10 pasos sencillos para comer más
sano y ligero
EL Comidista - enero de 2016
Hazte un favor a ti mismo, aplica
estas ideas a tu dieta diaria y comerás más sano, más sabroso, más barato y
seguramente también más feliz. No te olvides de ellos en marzo: estos consejos
son para todo el año.
Es posible que seas alguno de los
seres espartanos que no se ha puesto hasta las patas esta Navidad, que no ha
perdido jamás el norte delante de un ternasco y que lleva sus principios
dietéticos a rajatabla del 1 de enero al 31 diciembre. En este caso, te
felicitamos (y te tenemos mucha envidia y un poquito de lástima a la vez). También
puedes ser una bestia parda cuya dieta base sean patatas fritas, lomo rebozado,
pastelitos de La Pantera Rosa y para beber, albóndigas todos los días del año
(en este caso se invierten las proporciones lástima-envidia del caso anterior).
Quiero creer que la mayoría de
los lectores y escritores de este blog estamos más cerca del primero, pero
puntualmente nos posee el segundo, especialmente en las fechas de amor,
concordia, canelones y cordero y cava hasta para desayunar –llamadas Navidades–
que acabamos de pasar. Casi todos nos hemos puesto un poco como la Moñoño en
las fiestas, así que no nos viene mal recordar los principios de una dieta
sana, sostenible y sabrosa. Con la ayuda del equipo de El Comidista –y otros
nutricionistas afines–, hemos creado una lista de sugerencias fáciles de
integrar en tu vida diaria que te colocarán sin darte cuenta fuera del lado
oscuro de la alimentación.
1. Cocina en casa
Juan Revenga tiene claras “las
ventajas de priorizar el consumo de recetas hechas en casa, frente al todo o
casi todo preparado”, algo de lo que dio cuenta en este post sobre la
importancia de cocinar como base de una dieta saludable. Raquel Bernácer,
autora del blog Aliment-arte y afín a la causa del buen comer “en todos sus
frentes” aconseja a los que todavía lo tengan “superar el miedo a la cocina,
por ejemplo empezando con recetas sencillas o platos que no necesiten receta y
puedan adaptarse a los ingredientes que tengamos en la nevera”, como los
salteados que os proponemos un poco más abajo.
Ambos coinciden en la manera de
comer bien simplemente teniendo en cuenta la distribución de los alimentos en
el plato. La mitad debería estar ocupado por verduras, una cuarta parte por
hidratos de carbono saludables e integrales (los de absorción lenta, arroz integral,
legumbres, pasta…) y la otra cuarta parte por proteínas sanas (huevo, pollo,
pescado, o más legumbre –tofu- tempeh). Todo aderezado con un poquito de sal
y/o especias, hierbas y aceite de oliva.
2. Planifica tus compras
Raquel Bernácer reconoce que “es
posible que al principio cueste, pero pensar qué se va a cocinar durante la
semana, hacer la lista de la compra, comprar lo justo y necesario, y cocinar
con antelación todo lo que se pueda, ahorra tiempo y dinero". Juan
Revenga, también cree que sentar bien las bases de una dieta adecuada pasa por
poner el acento en la cesta de la compra. “Ya puedes dar los mejores consejos
de cocina, que si no enfatizas en los cimientos de una correcta planificación
alimentaria no hacemos nada”, aclara.
Leer estos posts en los que habla
sobre lo que nuestras neveras dicen de nosotros y el proceso de la compra
semanal nos puede acercar más a la esencia del consejo del dietista del equipo,
una idea apoyada por Bernácer, que matiza que “si es a productores locales y
producto de temporada, mucho mejor”.
Poniéndonos prácticos, algunos de
los trucos de la autora de Aliment-arte usa para optimizar su compra semanal
pasan por cambiar las bolsas de lechugas –más caras y menos sostenibles– por
“un par de lechugas diferentes (por ejemplo lechuga francesa y hoja de roble)
que compro el fin de semana, lavo y seco bien. Luego las pongo en un contenedor
hermético envueltas en papel de cocina (sin aplastarlas) y las dejo en la parte
baja de la nevera. Cuando quiero ensalada, simplemente cojo unas cuantas hojas,
las rompo con las manos y al plato. Luego ya le pongo lo que tenga a mano:
cherrys, cebolleta, aguacate, atún o lo que se tercie”.
3. Y también tu cocina
Raquel Bernácer dedica un rato de
sus domingos por la tarde a algunos cereales hervidos para la semana, como
arroz o cuscus integrales, trigo, quinoa o pasta. Tenerlos a mano le permite
hacer platos rápidos añadiéndolos a sopas, ensaladas o salteados, su “no
receta” favorita perfecta para iniciar a cualquiera en la cocina.
