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lunes, 5 de noviembre de 2007

Madres




'Madres coraje' en el deporte de alta competición

La victoria de la reciente mamá, Paula Radcliffe, en el maratón de Nueva York, es uno de los ejemplos de cómo los hijos pueden estimular el talento

La británica Paula Radcliffe ha vuelto a asombrar al mundo con su triunfo, a los 34 años, en el Maratón de Nueva York, éxito que sería considerado rutinario de no haberlo conseguido después de haber superado una lesión y dado a luz a su hija Isla hace 10 meses, lo que demuestra que la maternidad puede ser una fuente de coraje para las deportistas.
Radcliffe, la mujer que hace sufrir al espectador con un peculiar estilo de carrera en el que cabecea de manera aparentemente agónica, volvió a reencontrarse con el triunfo dos años después de proclamarse campeona mundial de maratón en Helsinki 2005. Como si nada hubiese pasado en su vida. El embarazo y el parto, lejos de convertirse en un obstáculo, fue un acicate, un suplemento de energía bien hubiese podido firmar la "Madre coraje" protagonista de la obra dramática de Bertolt Brecht.

Lindsay Davenport, madre de oro
La diferencia es que tanto Radcliffe como otras deportistas volvieron a su mejor nivel después de ser madres, mientras que la heroína de la obra dramática sacrificó la vida de sus hijos por sobrevivir en duros tiempos de guerra. Tanto Radcliffe en atletismo, como la estadounidense Lindsay Davenport en tenis, ganadora a su vuelta en Bali y en Quebec este domingo después de alumbrar hace un año a su primer hijo Jagger, y otras tantas valientes mamás que han sido capaz de compaginar deporte y familia, no solo desmontan la antigua creencia de que la maternidad es incompatible para rendir en alta competición, sino que puede representar un nuevo estímulo en el aspecto físico y emocional.

Madres atletas
El caso de Radcliffe puede resultar un ejemplo excepcional, ya que la plusmarquista mundial de maratón (2h15.25) siguió entrenándose hasta el quinto mes de gestación a razón de casi dos horas de carrera al día, en doble sesión. Luego, privada de la carrera optó por la bicicleta estática, nunca por el descanso absoluto. Dio a luz el 17 de enero y doce días después ya estaba desgastando las zapatillas de entrenamiento.

El atletismo conoció este año exhibiciones de madres primerizas. En los recientes Mundiales de Osaka la australiana Jana Rawlinson logró el oro en 400 vallas, ocho meses después de dar a luz a su hijo Cornelis, e, incluso, otra ilustre como la keniana Catherine Ndereba se proclamó campeona universal de maratón tras haber sido madre, aunque en su caso hace diez años. La mexicana Romary Rifka, de 36 años, regresó de un parto con el primer puesto en altura en los Panamericanos de Río'07. Y además lo explicó con humor. "Me gusta hacer cosas cardiacas en esta competición. Había prometido el oro a su hija", señaló.

Sonados son los casos de la mítica maratonista noruega Ingrid Kristiansen, quien en 1984 ganó el maratón de Londres, siete meses después del nacimiento de su hijo Gaute, y el de la rusa Tatyana Lebedeva, inactiva en 2002 por maternidad, que revalidó con 27 años en el Mundial 2003 el titulo mundial de triple salto, especialidad en la que sigue siendo una de las reinas, lo mismo que en longitud.

La etíope Derartu Tulu fue algo más lejos en estos registros. Estuvo sin competir tres años entre maternidad y lesiones y ganó el Mundial de cross en Vilamoura (Portugal) en 2000.

Las heroínas españolas
En España algunas atletas luchan por volver al máximo nivel después de haber sido madres. Así, la atleta Rocío Ríos, quinta en maratón de Atlanta'96, ha vuelto a los entrenamientos con la mira puesta en los Juegos de Pekín, y Jacqueline Martín, tres veces campeona de España de cross, reapareció después de su maternidad con cuarto puesto en Carrera del CSIC, solo superada por la española Isabel Checa y dos atletas kenianas.

Otra española que espera dedicar un triunfo a su hijo es la nadadora Nina Zivaneskaia, quien acaba de volver a la competición tras dos años de baja por maternidad. Irá al Europeo de Holanda en marzo y buscará la mínima para la quinta participación olímpica en Pekín 2008. "Es una segunda juventud, y lo malo es que hay que hacer dieta", comenta.

En el mundo del ajedrez, la húngara Judit Polgar, de 31 años, maestra internacional, con dos hijos de 3 y 1 años se encuentra en el Torneo de Vitoria dispuesta a destronar al favorito, Topalov. Con el título de Gran Maestro desde los 15 años, Polgar espera encaramarse en la elite si antes supera compensar la actividad deportiva y familiar.

Radcliffe y Davenport son las últimas "madres de oro" que representan la fuerza de la maternidad en la alta competición. Lejos de un obstáculo, los hijos estimulan el talento. Un ejemplo para derribar tabúes.

