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lunes, 18 de agosto de 2008

Voluntarios

Más que voluntarios

DETRÁS DE LA MURALLA
Casi 1.700.000 personas ayudan en lo que haga falta pese a su limitado inglés

Yang Xinyan, de 21 años, se acerca al visitante, extiende una amplia sonrisa y, solícita, pregunta: "¿En qué puedo ayudarle?". El hombre mira a la docena de jóvenes, vestidos con polo azul y blanco, que charlan alegres, y contesta: "¿Tienes un mapa de la zona olímpica con los estadios?". Yang se vuelve a sus compañeros y entrega el folleto mientras curiosos y espectadores se arremolinan alrededor del quiosco. El aire es festivo, como corresponde al domingo que fue ayer y a la celebración de unos Juegos. Familias, grupos de amigos y reventas pasean por el parque olímpico. El aire es fresco. A un centenar de metros, se recorta sobre el cielo la intrincada estructura del Nido del Pájaro, el estadio nacional.

Yang Xinyan, estudiante de tecnología de la construcción en la Universidad de Tianjin, municipio situado a un centenar de kilómetros al Este de la capital china, es una entre las decenas de miles de estudiantes voluntarios que participan en los Juegos. Son una legión y están dispuestos a ayudar en lo que haga falta supliendo con entusiasmo sus limitaciones en el uso del inglés. Yang comienza la jornada a las siete de la mañana y la termina a las ocho de la tarde. De la organización recibe únicamente las comidas. Cuando se le pregunta por qué se presentó voluntaria, dice sencillamente: "Para ayudar". Y, sin más, se gira y atiende a otro visitante.

Si algunos trabajan en los estadios, controlando los accesos o dirigiendo a los espectadores, otros lo hacen por toda la ciudad, en casetas, en las que reparten folletos o dan indicaciones a los turistas. "Viene mucha gente a preguntarnos, chinos de provincias y extranjeros", dice Sun Dadi, un estudiante de secretariado empresarial, en un quiosco cerca de Gulou, la Torre del Tambor, utilizada antiguamente para dar las horas. Sun dice que se presentó voluntario "para contribuir". ¿Qué servicios ofrecen? "Traducción. Información. Emergencias", dicen tres carteles en inglés.

Los voluntarios son parte indisociable de los Juegos desde hace mucho tiempo. Pero en China han alcanzado otra dimensión. Si en Sidney fueron 47.000 y en Atenas 60.000, en Pekín son 100.000 sólo en los estadios, entre ellos incluso centenares de estudiantes procedentes de otros países.

Pero el número va mucho más allá si se tiene en cuenta el despliegue de ciudadanos dedicados a la seguridad efectuado por el Gobierno. Según el Comité Organizador de los Juegos (Bocog), en total hay casi 1,7 millones de voluntarios, de los cuales 100.000 colaboran en las diversas instalaciones, 400.000 por toda la ciudad, un millón son sociales y 200.000 animadores.

La inmensa mayoría son jubilados y parados que ejercen labores de vigilancia. Están por toda la ciudad, vestidos con camiseta blanca, con la acreditación colgada del cuello, distribuidos en parejas o tríos, atentos a todo el que pasa. Son un elemento clave de la seguridad en esta ciudad que tiene una larga tradición de utilizar vigilantes de barrio civiles. Como Li, una mujer de unos 40 años, que controla una calle del viejo Pekín. "En el comité de barrio me dieron esta camiseta y me han pedido que me siente aquí", afirma. En la manga del polo blanco y cuello rojo, una inscripción dice Voluntario de seguridad pública. "Como no tenía nada que hacer en casa, me apunté", dice Li, que se confiesa seguidora de los Juegos: "Los veo todas las noches, en especial el voleibol".

Pero no todos los voluntarios lo son tanto. "Las autoridades nos han dicho que en cada local tiene que haber una persona que lleve este brazalete con la inscripción Voluntario de seguridad para apoyar los Juegos", cuenta Peipei, una chica que trabaja en una tienda de té en otra zona de la ciudad; "si ocurre algún problema, tenemos que llamar a la policía". Otros jóvenes, sin embargo, han recibido una misión más amena, ocupar alguno de los muchos asientos que hay vacíos en los estadios para dar ambiente. Unos 70.000 están siendo utilizados con este fin, según Wang Wei, vicepresidente ejecutivo del Bocog.

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