China y el petróleo pueden dar
señales equívocas
The wall
street journal -jueves, 14 de enero de 2016
Los precios inmobiliarios nunca
bajan a nivel nacional en Estados Unidos. Los países de la zona euro no caen en
cesaciones de pagos. Arabia Saudita no permitirá el colapso del precio del
petróleo. La demanda china de materias primas es infinita.
Estos son algunos de los
supuestos más preciados de los inversionistas y los gobiernos durante la última
década que justificaron billones de dólares de inversión y deuda. La crisis de
las hipotecas en EE.UU. y la de la deuda de la zona euro demuestran las
consecuencias devastadoras que ocurren cuando tales premisas resultan
equivocadas.
Algo similar puede estar
ocurriendo ahora. La pronunciada desaceleración del sector industrial chino y
de los precios del petróleo han tomado por sorpresa a inversionistas, empresas
y autoridades. Eso no quiere decir que se avecine una crisis o una recesión, pero
podría significar que la economía y los mercados estadounidenses se verán más
afectados que lo que permitiría suponer dada la importancia relativa de China o
del petróleo.
Las exportaciones a China
constituyen menos de 1% del Producto Interno Bruto anual de EE.UU., que es un
importador neto de petróleo, por lo que un descenso de los precios del crudo
debería ser positivo.
Algunos economistas estiman que
EE.UU. apenas se expandió 0,5% en el cuarto trimestre de 2015. El sector
manufacturero podría estar en recesión: durante dos meses, el índice de
gerentes de compras que elabora el Instituto de Gestión de Suministros ha
estado por debajo de 50, lo que indica una contracción.
Al cierre del miércoles, el
mercado de valores de EE.UU. acumulaba una caída de más de 10% desde su máximo,
mientras que el Promedio de Transporte Dow Jones y el índice Russell 2000, que
sigue el desempeño de pequeñas empresas, retrocedieron 27% y 22%, respectivamente.
Hay que echarle la culpa al
drástico cambio de ánimo del mercado.
China es el mayor consumidor
mundial de numerosas materias primas: hasta octubre de 2015 representó
alrededor de la mitad del consumo mundial de aluminio, cobre, níquel y zinc, de
acuerdo con BCA Research, una firma de asesoría de inversión. En 2012, el Fondo
Monetario Internacional pronosticó que entre 2015 y 2017 China crecería un
promedio de 8,6% al año. Esta clase de predicciones llevó a muchos proveedores
a invertir en capacidad adicional, suponiendo que el apetito de China crecería
indefinidamente.
No se dieron cuenta de que los
propios líderes chinos habían llegado a la conclusión de que ese crecimiento,
impulsado por un endeudamiento excesivo, era insostenible. El año pasado, China
se expandió cerca de 7% y la meta informal del gobierno para este año es de
6,5%, algo que muchos economistas privados consideran excesivo. Los sectores
que más consumen commodities —industria pesada y construcción— han liderado la
desaceleración.
“El gasto en desarrollo de
recursos se basó en una extrapolación lineal de la demanda china, que como
acaba de verse fue demasiado optimista”, dice Jason Thomas, director de
investigación de Carlyle Group, una firma de private equity.
EE.UU. no vende muchas materias
primas directamente a China, pero comercia con países que sí lo hacen. El
crecimiento de estos países se desplomó de la mano de los precios de los
commodities, generando una fuga de capitales y fortaleciendo el dólar a
expensas de las monedas locales. Esto complica a las exportaciones
estadounidenses.
El cambio de parecer respecto del
petróleo ha sido más drástico. Entre 2011 y principios de 2014 el barril Brent,
la referencia global, se ubicó casi siempre por encima de US$100 el barril. “Uno
tenía la ilusión de que era sostenible porque la volatilidad era muy baja”,
dice Paul Cheng, analista de Barclays. “A principios de 2014, el supuesto
general de la industria era que no podía caer por debajo de US$90 porque Arabia
Saudita lo impediría”.
Esto dio lugar a un auge de
proyectos desarrollados sobre la premisa de un barril a entre US$80 y US$100, y
en préstamos y emisiones de bonos que valoraban las reservas de las empresas
sobre la misma base. Thomas, el analista de Carlyle Group, estima que entre
2009 y 2014 la energía representó dos tercios del aumento de la capacidad
industrial de EE.UU.
A finales de 2014, sin embargo,
Arabia Saudita dejó de sostener ese precio y aumentó su producción con el fin
de recuperar la cuota de mercado que le había arrebatado EE.UU. La producción
estadounidense de esquisto ha declinado lentamente, pero la inversión se
derrumbó.
Aunque la producción automotriz
de EE.UU. creció el año pasado para responder a la demanda de los consumidores
de camionetas que gastan mucho combustible, Thomas observa que ese aumento fue
más que compensado por una caída en los pedidos de piezas mecanizadas,
herramientas de precisión, motores, transmisiones, bombas y otros bienes
intermedios de la cadena de producción mundial de commodities. Muchas empresas
del segmento inicial de la cadena no se dieron cuenta de lo expuestas que
estaban al derrumbe de los precios.
La ola de ventas se propagó al
sistema financiero. Los rendimientos de los bonos de empresas de energía se han
disparado y los bancos más pequeños han anunciado importantes provisiones
contra sus préstamos a las firmas de energía. El estrés se ha extendido a otros
prestatarios: los rendimientos de los bonos emitidos por empresas no
energéticas crecieron de 5,3% a mediados de 2014 a 7,7% hoy.
“Los shocks del mercado de
crédito del tipo provocado por el colapso de los precios de las materias primas
pueden ser muy perjudiciales para las condiciones económicas en general”,
advierte Thomas.
¿Hasta dónde pueden llegar las
consecuencias?
Debido a que la producción
laboral es mayor en la industria manufacturera y en la minería que en los
servicios, el retroceso en esos sectores afecta al PIB estadounidense más que
al nivel de empleo. De hecho, el crecimiento del empleo y la demanda de servicios
siguen siendo boyantes.
El crecimiento de China parece
haberse estabilizado. Sin un contagio mayor, es probable que EE.UU. se salve de
una recesión. De todos modos, es probable que este año nos enseñe otra lección
acerca de los riesgos de tomar una tendencia por sentado.
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