Reseñando a García
César Hildebrandt
En su delirante discurso-ensayo-artículo del último domingo (“A la fe de la inmensa mayoría”, publicado esta vez en “Expreso”), el doctor Alan García dice algunas cosas que no deberían pasarse por alto:
1) “Los adversarios son los de siempre: amenazan y bloquean carreteras porque saben que son muy pocos...”
¿O sea que Yehude Simon simula negociar con esos “pocos”? ¿Y no era que los adversarios del Apra fueron SIEMPRE los oligarcas? ¿Y si son tan pocos por qué García ha derogado los decretos de urgencia que concernían a esas flagrantes minorías? García no entiende que con sus palabras desactiva a Yehude Simon, invalida las mesas de diálogo y propone, en el fondo, soluciones dictadas por la fuerza. ¿No entiende o sí lo entiende y se trata de un acto premeditado y de otra profecía sanguinaria?
2) “Esto es parte de un conflicto continental...Ahora vivimos una guerra fría en la que participan gobernantes extranjeros...Recordemos que el Perú es un centro vital para los hechos continentales. Fue necesaria la conquista del Perú para dominar Sudamérica, lo fue Ayacucho y ahora es necesario para el modelo regresivo y dictatorial que quiere dominar al Perú...”
Dejemos de lado la sencillez fronteriza, la sintaxis agujereada y el aguadito ideológico que expresan estas líneas. Vayamos al fondo del asunto. Y el fondo parece ser que García...
a) no puede admitir que ha sido la firmeza de unos grupos nativos la que lo ha derrotado; de allí su irresponsable apelación a la idea de unos gobiernos foráneos metiéndose en Bagua o en Sicuani;
b) al echar mano al recurso del “factor internacional”, García olvida que ese fue el método “nacional-fascista” de las dictaduras de derecha a las que el Apra, hoy architraicionada, se enfrentó en el pasado; olvida también que Haya de
c) al señalar la batalla de Ayacucho como un episodio de “la conquista del Perú para dominar Sudamérica”, García intenta ensuciar la figura de Simón Bolívar, negar la historia y rehacer chauvinistamente la memoria colectiva de los peruanos; ¿tendremos que recordar que en Junín y Ayacucho el Perú fue “conquistado” para la libertad y que la independencia se la debemos a esa alianza de venezolanos, colombianos, chilenos y peruanos no monárquicos? Un García particularmente iletrado es el que asoma en ese párrafo. Pero, también, un García de psiquiátricas connotaciones. Porque si hay un complot de “gobernantes extranjeros”, ¿qué hace Torre Tagle que no convoca a una reunión de emergencia de
3) “Son una minoría. ¿Cuántos movilizan en todo el país y en todas sus marchas? Un máximo de 50,000 personas...”
García cuantifica desde la arbitrariedad y el mero gusto. ¿Qué clase de mediciones utiliza para hablar de “un máximo de 50,000 personas”? Ninguna encuesta lo respalda. Y si creyéramos en las encuestas y situáramos su popularidad en el 21 por ciento doloroso y actual, podríamos decir, con la misma soberana gana presidencial, que “ocho millones de peruanos repudian al jefe de Estado”. Además, García olvida que fueron 61,000 votos –esos sí contados uno por uno- los que le permitieron llegar a la segunda vuelta tras desplazar a Lourdes Flores. De modo que, así fueran 50,000 los que resisten la embestida conservadora de García no podríamos decir que esa cifra es desdeñable.
4) “¿Cuál es su meta? Crear un “levantamiento general de los pueblos” aprovechando la crisis mundial...¿Cuál es su estrategia? Acumular fuerzas en la primera mitad del gobierno y en la segunda precipitar la caída del sistema, elegir una Constituyente. Establecer la reelección, proceder a la estatización...”
García está viendo diablos azules psicodélicos. Con su paranoico “diagnóstico” social, unifica en un solo campo a los huambisas de Condorcanqui, a los regantes de algunas zonas de Puno, a los comuneros del Cuzco, a los pequeños ganaderos de camélidos de Huancavelica, a los dirigentes sindicales de
5) “Su táctica es la captura de los instrumentos de decisión y comunicación...por eso (...) se multiplican en los blogs, azuzan a los comunicadores, se adueñan con violencia de la noticia, etc...”
Esto, que por sus harapos formales y de contenido podría haber suscrito cualquier Chichi, lo escribe un presidente de
6) “¿Qué falta a esta inmensa mayoría? –se pregunta García, quien, sin lugar a dudas, se siente su representante-. Actuar, evitar que el monopolio de la movilización y el grito esté en manos de los “antisistema”...enviar cartas a los medios de comunicación, CREAR GRUPOS DE ACCIÓN...” (Las mayúsculas son nuestras, nota de C.H.)
¿Grupos de acción como los que han barrido con la oposición interna en los comicios apristas? ¿Como los que instrumenta el Apra cuando de golpear, amenazar o escarmentar se trata? ¿Ya que no se puede regresar a Haya, regresemos al búfalo Pacheco: esa es la propuesta? ¿Faltaron esos “grupos de acción” en los hechos de Bagua? ¿Ellos podrían haber evitado la tragedia? ¿O es que García, enterrador de Haya en muchos aspectos, cita ahora, de modo implícito, al ideólogo moderno de la derecha peruana, don Víctor Andrés Belaunde y su famosa frase “las masas se combaten con las masas”?
García está mal. Su narcisismo le impide reconocer algún error. Un voluntarismo sonámbulo lo lleva, otra vez, al despeñadero. La corte de adulones que lo sigue como traza y cauda no le hace ningún favor. Este sería el momento en el que el Apra debiera sentarse con su presidente y hacerlo entrar en razones. Pero no hay un solo aprista capaz de esa tarea. La tragedia del Apra es que fue, sucesivamente, un partido perseguido por la derecha, entendido por la derecha y hoy, con García, colonizado por la derecha nacional e internacional. El problema del 2011 no será “el antisistema”. Será que “el sistema” encarnado por García volverá a demostrar que no funciona.
Porque si de sistemas o de antisistemas hablamos, la infección también podría decir que los glóbulos blancos que la combaten son elementos perturbadores y –por qué no-, extraños, casi extranjeros.
Posdata: He regresado de un viaje reparador y me encuentro con dos artículos tremebundos. El primero, el de Alan García, que comento en estas líneas; y el segundo, el de Mario Vargas Llosa, que parece escrito por Eudocio Ravines, que también escribía muy bien y servía tan bien o mejor a la derecha. Después de esta contribución vargasllosiana a la causa alanista y a la satanización del movimiento selvático, ya podemos decir que el gran novelista ha logrado el propósito de todos estos años: pensar como su papá y escribir como su hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario