán, ninguno de sus contertulios tuvo a bien decirle (de buenas maneras, claro) que no fuera tan bestia, que no exhibiera su condición de iletrado, que no siguiera escupiendo sobre la tumba de Cervantes.

¿Cuesta tanto ser sincero en este país? Claro que cuesta. Basta mirar los blogs que nacieron como una promesa y que hoy están, con muy pocas excepciones, roídos por la misma lepra limeña: la boquita chiquita para decir poquito, no vaya a ser que los chilenos se molesten.

Renán Quispe es, pues, no sólo un pericotero estadístico del régimen. Es también un indigente de la educación, un pordiosero enciclopédico, un lisiado de esquina pidiendo plata cuando lo que debería de pedir es un diccionario a la vena.

“¿Méndigo?” ¿Y este es el jefe del Instituto Nacional de Estadística?

“Méndigo” decía Cantinflas cuando encarnaba el papel de peladito. Y en boca de “Resortes” haciendo de jefe de tribu en lo peor del Distrito Federal también sonaba muy gracioso eso de “méndigo”. Dicen que “méndigo” decía Porfirio Díaz, que mandaba matar sin saber leer ni escribir y que también decía “maiz” y no maíz.

Pero Renán Quispe dice “méndigo” sin atenuantes cinematográficos y lo dice dizque “citando” al pobre naturalista italiano que nunca lo dijo en ese sentido ni de ese modo y que ahora resulta doblemente calumniado por tan encumbrado jumento.

“Como dijo Raimondi, el Perú es un “méndigo” sentado en un banco de oro”, dice Renán Quispe en RPP. Y los colegas no le preguntan por qué es tan esdrújulo. Le siguen preguntando los secretos numéricos del Perú, como si Quispe fuera un mar de sabiduría y ellos los bañistas de la vieja Herradura. Como si Quispe no fuera, en realidad, el ignaro que García debe de tratar como una pantufla (cuando las pantuflas se usan para matar arañas, quiero decir).

No importa lo que digan en las radios que mugen ni interesa lo que en este Yungay-70 que es el Perú cultural de estos días se esgrime siempre como pretexto para perdonar a los enemigos del idioma. Lo único cierto es que quien dice “méndigo” no sólo es un impresentable para todos los efectos civiles y académicos. También es un pobre hombre al que la vida le impidió conocer lo elemental. ¿En qué velatorio yace la autoestima de quien dice “méndigo”?

Quispe, por lo tanto, también podría ser, cómo no, el “especialista” servil que, ante un carajo alanista, puede hacer cóctel de cifras, consomé de desagregados, sangrecita con ecuaciones, algoritmos de mañana te cuento, chupín de Gauss, causa pitagórica, lomo a lo pobre por teléfono, consolidados de pezuña y lo que usted quiera, señor presidente, lo que ordene.

Ahora sí creo que Matuk siempre dijo la verdad. Ahora creo más que nunca en las inteligentes observaciones económicas de González Izquierdo. Ahora sí que no tengo dudas respecto de lo que se comenta en relación a Quispe y al actual INEI: que han hecho con los números de la pobreza lo que García ha querido y lo que los empleaditos del Banco Mundial tuvieron que confirmar por órdenes de sus patrones en Washington.

Que había algo turbio en esta administración lo confirmaba el creciente y ubicuo protagonismo de Hernán Garrido Lecca y sus aires de matón judicial tratando de asustar a quienes podían meterse con sus vacunas y con sus negocios. Pero el “méndigo” de Renán Quispe me confirma que hay algo más que trasiegos financieros y agachadez de prensa. Me confirma que hoy el Apra no sólo renuncia a las viejas ideas y al viejo Haya sino también a todo ese legado cultural que encarnaba Luis Alberto Sánchez y custodiaban algunos coetáneos de García.

Hoy el Apra es culturalmente “méndiga”. Y Quispe es el bruto del ábaco. Y si Sánchez resucitara volvería a decir que el Perú es un país adolescente.

Posdata.- Mirko Lauer, que vive un volcánico romance con una mina de altas cualidades, pertenece, cada día más, al campo semántico del alanismo (del mismo modo que Chile quiere robarnos el campo semántico de la papa). Eso es irreprochable porque es opción legítima. Lo que puede resultar funesto para su hoja de vida es que se preste a decir que el contable Hernán Garrido Lecca es un escritor. Eso ya no es alanismo sino suicida imprudencia. Que los aprovechados editores de Garrido L. alaben a este imitador de Monterroso, se explica. Pero que el legendario co-editor de “Hueso Húmero” se arrime a la farsa suena a fractura de metatarso. Achachau.

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