Se
acerca el ‘tsunami’ tecnológico
FORBES -25 enero de 2016
En una de sus obras emblemáticas,
titulada Revolución en el tiempo, David Landes aseguraba a principios de los
ochenta que el reloj no sólo era un medio para seguir la marcha de las horas
sino para sincronizar las acciones humanas, por lo que –a su parecer– fue el
invento vital de la industria moderna, cuya importancia rebasó incluso a la
máquina de vapor y al ferrocarril.
Este historiador económico,
nacido en Estados Unidos, también afirma que existen por lo menos tres
acepciones o modos de uso del término “revolución industrial”:
El que hace referencia al
conjunto de innovaciones tecnológicas que sustituyen la habilidad humana por
maquinaria, así como la fuerza animal por energía.
Aquel que se utiliza para
remarcar un cambio tecnológico rápido e importante en algún periodo histórico
determinado o como secuencia de innovaciones específicas.
El que se refiere, en particular,
al cambio iniciado en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, en que se pasa de
una producción agraria y artesanal a otra mecanizada o industrial.
La definición exacta del término
“revolución industrial” aún es materia de discusiones porque son incontables
los inventos que han impactado fehacientemente en nuestra forma de vida, pero
al menos existe el consenso de que la fuerza hidráulica, la aparición del telar
mecánico y la invención de la máquina de vapor significaron una mudanza radical
en la manera de trabajar, y repercutieron en el plano económico, social y
político de aquel siglo, posicionando al capitalismo como sistema económico y
convirtiendo al dinero en motor fundamental de la economía, además de que la
burguesía y la clase obrera se erigieron como los sectores sociales de mayor
injerencia.
La Segunda Revolución Industrial
se produjo aproximadamente entre 1870 y el comienzo de la Primera Guerra
Mundial, cuando las innovaciones tecnológicas siguieron ocupando una posición
neurálgica junto con los cambios organizacionales ocurridos en las empresas y
mercados. Aquí las invenciones técnicas estuvieron concentradas esencialmente
en nuevas fuentes de energía como el gas, la electricidad y el petróleo.
Asimismo, comenzaron a utilizarse
nuevos materiales y sistemas de transporte (como el avión y el automóvil) o de
comunicación (el teléfono y la radio), procesos que se produjeron en el marco
de la denominada “primera globalización”, que supuso una creciente
internacionalización de la economía y un mayor alcance geográfico.
La Segunda Revolución Industrial
se distinguió igualmente por la electrificación de las fábricas, dando lugar a
la producción masiva de bienes manufacturados y teniendo al automóvil como al
máximo exponente de esta nueva era; de hecho, la energía eléctrica convergió
con el motor de combustión interna, la que para ciertos procesos era propulsada
por combustibles fósiles derivados principalmente del llamado oro negro.
Por su parte, la conjunción de la
tecnología de comunicación de internet y las energías renovables, a mediados de
la centuria pasada, marcaron el punto de partida de la Tercera Revolución
Industrial, aunque con los avances registrados en lo que llevamos de este siglo
hay quienes igualmente la han definido como Revolución Científico-Técnica o Revolución
de la Inteligencia.
Esta última metamorfosis comenzó
hace unos 30 años con la microelectrónica, el auge de internet, mayor énfasis
en la investigación y el desarrollo (I+D), el uso de energías 100% renovables,
el big data, la tecnología smart grid o red para la distribución inteligente de
energía eléctrica, el transporte basado en vehículos eléctricos y la
biotecnología, sumado al rápido desarrollo de las industrias informática y de
telecomunicaciones.
Oscuro panorama
Hay quienes aseguran que la
Cuarta Revolución Industrial ya está en marcha, mientras que otros sostienen
que aún es demasiado pronto para decir que ya comenzó, aunque ambas posturas
coinciden en que el panorama estará caracterizado por el irrefrenable uso de
tecnologías como el big data, la nube, el internet de las cosas (IoT) y el
internet de todo (IoE).