“Me chiflan porque con tres
sencillos pasos puedes tener cenas rápidas:
1. Pasar por la sartén con un
poco de aceite la proteína (carne, pescado, marisco, tofu, tempeh) y retirar a
medio hacer. Salpimentar ligeramente
2. Añadir las verduras picadas
elegidas, una a una, empezando por cebolla/ajo y afines, y siguiendo gradualmente
de más a menos duras. Añadir una pizquita de sal.
3. Añadir el hidrato de carbono
previamente hervido bien escurrido. Remover bien, probar y ajustar de sal si es
necesario”.
A partir de ahí se puede empezar
a complicar el plato tanto como se quiera: con diferentes especias y hierbas en
pasos intermedios, otros ingredientes como frutos secos, un chorrito de lima,
aceites de semillas o un huevo batido al final. También se puede jugar con las
texturas de las hortalizas, cocinando las verduras hasta que queden bien hechas
y triturando una parte con el agua de hervir la pasta para conseguir una salsa,
con lo que se consigue un plato más jugoso sin necesidad de añadir calorías
extras.
4. Congela (bien)
Aunque hace unos meses ya os
dimos la turra con el buen uso del congelador, no es mal momento para recordar
su importancia dentro de una dieta equilibrada con ahorro de tiempo
incorporado. Bernácer congela la carne o el pescado en porciones para 1 ó 2
personas: “por un lado, se descongela más rápido, y por el otro permite
utilizar cantidades más ajustadas evitando sobras innecesarias”.
También menciona las ventajas de
preparar caldos, sopas y cremas de verduras en cantidad y congelarlos para
optimizar la energía que dedicamos al plato y tener siempre un remanente a
mano. “Hacer una buena cantidad de caldo, crema de verduras o legumbres y
congelar en raciones para 1-2 personas es una buena manera de ahorrar tiempo e
invertir en salud”. Eso sí, en las cremas de verduras congeladas, especialmente
si llevan patata, hay que volver a emulsionar la mezcla, bien con unas varillas
o con un golpe de batidora.
Preparar mayor cantidad de
sofrito base para pastas, arroces o estofados y congelarlos en monodosis
también puede ahorrarnos parte del trabajo, y si –como aconseja nuestro
compañero Carlos Román– lo hacemos “a fuego lento, tapado y con el chorrito de
agua ocasional para crear vapor y cocinarlas bien”, podemos hacerlos con una
cantidad de aceite menor de lo habitual.
5. Legumbres, legumbres y más
legumbres
Aunque en El Comidista llevamos
dando la turra con las legumbres desde al año de la pana –este mogollón de
recetas donde las preparamos frías, calientes, estofadas y mezcladas con casi
todo son una buena muestra de nuestro flilegumbrismo–, resulta que su año
oficial es el que acaba de empezar, 2016. Porque son una buenísima fuente de
proteína vegetal, porque están buenísimas y porque son muy prácticas, deberían
formar parte habitual de la dieta de cualquiera.
Bernácer nos recuerda que las
legumbres envasadas son siempre una opción rápida y saludable. "Siempre
las tengo en la despensa”. Yo también cuento con una buena provisión, pero
desde que probé las refrigeradas –que suelen estar cocinadas más al dente y
también tienen una caducidad larga– también les guardo un rincón en mi nevera.
Si eres de la vieja escuela, como
más te gustan es guisadas y no quieres renunciar a un buen potaje, Mikel
Iturriaga recomienda sencillamente aligerarlas. “Usa partes del cerdo menos
grasas para darles sabor (jamón en vez de costilla), hierve los embutidos como
el chorizo antes para que eliminen parte de su grasaza o sustituye las patatas
por nabos, zanahorias o chirivías, que tienen menos calorías”. Como ejemplo
lleno de técnicas aplicables a otros platos, estas deliciosas lentejas.
6. Sube la cantidad de verdura en
todos los platos
Siguiendo las recomendaciones de
nuestros dietistas sobre la cantidad de vegetales que deberíamos consumir a
diario, Mikel Iturriaga propone una ecuación tan simple como efectiva. “Si haces
guisos, invierte las proporciones habituales de carne y verdura”, recomienda el
jefe de todo esto. “Si antes el prota era la ternera, el pollo o el cordero,
haz que las verduras de temporada les ganen en cantidad: alcachofas,
zanahorias, boniatos, setas. Prescinde de la harina como espesante: la verdura
triturada servirá. Puedes poner verduras hasta en los bizcochos: una dosis de
calabacín rallado en cualquier pastel aumentará su jugosidad y bajará sus
calorías".
7. Revisa tus métodos de cocción
Nuestro compañero Carlos Román
recomienda “la cocina al vapor, que no es nada grasienta, para aliñar luego los
alimentos con una vinagreta y, de nuevo, especias y otros aromáticos”. Una
técnica que funciona tanto para consumir los alimentos calientes en el momento
como para convertirlos posteriormente en una ensalada –como estos puerros con
vinagreta picante– o mezclados con otros vegetales frescos.
