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lunes, 12 de enero de 2009

stankovic

Stanković: "Me falta la Liga de Campeones"

No figura entre los más mediáticos, pero es uno de los jugadores ejemplares y fundamentales para el éxito de su club. Entre la pléyade de astros que militan en el Inter de Milán, Dejan Stanković se ha forjado, sin hacer ruido, un palmarés digno de las grandes leyendas del equipo nerazzurro.

Su carrera comenzó vistiendo los colores del Estrella Roja de Belgrado. Con sólo 18 años, se convirtió en el capitán más joven de la historia de la entidad. En cuatro temporadas, de 1994 a 1998, Stankovic se adjudicó una Liga de Serbia y tres Copas.

En 1998 suscitó el interés del Lazio. En su estreno en la Serie A conquistó, además del apodo de Il Dragone (el dragón), el corazón de los tifosi al inscribir su primer gol frente al Piacenza. A lo largo de seis campañas, añadió a su palmarés un Scudetto, una Copa de Italia y dos Supercopas de Italia. En el ámbito europeo, alzó la Recopa y la Supercopa en 1999.

El Inter de Milán se hizo con sus servicios en 2003, gracias a la insistencia de Alberto Zaccheroni, con quien había coincidido en Roma. Desde entonces, es una de las estrellas del conjunto lombardo, con el que ha obtenido tres nuevos títulos ligueros, dos Copas de Italia y tres Supercopas de Italia.

El único punto negro en su historial es que los logros en sus clubes son proporcionales a la frustración sufrida integrando las filas del combinado nacional. La última hasta la fecha es la clasificación fallida para la Eurocopa 2008, que habría supuesto un broche al décimo aniversario de su debut. Desde 1998, suma 76 encuentros y 13 goles con Serbia, y acudió a las Copas Mundiales de la FIFA 1998 y 2006.

A sus 30 años, una tercera participación en la gran cita del deporte rey y una victoria en la Liga de Campeones son los principales objetivos que se ha fijado Stankovic, como explica a FIFA.com en una entrevista exclusiva concedida en Appiano Gentile, el centro de entrenamiento del Inter.

Dejan, usted fue capitán del Estrella Roja de Belgrado con sólo 18 años. ¿Cómo hizo frente a esa presión, y qué le aportó dicha experiencia?
Me incorporé al primer equipo a los 16 años, y seis meses más tarde me estrené en la Liga. Ya estaba afianzado en el club, después de haber pasado por todas las categorías inferiores, de modo que con 18 años ya me sentía maduro. Llevar el brazalete no me pesó en ningún momento. Al contrario, era un sueño que tenía desde niño y se hizo realidad. Por lo tanto, adquirí más madurez, unas responsabilidades así hacen que uno crezca más rápido. No implicaba tantas ventajas, pero fue una experiencia inolvidable.

¿Cómo reaccionaron los más veteranos ante su designación?
No hubo celos en absoluto, fue algo normal, porque yo era un chico del Estrella Roja. Es una tradición en el club: los jóvenes procedentes de la cantera se convierten antes o después en capitanes. Por supuesto, tomaba las decisiones tras ponerme de acuerdo con los jugadores, sobre todo pidiendo consejo a los veteranos. Pero ellos no emitieron ningún juicio.

Actualmente, con la camiseta del Inter, forma parte de los futbolistas más experimentados. ¿Cómo valora su evolución desde su estreno?
No he dejado de crecer. Los resultados hablan por sí mismos, he conseguido muchos títulos en estos cinco últimos años. Pero no quiero detenerme aquí. En la lista de trofeos con el Inter, me falta uno muy importante: ¡la Liga de Campeones!

¿Qué le han aportado los diversos entrenadores que ha tenido en el Inter?
Tuve la posibilidad de entrenarme a las órdenes de Alberto Zaccheroni y de Roberto Mancini, con los que ya coincidí en el Lazio. Nunca tuve ningún problema, los respeté en todo momento, y no dejé de aprender en contacto con ellos. Actualmente, tengo la suerte de trabajar con José Mourinho, un ganador, un entrenador que aporta muchas novedades en el fútbol actual.

En Italia, ha disputado dos duelos de rivalidad local: el de Roma con el Lazio y el de Milán con el Inter. ¿Qué diferencias hay entre estos dos encuentros?
Son incomparables. En Milán, es todo un espectáculo. Cuando jugamos en San Siro, delante de 85.000 hinchas, es realmente fantástico. En Roma hay más tensión. Diez días antes, toda la ciudad ya vive al ritmo del clásico.

Hablemos de Serbia. ¿Lamenta usted la ausencia en la Eurocopa 2008?
Mucho... Pero este fracaso es culpa nuestra, completamente. Empezamos bien, cuajando cuatro buenos primeros partidos. Luego tuvimos mala suerte, con lesionados, sancionados, y no volvimos a disponer de nuestro once tipo. Perdimos en Kazajstán y en Bélgica, dos derrotas inadmisibles. Nos quedamos sin la primera plaza y sin puntos importantes. El 0-0 contra Armenia acabó luego con todas nuestras esperanzas.

¿Esos reveses son indicativos de un declive de la selección o de un equilibrio de fuerzas en Europa?
Los equipos menos fuertes no dejan de progresar, y las distancias se reducen. Los medios económicos en estos países se vuelven más importantes, y los más pequeños recurren a menudo a entrenadores extranjeros, que revolucionan su fútbol, especialmente en el aspecto táctico. Uno de los ejemplos es la evolución de las Islas Feroe. Hace algunos años, recibían más de cinco goles por partido, algo que ya no sucede. Nosotros les ganamos 2-0. Hoy en día, hay que respetar a todo el mundo.

¿Qué ha cambiado en Serbia estos últimos años?
¡En primer lugar, el entrenador! Una semana antes del principio de la fase clasificatoria del Mundial, se produjo el nombramiento de Radomir Antic. En Serbia es muy estimado. Su experiencia va a ser útil, sobre todo para los más jóvenes. Además, desde su llegada, hemos realizado un buen comienzo, con tres victorias y una derrota, contra Francia.

¿Qué le falta a Serbia para rivalizar con los más grandes?
Regularidad. A menudo empezamos con buen pie, y enseguida nos contentamos. Espero que Antic consiga cambiar la mentalidad, hacer que estemos siempre dispuestos, sin flojear nunca. Por ejemplo, para no perder puntos contra los más pequeños, que sería un desastre.

Precisamente, ¿cómo contempla usted lo que queda de competición preliminar?
Tan sólo llevamos cuatro partidos, por eso debemos mantener la concentración. A diferencia de la fase previa de la Eurocopa, que se parece más a una liga, con ocho equipos, en nuestro grupo sólo hay seis países. Es más directo. Ante todo tenemos que ganar todos los partidos de casa. Y vencer a Rumania y a Francia, nuestros dos rivales más peligrosos.

En cuanto a Francia, ¿existen pequeñas provocaciones entre usted y Patrick Vieira antes de cada choque?
Todavía no ha surgido la oportunidad. Únicamente jugué 50 segundos del primer partido, por culpa de una lesión. ¡Pero lo espero en Belgrado! (risas)

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