Pasión y muerte a pie
Radcliffe consigue la victoria a los 10 meses de ser madre y al día siguiente de que falleciera un atleta en Central Park

Isla, la hija de Paula Radcliffe, tiene 10 meses. La pasión por la carrera a pie, por superar sus límites, llevó a su madre, plusmarquista mundial de maratón, campeona del mundo, a entrenarse cada día hasta la víspera del parto, a volver a calzarse las zapatillas dos semanas después del nacimiento, a ganar ayer el maratón de Nueva York. Ryan Shay, de Michigan, tenía 28 años. La pasión por el maratón le llevó a desatender los consejos de los médicos que le detectaron un corazón hipertrofiado a los 14 años. Siguió entrenándose como un burro, se ganó la admiración de todos por su capacidad de sufrimiento. Se casó con otra apasionada de la carrera de resistencia. Murió el sábado, muerte fulminante, en Central Park, en el kilómetro 10 de un maratón que servía para seleccionar a los tres estadounidenses que irán a Pekín.
Hacía dos años que Radcliffe, inglesa, no corría un maratón, el que le valió el Mundial de Helsinki. Antes, en otoño de 2004, una primera victoria en Nueva York le sirvió para superar la depresión tras no terminar el maratón olímpico de Atenas. La victoria de ayer -con un tiempo de 2h 23m 9s, casi ocho minutos más lenta que su récord mundial- le valdrá para cargarse de moral de cara a Pekín, para justificar su transformación en cobaya para el experimento fisiológico en que consistió, finalmente, su embarazo.

Era práctica en Alemania del Este pedir a algunas atletas que se quedaran embarazadas y forzarlas a abortar al cuarto mes para aprovechar los cambios hormonales en su cuerpo. La tenista búlgara Sesil Karatantcheva dio positivo por nandrolona durante un Roland Garros. Durante la vista que le condujo a una suspensión de dos años en 2006, su defensa argumentó que la elevada cantidad de nandrolona en su análisis se debía a un aborto reciente.

Evidentemente, Radcliffe no llegó a tales extremos. Durante los primeros meses de embarazo corría cuatro horas diarias en dos sesiones; después, redujo la carrera a una hora y lo complementaba con una bicicleta estática, teniendo cuidado de no superar las 160 pulsaciones por minuto, y se sometió a un estricto control médico, con ecografías quincenales para comprobar que el feto no sufría daños, y regulares visitas al cardiólogo. Algunos fisiólogos señalaron que después del parto se producirían en su cuerpo los mismos efectos que provoca el dopaje sanguíneo o con EPO, que aumentarían los glóbulos rojos, la capacidad de transportar oxígeno en la sangre, que eso mejoraría su rendimiento. Pero esos efectos, señalaron otros expertos, sólo permanecen en el organismo hasta tres o cuatro semanas después del nacimiento. Y Radcliffe, que ha debido superar sendas fracturas de estrés en el sacro y en un pie, reapareció en septiembre pasado y con una derrota en un medio maratón. La atleta ya había avanzado otra razón para su buen rendimiento: "Me siento feliz como madre. Y compito mejor".

El cardiólogo y genetista asturiano Eliecer Coto contaba recientemente cómo habían convencido a un chaval de 16 años y con un corazón demasiado grande para que dejara el fútbol. "Tenía una pared de 27 milímetros y al poco de dejarlo le bajó a 21. Esa hipertrofia afectaba a la capacidad de contraerse del músculo cardiaco y podía ser causa de una muerte súbita", contaba Coto. "Nos ayudó mucho el que los padres del chico fueran médicos y comprendieran el peligro que corría su hijo. Y recuerdo que en Italia las autoridades deportivas retiraron la licencia al nadador Domenico Fioravanti, doble campeón olímpico, por su hipertrofia".

En Estados Unidos, el país en el que los derechos individuales son sagrados, ninguna autoridad deportiva podía prohibirle competir a Ryan Shay. Y su padre, que también fue su entrenador, tampoco se lo impidió.

El deporte, cualquier actividad que suba la frecuencia cardiaca y la fuerza con que el corazón deba contraerse para atender las necesidades de oxígeno de los músculos, está contraindicado con la hipertrofia. Se cree que el problema principal es el aumento en la secreción de adrenalina. Y un corazón grande, con sus capacidades contráctiles comprometidas, es candidato a generar una arritmia mortal. En abril, en su último reconocimiento, un cardiólogo le advirtió a Shay, cuyo ritmo en reposo era bajísimo, inferior a 30 pulsaciones por minuto, que era candidato seguro a un marcapasos o a un desfibrilador implantable automático.

El maratón masculino de Nueva York lo ganó el keniano Martin Lel (2h 9m 4s), quien, como en Londres, derrotó al marroquí Gumri.

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