El mal nos fascina... ¿dónde han quedado los
buenos?
El Correo - viernes, 29 de enero
de 2016
Joaquín Guzmán, alias 'El Chapo',
está acusado de mil asesinatos en Sinaloa, el Estado mejicano desde el que
dirigía su imperio de la droga. Aún así, es el criminal más famoso del mundo en
este momento y su figura no sólo ha fascinado a leyendas de Hollywood como Sean
Penn sino que se ha convertido en algo casi hipnótico para millones de personas
en todo el mundo.
El 'Mein kampf', el libro de
Adolf Hitler en el que se asienta el mayor exterminio del siglo pasado, ha
agotado ya una primera edición de 4.000 copias y tiene 15.000 pedidos de
alemanes que quieren leerlo.
Los vídeos del ISIS, una
barbaridad macabra y sanguinolenta, a la altura del horror nazi, son los más
vistos de la red y resultan virales pese a la advertencia de que su contenido
es estremecedor. En los últimos meses, el mal ha vuelto a demostrar que es
interesante, que atrapa nuestra atención mucho más que el bien. Es seductor y
capaz de convertirse en 'trending topic'. Aunque esta atracción por lo oscuro
es una constante en la historia de la humanidad, una de las novedades de esta
década del siglo XXI es que no existen figuras que se contrapongan a estos
héroes de la maldad. ¿Dónde están los buenos?
Nelson Mandela, al que podría
considerarse el último héroe moral, falleció en 2013. El presidente sudafricano
se había convertido en un referente de la reconciliación, un ejemplo de las
políticas de acuerdo como forma de superar una guerra que, en su momento,
habría acabado con Sudáfrica. Tras su desaparición no ha vuelto a surgir una
figura similar, un líder capaz de suscitar un liderazgo moral de amplio
espectro y que pueda ser un referente moral que haga de contrapeso a la
fascinación por el mal. La Madre Teresa de Calcuta, falleció en 1997, con lo
que desapareció otra personaje sin tacha que ofrecía un mensaje global y
transversal de sacrificio y bondad. Es posible preguntarse si tras estas dos
muertes queda algún personaje con el mismo alcance a la hora de ocupar el
centro de las imágenes icónicas del bien. Sin ellas, sólo se visualiza el mal.
Atracción por lo prohibido
En opinión de Guillermo Fouces,
doctor en Psicología y profesor de la Universidad Carlos III, el atractivo del
mal es una constante humana porque su capacidad de fascinarnos se debe a que
los personajes que lo representan «hacen lo que nos gustaría hacer pero no nos
atrevemos». En opinión del experto, detrás de la hipnosis colectiva que es
capaz de generar un personaje como 'El Chapo' aparece algo tan sencillo como la
atracción por lo prohibido. «Básicamente, los seres humanos queremos lo que no
tenemos», explica. «Y en estos ejemplos de malvados se nos muestra una forma de
comportarnos que a veces nos gustaría adoptar pero que no somos capaces de
llevar a cabo y que sabemos que nunca practicaremos porque también la
rechazamos».
En el mismo sentido, el profesor
del área de Filosofía Moral de la Universidad de Jaén, Francisco Garrido, sostiene
que este atractivo del mal es una constante pero alerta de los riesgos que
pueden llegar a causar estas figuras. Para ello recuerda el caso conocido como
el del 'asesino de la katana', en el que el joven José Rabadán, en el año 2000
en Murcia, asesinó a su madre, a su padre y a su hermana, afectada por el
síndrome de Down, con una espada japonesa. «Mientras estuvo en la cárcel
recibió cientos de cartas de admiradores pese al horrendo crimen que había
cometido. Detrás de ese comportamiento se advierte claramente la división que
se produce dentro de todos nosotros. Lo satánico, entendido como lo malvado,
nos atrae porque se opone a los conceptos bondadosos que asociamos por ejemplo,
a las instituciones. Es una forma de compensación».
