RESULTADOS Y FALSAS CREENCIAS
Psicólogo Franz Rivera Mansilla
Todo transcurría con normalidad hasta que esa tranquilidad fue interrumpida por una visita inesperada, se trataba de la esposa de un dirigente que nos venía a saludar y desearnos éxito. Visita fugaz que desaprobábamos en silencio, ya que éramos “hombres” y una mujer sabe poco o nada de fútbol. Era el día del partido, estábamos en el camerino, previo al calentamiento.
Pasado unos minutos, asomo su presencia otro personaje que nunca habíamos visto, pero según nos decían, se trataba de un nuevo dirigente; se quedo hasta que salimos al campo; era una situación rara, quizá era un “espía”, “chismoso” o “soplón” de los directivos.
Esa tarde hicimos un mal partido, nada salió bien, parecía que nos había caído una “mala suerte” de súbito, marcando nuestro destino: chocaron varios palos, la pelota no ingresaba a ser gol, el portero del otro equipo era imbatible, nuestros defensas se resbalaban constantemente, una desgracia… perdimos.
Terminado el partido, enojados por el resultado ensayamos algunas explicaciones a tan mala presentación: el arbitraje fue malo, estamos de mala suerte, la cancha mojada, una mujer en el camerino es de mala suerte, el “soplón” es un “salado”… se escuchaban éstos y otros comentarios…
Años después reflexione y me di cuenta que siempre buscábamos justificaciones a un mal momento y cuando no encontrábamos respuestas razonables, nos amparábamos en lo irrazonable, en nuestras falsas creencias.
Cuando GANABAMOS, casi siempre, todo era tranquilidad, alegría y nos sentíamos en un estado de perfecto rendimiento, no obstante que nos hacían ver varios errores, los cuales eran minimizados por la victoria. Cuando EMPATABAMOS, casi siempre, era un estado emocional neutro, ni de satisfacción o alegría; pero igual, pasaban desapercibidos o se minimizaban los errores cometidos.
El día que PERDIAMOS, siempre, primero buscamos los culpables (árbitro, rival, pelota, campo, intruso, mala suerte, etc.) y pocas veces asumíamos nuestra responsabilidad de haber entrenado mal durante la semana o haber tenido un deficiente rendimiento.
Aprendí que debía aprender de la derrota, empate o pérdida; aprendí que debía asumir mis responsabilidad en los resultados obtenidos; aprendí que casi siempre el esfuerzo y la preparación es proporcional al resultado; y finalmente, aprendí a no ver “fantasmas” o tener falsas creencias (SDP).
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