Fallece a los 89 años María
Teresa de Filippis, la primera mujer de la historia de la F1
El Confidencial - sábado, 9 de
enero de 2016
Si la leyenda es cierta, María
Teresa de Filippis no pudo participar en el Gran Premio de Francia de 1958
cuando el director sentenció la prohibición con aquel famoso "el único
casco que una mujer debería llevar es el de la peluquería" Aquel pobre
hombre no sabía de quién estaba hablando. Ese mismo año, aquella pequeña mujer
se metía en las calles de Montecarlo para tomar parte en el Gran Premio de
Mónaco con un Maserati 250, cuando los Fórmula 1 eran auténticos 'morlacos'.
Aquel cuerpo diminuto de mujer
era capaz de romper cualquier molde, hasta incluso plantarse ante el mismísimo
Enzo Ferrari para decirle a la cara que no quería competir con sus coches.
"En aquellos días, cuando decía una cosa todo el mundo saltaba. Aquello no
era para mí". Este sábado, a los 89 años de edad, la primera piloto de la
historia de la Fórmula 1 ha fallecido, dejando huérfano al deporte en el que se
convirtió en leyenda.
"¿Caballos? Sí, los de dentro del
coche..."
Solo una mujer con semejante
temperamento podía aventurarse en la Fórmula 1 en la década de los cincuenta.
María de Filippis albergaba un espíritu indómito y orgulloso que la llevó a
conducir por el desafío que le plantearon sus dos hermanos, quienes se
atrevieron a apostar con ella que no sabría nunca llevar un coche. Ignoraban
hasta qué punto se iban a equivocar. Habían despertado a la fiera que aquella
jovencita llevaba dentro.
Por sus orígenes y posición
social, María Teresa de Filippis pudo haber seguido un camino tradicional. Su
padre, el Conde de Filippis, gestionaba un gran imperio empresarial y
patrimonial. Con una educación esmerada y todas las posibilidades para elegir,
decidió sin embargo alejarse del mundo de la hípica que había practicado y su
padre le había inculcado. Fue atrapada por la velocidad.
Consciente de que su hija María
Teresa era una fuerza indomable, el conde no pudo negarle un Fiat 500 con el
que empezó a competir. "Si no puedes con tu enemigo, únete él", debió
pensar su padre, hombre de mundo y buen conocedor de la naturaleza humana. Con
su ayuda económica y moral, María Teresa siguió hacia adelante. En 1954, con 22
años, ganó su primera carrera con el aquel 'botijillo'. Le seguirían más,
siempre a bordo de turismos.
Fangio, un padre y un caballero
"Puede ser hasta
apasionadamente intolerante cuando alguien se pone en su camino o insulta su
inteligencia", decía de ella su marido en una entrevista para la revista
británica 'Motorsport'. Ella misma se organizó su propia carrera. Educada en un
entorno de élite económica y social, "nadie decía a un De Filippis qué
hacer", y con este orgullo de sangre azul le plantó al mismísimo Enzo
Ferrari. Para competir se fue a Maseratti, comprando sus propios coches.
"Con ellos era más fácil hablar y, lo más importante, podía llevar mi
propio coche al equipo".
En 1958, María Teresa de Filippis
finalmente se encontró junto a "mis héroes", Fangio, Ascari y
compañía. "Con los más grandes nunca tuve problemas, solo con los pequeños
a los que no les gustaba que les ganara". Especial fue la relación con
Juan Manuel Fangio: "Fue como un padre para mí, me decía que tuviera
cuidado y no corriera tanto". Escuchándola, el Chueco volvió a demostrar
con ella aquella enorme grandeza humana que le hizo famoso. "Le admiraba
como persona y como piloto, porque era un hombre sencillo que trabajó muy duro
para conseguir el éxito que disfrutaba. Era un caballero".
Décima en Spa
Debutó en Mónaco, en 1954, pero
no pudo clasificarse. En su libro 'La Signorina F1' relató aquella experiencia.
"Tenía coraje, quizás demasiado, no estaba asustada por la velocidad, y no
siempre aquello era bueno". La 'Pilotino', como luego sería conocida,
sabía pisar "a tabla", pero en las curvas de Mónaco el esfuerzo
físico llegó a ser descomunal, "al límite de mi resistencia física". No
fue un trauma. En otros circuitos, se clasificó sin problemas.
Aquel año participó en tres
Grandes Premios y logró un décimo puesto en Spa, aunque no pudo terminar por
problemas mecánicos las dos carreras restantes, en Portugal y en Monza, donde
había llegado a rodar en quinta posición. Automovilísticamente hablando, si en
aquella época los hombres eran de Marte y las mujeres de Venus, María Teresa de
Filippis se convirtió en una marciana. Tenía el respeto de todos.
En 1959 se unió a Jean Behra, que
había construido para ella un coche con motor Porsche. En Mónaco tampoco pudo
clasificarse, ni pilotos como Hans Hermmans o Wolfgan Von Trips con el mismo
coche. Pero antes de la carrera de Avus, en Berlín, Behra abandonó el equipo
Ferrari con el que competía en malos términos. Para aquella ocasión De Filippis
cedió su coche al piloto francés, ya que él lo había construido. Behra murió en
un accidente.
"Demasiados amigos habían
muerto"
"Demasiados amigos había
muerto en poco tiempo", recordaría después. "Hubo una sucesión de
ellos, Luigi Musso (con quien la habían relacionado sentimentalmente), Peter
Collins, Alfonso de Portago, Mike Hawthorn…". Pero la muerte de Behra la
afecto particularmente: "Para mí fue la más trágica, porque fue en una
carrera en la que yo debería haber tomado parte… No volví a los circuitos nunca
más". La 'Signorina F1' decidió retirarse. Al año siguiente se casó y
nació su primera hija.
Hasta 1978 no tuvo contacto con
la competición, cuando se unió al Club International des Anciens Pilotes de
Gran Prix. Nadie como ella merecía formar parte del mismo: fue la primera mujer
en pilotar en un Gran Premio de Fórmula 1. "Si pudiera empezar otra vez,
haría exactamente lo mismo", recordaba recientemente la baronesa di
Filippis, en una época donde los pilotos, según ella mismo reconocía,
"tenían un coraje de leones".
"María Teresa es una mujer
muy determinada, sin temor a nada, y nadie puede decirle qué hacer y no
hacer", decía de ella su marido. Hoy, tras 89 años de apasionante vida,
ligada en buena parte de ella al mundo del motor, la primera piloto que se
subió en un Fórmula 1 ha fallecido. Siempre fue una pionera y se encargó de
abrirle las puertas a las otras cuatro mujeres que, a día de hoy, han corrido a
bordo de un monoplaza.
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