¿Nos ganó la derecha en Hispanoamérica?
FORBES- enero
de 2016
La izquierda, principalmente la
latinoamericana, debe dejar de pastorear a los pobres y de utilizarlos como
botín electoral, y pensar en cómo lograr una distribución efectiva del ingreso,
cómo mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos en general, y sacarse de
encima la impunidad y la corrupción.
Los triunfos de la derecha en
Argentina, España y Venezuela están abriendo un debate entre las izquierdas de
Hispanoamérica. Se habla de un avance de la derecha como si se tratara de una
epidemia que acabará con el mundo, justo como se decía hace un siglo que el
comunismo se iba a apoderar de todo y se acabarían las libertades de la
democracia y el mundo capitalista. En definitiva, la discusión no es ésa.
Antes de continuar, considero
honesto adelantar mi propia postura como alguien que no sólo se considera de
izquierda, sino que militó activamente en partidos políticos de esta filiación.
Ahora sí continuemos… En primer
lugar, el modelo imperante y triunfante es el capitalista; todos los gobiernos
del mundo se mueven, en mayor o menor medida, dentro de él. Segundo, los
conceptos de derecha e izquierda se tornan cada vez más anacrónicos y confusos.
Tercero, buena parte de la izquierda actual se mueve del populismo social
(disfrazado de socialismo) al neoliberalismo moderado (disfrazado de
socialdemocracia). Cuarto, en la crítica se siguen cometiendo dos pecados
capitales del análisis político: a) comparar el deber ser del modelo propio con
la realidad del modelo del otro, y b) juzgar a los dirigentes y sus partidos
por su origen y discurso, y no por las consecuencias morales de sus actos.
Hace una semanas, la ex editora
general del portal de Telesur, Alejandra del Palacio, escribía en su muro de
Facebook que algunos amigos le señalaban con insistencia la falta de un
análisis “del peligro que representaba y las implicaciones de los triunfos de
la derecha en Sudamérica”, pues aún no se alcanzaban a entender o dimensionar
las consecuencias de estos sucesos. Eso fue antes del triunfo de Rajoy en
España. La respuesta de Del Palacio me parece rescatable, por evitar los dos
pecados capitales, y la reproduzco aquí con su autorización.
“Sí, yo creo que falta ese
análisis, pero no para el ciudadano. Los ciudadanos, al final, han hecho y
están haciendo lo más que podían hacer dentro de gobiernos democráticos:
cambiar con sus votos lo que no les gustaba. Ellos no votaron por lo que sí
querían; votaron contra lo que no querían (sobre todo en el caso de Venezuela).
El análisis ese que [dicen que] falta lo que tienen que hacer los partidos de
‘izquierda’ en el poder o que aspiran a llegar ahí, y los que siguen gobernando
pero se tambalean.
“Los primeros que deben estar
conscientes de las consecuencias de que la derecha gane, son los gobiernos y
partidos de izquierda. Esos deben aceptar sus errores y corregirlos. Deben
dejar de lloriquear y echarle la culpa a la TV o al lado oscuro de la fuerza y
recomponer el camino. Hay que aceptar que sí, es verdad: muchas cosas cambiaron
y le dieron a sus ciudadanos conquistas que hace 20 años eran impensables, pero
también deben aceptar y corregir la corrupción que les rodea; aceptar y
corregir sus incapacidades; que reconozcan que ellos representaban el cambio, y
que se presentaron [a sí mismos en las elecciones] con la moral y la ética para
cuestionar, señalar y castigar lo malo, terrible e injustificable que los
anteriores [gobiernos] habían hecho, pero que, al final, ellos, los que tenían
la calidad moral para señalar, en muchos casos hicieron exactamente lo mismo
que antes despreciaban. Ése debería ser el inicio del análisis que falta.”
En efecto, como ya escribí en
otra ocasión, la izquierda venezolana no sólo no resolvió la pobreza del país,
sino que desmanteló la planta productiva, mientras que un grupo de personas en
el poder se han enriquecido a costa del petróleo.
En Argentina, el kirchnerismo
realizó cambios importantes, como fue encarcelar a sus dictadores y algunas
políticas sociales que estabilizaron al país luego de las crisis recurrentes
que había vivido. Incluso, el último default en que incurrieron es
justificable; sin embargo, la rigidez en el control de cambios, el ocultar
cifras económicas y maquillar las que daban a conocer sus vínculos con Menem y
la corrupción que de a poco aflora, llevaron a la gente al hartazgo.
El caso español es un poco más
complejo, dado su sistema electoral. Los votos son proporcionales y no
directos, y eso complica entender por qué la continuidad de una derecha que
sacrificó buena parte de los beneficios sociales (salubridad pública, seguro de
desempleo, derechos laborales, etc.).
Finalmente tendremos que ver cómo
es que ejercen el poder estos gobiernos a los que la gente de sus países
votaron. Cómo resuelven el mayor problema económico-social del mundo: la
desigualdad, si es que están interesados en hacerlo. Cómo se enfrentan a los
problemas ambientales sin frenar su desarrollo industrial.
Mientras, la izquierda está
obligada a replantear sus estrategias y propuestas de políticas públicas, así
como sus formas de gobierno. La izquierda, principalmente la latinoamericana,
debe dejar de pastorear a los pobres y de utilizarlos como botín electoral, y
pensar en cómo lograr una distribución efectiva del ingreso, cómo mejorar las
condiciones de vida de los ciudadanos en general, y sacarse de encima la
impunidad y la corrupción.
David Santa Cruz-Ha colaborado
como periodista en más de 20 medios de comunicación en igual número de países. Hoy
estudia la Maestría en Estudios Internacionales en la UDT, en Argentina.
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