Cómo inculcarle valores a tus hijos
BBMundo - enero de
2016
En un mundo violento, lleno de
delincuencia e injusticias, donde los valores morales están en crisis, ¿cómo
podemos enseñarles a nuestros hijos lo que está bien y lo que está mal?
Los más pequeños
Cabe recordar que más o menos
durante los primeros seis años de vida, los padres funcionamos como reguladores
externos de la conducta de los niños. Esto quiere decir que aunque ellos poco a
poco empiezan a ejercer su libertad y su voluntad, somos nosotros quienes les
vamos diciendo cuándo sí y cuándo no a lo que quieren o deben hacer, pues no
tienen la capacidad para decidirlo por sí solos.
De hecho, la moralidad
propiamente dicha empieza a formarse entre los cuatro y cinco años de edad, y
depende en gran medida de la predecibilidad de los padres. Si las reglas son
claras, los niños saben a qué atenerse, las respetan y las vuelven “legales” de
modo interno. Por ello, de la eficacia con que ejerzamos la autoridad sobre
nuestros hijos dependerá no sólo buena parte de su salud psicológica y su
desenvolvimiento social, sino también su personalidad, sus hábitos y creencias
que servirán de plataforma para su desarrollo psíquico, moral y social. ¡Vaya
tarea!
Es importante recordar que en
esta etapa ellos no entienden de razones por más que nosotros se las repitamos.
Fundamentalmente actúan por impulsos y por lo tanto no hay que darles mayores
explicaciones sobre sus actos, más bien hay que ser prácticos y concisos y
acompañarlos con paciencia las veces que tengan que volver sobre sus pasos
antes de lograr regular sus conductas.
De 6 a 12 años
Desde los cuatro o cinco años
empieza una incorporación progresiva de los referentes externos en el interior
del niño, de manera que si ha tenido una experiencia clara de la autoridad y
los límites, para los seis ya podrá empezar a modularse solo, internalizar
ciertas reglas y hacer empatía con los otros. En esta etapa todavía no pueden
hacer generalizaciones pero comienzan a entender que las reglas son acuerdos
que sirven para fines específicos, por ejemplo, participar en algunos juegos.
Hay una mayor inquietud sobre la
razón de ser de los comportamientos que se esperan de ellos y necesitan
explicaciones más cuidadosas y pensadas. Comienzan a responder sobre sus actos,
crece notablemente su capacidad de ponerse en el lugar del otro, hay una mayor
capacidad de negociación y surgen sus primeras nociones de lo que es la
justicia.
A partir de los 12 años,
aproximadamente, con la progresiva maduración física, sexual e intelectual de
los adolescentes, surgen inquietudes sobre el porqué de las cosas, sentimientos
como la compasión o el altruismo y la capacidad de considerar situaciones
concretas en la aplicación de las normas.
El llamado a la ética
Más allá de lo que podemos
esperar de los niños en relación con el desarrollo de sus habilidades morales
de acuerdo a su edad, vale la pena preguntarse ¿por qué como padres es tan
importante involucrar la ética de forma consciente y comprometida?
Libertad y autonomíaEn la medida
en que los seres humanos tenemos siempre un gran margen para elegir qué hacer
ante cada situación; en esa medida somos morales y, por lo tanto, necesitamos
entender y encontrar un sentido a nuestras acciones.Como padres, debemos
transmitir a nuestros hijos la necesidad de ir encontrando ese sentido e ir
formando el criterio que habrá de darles más valor a unas posibilidades que a
otras en forma autónoma, es decir, sin delegarle la decisión a alguien externo
como la escuela, la religión o la ley (o no únicamente), sino desde la propia
reflexión y crítica.
El bien comúnEsa capacidad de
tomar conciencia del otro y ponerse en su lugar es la empatía, el altruismo, la
disposición a dejar de actuar pensando sólo en uno mismo. Es nuestra
responsabilidad enseñarles a nuestros hijos el respeto, la tolerancia a la
diferencia, la no discriminación y la posibilidad de armonizar nuestro bien con
el de los otros.
La razónApelar a la ética es
también apelar a la razón, a la posibilidad de resolver los conflictos
personales e interpersonales por la vía racional, con el lenguaje, la
comunicación y la negociación. Como padres, esto se traduce en ayudar a
nuestros hijos a expresarse, a ponerle nombre a lo que sienten e identificar
los momentos de enojo y la necesidad de salir de ellos antes de poder hablar.
La posibilidad para el diálogo debe estar siempre abierta y siempre ser
conscientes de las consecuencias.
Los valoresLa ética sirve para no
caer en la indiferencia, en el “todo se vale” y lograr diferenciar lo que vale
y lo que está bien como base del sentido que le damos a nuestra vida. Aquí hay
un gran espacio para la libertad pero también hay dos límites importantes que
son: no hacerse daño y no dañar a los demás. Más allá de nuestras creencias, es
muy importante que como padres manifestemos un rechazo radical a la violencia y
la dominación, y ofrezcamos a los niños vías positivas (como el arte, el
deporte o el juego) para manifestar sus enojos, frustraciones, su agresividad,
fuerza y deseos de éxito.
Arte de vivirEsto también es
parte de lo que nos toca dejar salir de nuestros hijos. Nada lo obstruye más
que las “etiquetas” y los mensajes de negación a sus capacidades y sus
inquietudes.No se trata de poner en la mano de nuestros hijos una receta para
saber lo que está bien, sino de enseñarlos a pensar por sí mismos, a
cuestionarse y a ejercer su autonomía y decidir sobre su vida de manera
constructiva.
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