Especialistas de la talla de Hans
Vestberg, jefe de Presidencia de Ericsson, consideran que el IoT alcanzará su
plenitud hacia el año 2020, y sólo hasta entonces, “cuando al menos 50,000
millones de aparatos estén conectados entre sí, habremos llegado a una Cuarta
Revolución Industrial”, la que también estará definida por un evidente cambio a
nivel de logística y de la cadena de suministros debido a la creciente
robotización de los almacenes y a la entrega de productos mediante el uso de
drones, y qué decir de la digitalización y la impresión en 3D, tecnologías que
impactarán específicamente en los procesos productivos y los mercados
laborales.
En cuanto a esta última cuestión
en específico, se estima que al menos cinco millones de empleos se perderán en
tan sólo cuatro años dentro de las más importantes economías del mundo, según
se anticipó el primer día de actividades del Foro Económico Mundial celebrado
del 20 al 23 de enero en Davos, Suiza, cuya agenda fue completada con temas
sobre la seguridad en internet, las nuevas tecnologías adaptadas a la salud, el
medio ambiente y las energías alternativas.
El impacto en el mercado laboral
y el descontrol para la habilitación del capital humano que será desplazado por
la tecnología, el aumento de la desigualdad, la baja o nula planificación de
los cambios sociales y todo lo relativo a la seguridad fueron algunos de los
tópicos que se debatieron durante la edición 2016 de este encuentro, que
oportunamente se tituló Gestionar la Cuarta Revolución Industrial, misma que
fue definida por algunos de los participantes como “una especie de tsunami de
avances tecnológicos” que transformará todos los sectores industriales a razón
de un mundo cada vez más digitalizado.
La Cuarta… ¿y luego reversa?
Hacer un recuento de lo que han
significado las tres primeras revoluciones industriales es también un buen
pretexto para resaltar un punto de coincidencia: en cada una cambiaron las
fuentes de energía básicas, el tipo de actividades industriales más dinámicas,
su localización en el territorio y los medios de comunicación disponibles para
desplazar mercancías, personas e información, pero todo indica que la inminente
llegada de la Cuarta Revolución Industrial ubicará al ser humano como el punto
de inflexión dentro de una puesta en escena basada en su esencia moral y ética.
¿A qué nos referimos con ello? En
una especie de “probadita” de la 46 edición del Foro Económico Mundial, los
propios organizadores señalaron que la interconexión creciente de la economía
global traerá consecuencias incontrolables, pues ni los gobiernos ni la
sociedad civil serán capaces de resolver los grandes desarreglos económicos de
este “auténtico maremoto”, tal y como lo calificó Klaus Schweb, presidente y
fundador del evento.
Lo cierto es que el mundo en
general espera que encuentros como éste sean una plataforma para el intercambio
de experiencias y el desarrollo de propuestas oportunas ante problemáticas
específicas, pero todo indica que el Foro no es más que un simple balance o
listado de errores cíclicos donde la palabrería y la socialité se toman unas
“merecidas” vacaciones en la nieve, ¿o acaso no se ha hablado ya hasta el
cansancio de la desigualdad y las brechas digitales, del armamentismo, de la
guerra fallida contra el narcotráfico, de la seguridad alimentaria, del medio
ambiente, del empleo y la realidad del capital humano, del comercio
internacional, de la paridad de género y la inclusión social, del futuro del
sistema financiero y de la salud globales?
Es evidente que para darle un
toque más “in”, en esta edición del Foro dichas problemáticas fueron orientadas
hacia el tema tecnológico, incluyendo sus impactos en lo económico, político y
social, pero sobre todo para presagiar lo que nos espera con respecto a la
inminente llegada de la Cuarta Revolución Industrial.
Como ya se dijo, los avances
tecnológicos y su impacto han determinado el comienzo y el fin de cada una de
las revoluciones industriales que conocemos, y ya sea con o sin consenso, las
tres han sido asociadas al término “progreso”, mientras que la que ya se asoma
en el horizonte viene aderezada con varios ingredientes como el miedo, la
preocupación, la incertidumbre y, por qué no, la indiferencia.
¿Estaremos a punto de presenciar
el nacimiento de una nueva generación de “pecadores digitales”? Justo de este
tema, si ustedes me lo permiten, hablaremos en la siguiente entrega.
Fausto Escobar S. es Director
General de Habeas Data México y HD Latinoamérica.
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