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miércoles, 3 de junio de 2009

Idiotas

Los idiotas

César Hildebrandt

Qué miseria tener que escribir todos los días de política.

Qué sarta de mentiras y de impostores.

Cuánta engañifa. Cuántos sapos tragados. Cuántas noches de iguana.

Qué débil la inteligencia, qué poderosa la teatralidad, qué chusco el disparate.

No entiendo por qué no se callan si no tienen nada que decir.

Un año de transcripciones del Congreso no vale una página de “Duque”, la novela en la que José Diez Canseco describe, con tintas cargadas, la clase social de la que tuvo que huir para ser y de la que renegó para no ser como ellos.

Diez años de discursos en el hemiciclo no valen un cuadro de Tilsa, un cuento de Ribeyro, una travesura alada de Eguren, un disco de Lola Odiaga dándole a su clavecín bien temperado.

Sólo el arte podrá salvar a este país en el que la vulgaridad se ha convertido en virtud.

El día en el que los periódicos le dediquen más páginas a la cultura que a la política, ese día será uno de liberación y refundación.

Porque estamos secuestrados por los idiotas.

Los idiotas que deciden de qué van los noticieros de la tele.

Los idiotas que trazan la ruta y la agenda de la política.

Los idiotas que creen que la prensa la deben de escribir los que no saben escribir y que las universidades las deben regir los oculistas.

Nunca han tenido más poder los idiotas. Sólo los forajidos compiten con los idiotas. Y no hay clase más dominante que la de los idiotas forajidos.

Mientras tanto, los investigadores de la ciencia no tienen dónde caerse muertos, la Biblioteca la dirige un adulón, el INC es una momia, los poetas no tienen editores, los nuevos novelistas deben pasar por “Sic” para sobrevivir y cualquier brillo ha sido desterrado de los periódicos.

Es más: todo brillo ha sido prohibido y la trinchera norte de los opacos ha tomado el poder. Esto es el Mayo-68 de la opacidad.

Todo cambiará el día en que encendamos la tele y escuchemos un conversatorio sobre Garcilaso y abramos un periódico y hallemos seis páginas dedicadas a César Moro y sintonicemos una radio para oír un debate en torno al Protocolo de Kyoto.

¿Que eso aburre?

Pues pueblo que no se esfuerza ni se aburre un poco en el esfuerzo termina creyendo que Magaly Medina tiene importancia.

Es imprescindible aburrirse. Es del todo necesario ampliarnos, renacer, fatigarnos.

De lo contrario puedes aparecer, con cara de idiota, en alguna página de Sociales.

Desconfío de la gente que no se aburre.

Esa es la gente que optará por lo fácil.

Y lo fácil es ser idiota.

Un idiota feliz.

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