Mikel asegura que “muchos platos
que normalmente salteas o fríes se pueden preparar en el horno reduciendo así
la cantidad de aceite necesario. Por decir tres cosas que no se consideran
ligeras, las albóndigas, las alitas de pollo, o las pechugas de pollo empanadas
salen muy bien en el horno a potencia alta”. Otra cosa que queda razonablemente
bien en el horno son las chips de patata o de boniato, y el estofado permite
aportar sabor y ternura a las carnes más duras, simplemente añadiendo caldos
sabrosos y verduras.
Otro consejo “un pelín off topic
pero que va de maravilla” de nuestro compañero Carlos es comprarse una buena
sartén antiadherente. "Así puedes comer huevos a la plancha, de sabor muy
parecido al del huevo frito, sin tener que meterle el chorrazo de aceite”. Un
par de tomates también planchados, acompañados de unas judías, te darán un
almuerzo británico completo antes de que tengas tiempo de decir “mother of
God”.
8. Sácale partido a tu microondas
Daniel Giménez,
dietista-nutricionista al frente del blog de nutrición deportiva Nutrisfera,
nos cuenta las ventajas de un electrodoméstico claramente desprovechado en la
mayoría de los hogares. “Los métodos de cocción más tradicionales calientan el
alimento por transferencia de energía térmica desde la superficie al interior
del alimento, por lo que se calientan mucho más despacio”, cuenta Daniel.
La cocción por microondas es casi
instantánea (las ondas calientan principalmente el agua del alimento) y entre
10 y 20 veces más rápida. “Así, los nutrientes sensibles al tiempo de cocción
no se destruyen con tanta facilidad, y se evita la migración de nutrientes al
agua de cocción que sucede al hervir ciertos alimentos”. Quizás la principal
desventaja de cocinar/calentar alimentos en microondas es que calentamiento no
se produce de forma homogénea y es difícil cocinar grandes piezas, lo que se
soluciona fácilmente troceando los alimentos.
Una de las recetas favoritas de
Daniel es el pisto, que suele preparar para toda la semana. “Las verduras se
cocinan en muy poco tiempo (7-9 minutos dependiendo del corte de las verduras y
la potencia del horno)”. También permite recuperar sabores netos “como el del
puré de calabacín con aceite de oliva virgen extra y sal o la crema de puerros,
además de platos completos como pollo con verduras y manzana o atún con
verduras y aceitunas negras”.
9. Busca el sabor lejos de la
grasa
Aunque el director de este blog
me ha acusado alguna vez de ponerle lima, chile y cilantro hasta al Colacao
–muy acertadamente, seguramente si lo tomara lo haría– es él el que propone
utilizar potenciadores naturales del sabor para reducir la necesidad de aceite
en los platos que los haga sabrosos. “El zumo de limón, la ralladura o el
vinagre ayudan a subir el nivel de cualquier guiso, potaje, sopa o asado. Si
vas a usar queso, tira de los más potentes: tendrás que utilizar menos cantidad
para dar sabor”, nos chiva Mikel. “Y si vas a alegrar cualquier ensalada o
plato con frutos secos, pícalos bien: su sabor se repartirá mejor en el plato y
necesitarás menos cantidad”.
Especias –solas o mezcladas–,
picantes, hierbas frescas o secas, raíces como el jengibre y semillas pueden
ser nuestros mejores aliados cuando se trata de añadirle sabor a un plato sin
aumentar sus calorías. Una muestra de un plato sabroso en todas sus versiones
con muy pocas calorías es el ceviche, del que hemos preparado múltiples
versiones en la historia de El Comidista.
10. Disfruta la fruta
En la línea ligera que nos ocupa,
Mikel Iturriaga recomienda que “en vez de zamparte un postre rebosante de
azúcar añadido, usa la fruta como edulcorante natural. Mangos, piñas, caquis o
peras muy maduras y trituradas pueden alegrarte el yogur de postre o el batido
de la mañana”. Su sabor y textura te resultarán casi como los de la mermelada,
te ahorrarás un montón de calorías y azúcar refinados y no perderás ni un ápice
de gustirrinín.
Añadidas a los purés y sopas
–tanto calientes como fríos, y tanto cocidas como crudas–, les aportan un sabor
y textura inmejorables: si necesitáis una excusa para probarlo, ahí van una
sopa de remolacha con manzana, y otro puré que las mezcla con trompetas de la
muerte y gorgonzola.
En ensalada, como snack para
después de hacer deporte o simplemente picar entre horas (hay algo más cómodo
para llevar encima y consumir que un plátano o unas amndarinas), con legumbres
–la combinación de pera y lentejas es para ponerle un piso– y con un poco de
miel en las tostadas del desayuno. La fruta es tu amiga, y si aún no lo sabes
estás perdiendo tiempo, dinero y salud.
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