Pordiosera clase política
César Hildebrandt
César Hildebrandt
Un día es la oposición y el otro el gobierno. Es como si la clase política (¿existe eso?) se empeñara en demostrarnos que cada día que pasa es más parte del problema que de la solución.
Ayer, por enésima vez, le tocó al gobierno alanista mostrar su peor cara: la de esa bestia que bufa y escarba el piso antes de embestir.
Si el nacionalismo folclórico había hecho de las suyas con su pernoctada en pleno hemiciclo, viene encima el gobierno, disfrazado de Falange primoriverista, y expulsa por cuatro meses a los siete de la acampada.
¿Era el momento de bufalear?
¿No es que era el momento de dar una tregua y dialogar?
¿De qué Congreso “mancillado” hablan algunos tontos de capirote?
El Perú no se merece este gobierno, pero tampoco se merece esta oposición.
Vamos directamente, otra vez, al escenario que el Perú mejor conoce: al de la mutua negación, al del impase social. Vuelve Basadre, en suma, el siempre vivo Basadre, a recordarnos aquello del Estado empírico y el abismo social, las dos grandes taras de nuestra república desde su impuesta fundación.
En este duelo de turbas vamos a tener muy buenas fotos y grandes titulares, pero ninguna idea que intente llegar al centro del problema: cómo conciliar crecimiento y desarrollo, bonanza relativa y redistribución, éxito de la agroexportación y gasto público que amaine la deuda de infraestructura y servicios, mayores recursos y descentralización efectiva.
En vez de ideas, gruñidos. En vez de diálogo, autoritarismo. En vez de batalla de alternativas, retorno a las trincheras. Y en el caso del gobierno, en vez de grandeza la más pura provocación y en el peor de los momentos.
¿Es que no sabe García que alguna prensa extranjera nos señala ya como el “país modelo” que está a punto de sumergirse en una crisis de pronóstico reservado?
Eso por el lado de la prensa conservadora. Porque, por el lado de las ONG, las descalificaciones son de más grueso calibre.
Todo indica que, tras un periodo de reincidente “prosperidad falaz”, el Perú se encamina a una nueva confrontación surgida de otra quiebra del sistema de representación. Lo que demostrará que mantener una democracia sin partidos -o con sólo uno de ellos convertido en maquinaria electoral- es poco menos que imposible.
De esa confrontación quizá emerjan las dos pesadillas adversarias con las que sueñan miles de peruanos: o el golpe fascista y restaurador que ponga el orden de los viejos máuseres; o el movimiento popular, con base indígena, que repita la historia de Mahuad en Ecuador y el milagro electoral de Evo Morales en Bolivia.
El viejo jardín borgeano de los senderos que se bifurcan se nos aparecerá. El empecinamiento derechista de inmovilizar el acaparamiento de la riqueza y del poder -aun a costa de tener que fosilizarnos- y el sueño de una anarquía que todo lo purifique y que termine en una dictadura tan altruista como feroz, volverán a batallar. Con todas las armas a su alcance.
Porque, para ese momento, la política habrá sido jubilada por incompetente. Porque tanto la derecha como la izquierda marxista -Sendero lo demostró- han creído que el poder nace del fusil. Y porque la moderación y el autocontrol que piensa en los otros son adquisiciones de la cultura. Y la cultura es lo más ausente de nuestra pordiosera clase política.
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