Para el profesor de Filosofía
Moral Francisco Garrido, la nueva banalidad del mal es ahora estética y propia
de la cultura del espectáculo
Pero para el profesor, hay que
tener en cuenta que en la actualidad hay una nueva banalidad del mal. «Este
término lo acuñó la filosofía Hannah Arendt para referirse a la forma en la que
los nazis llevaron a cabo el exterminio de la población judía. Arendt se
refería a una banalidad burocrática, que era capaz de cosificar a las víctimas
y tratarlas como números en la maquinaria administrativa, pero ahora estamos
ante una banalidad estética», afirma. Como ejemplo de esta frivolización hacia
la maldad, Garrido cita las películas de Tarantino. «Es estremecedor estar en
una sala de cine y ver que todo el mundo se ríe ante unas escenas que rebosan
sangre y violencia. Lo que tenemos delante es algo que también es nuevo, que es
el mal convertido en espectáculo», afirma.
El profesor de psicología
Guillermo Fouces también alerta sobre esta banalización del mal, extendida en
videojuegos que ya se han convertido en un instrumento de creación de cultura
popular superior al cine. «Ese producto se basa en la eliminación de las
consecuencias del mal. El protagonista no puede morir y causar daño no tiene
consecuencias. Un jugador puede comportarse de la forma más horrenda sin que
eso tenga ningún efecto», destaca. A su juicio, a los jóvenes que son adictos a
esta forma de ocio se les deberían explicar dos cuestiones básicas: la empatía
y el contexto. «Es muy importante que la gente sea educada en la capacidad de
ponerse en la piel del otro pero también en entender el entorno y la trama de
la historia que están viviendo. La capacidad, en definitiva, de diferenciar la
ficción de la realidad».
Sin 'héroes científicos'
Desde un punto de vista cultural
más amplio, el problema del contexto es la ausencia de referentes morales que
se enfrentan en un mundo de mensajes protagonizados por fuerzas oscuras. «Se
está produciendo una crisis del héroe por muchos motivos. Uno de ellos es que
hay una tendencia cultural en la que parece que se disfruta ensalzando a una
figura para luego destruirla en la plaza pública. Es una consecuencia de la
sociedad del espectáculo», insiste el filósofo Garrido. Además, el experto cree
que hay un fenómeno muy particular en el que «la admiración se considera una
forma de servilismo y por lo tanto se rechaza. Así es imposible que aparezcan
contrapesos a las imágenes de la maldad». Garrido añade que no se trata sólo de
héroes en el sentido de la bondad sino que también han desaparecido conceptos como
'el héroe científico'. «No han vuelto a surgir figuras como Einstein, Madame
Curie o, en España, Ramón y Cajal. Nuestros valores son ahora otros, mucho más
técnicos, más propios de gestores. En ese contexto es más fácil que aparezca un
'macho alfa' capaz de arrastrar a los sectores sociales que están añorando la
figura del líder», indica Garrido.
Para el psicólogo Guillermo
Fouces, la debilidad por el mal en la cultura actual está también vinculada a
la extensión del terror. Fouces cita a Zygmunt Bauman, filosofo, ensayista y
premio Príncipe de Asturias de Humanidaes, por su obra sobre 'El miedo
líquido'. «Con la cultura capitalista nace un sustrato que nos obliga a estar
siempre alerta. Si no es por el 'efecto 2000' es por las vacas locas, la
amenaza del Antrax o el terrorismo. Nos crea una sensación de incertidumbre en
la que no sabemos qué hacer y por lo tanto somos más manipulables». En opinión
del experto, esta situación se ve favorecida porque «tanto la atracción por el
mal como el miedo son emociones instintivas, primarias, que, en cierta forma,
nos ayudan a sobrevivir»... pero también tienen su cara peligrosa. «Ahora que
vuelve a editarse el 'Mein Kampf' habría que recordar cómo los nazis supieron
manejar estos instintos básicos de forma que pudieron llegar al poder con un
gran éxito social», advierte.
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